Qingxin, Myanmar Mis padres son ambos cristianos y desde temprana edad empecé a ir con ellos a la iglesia para asistir a los servicios. A la edad de 12 años asistí a un gran campamento cristiano en Myanmar y estando allí un pastor me dijo: “La única manera de evitar la muerte y entrar en el reino de los cielos es ser bautizado”. Y así, con el fin de entrar en el reino de los cielos, decidí bautizarme mientras estaba en el campamento. A partir de ese momento me convertí en una cristiana genuina. Al llegar a la edad adulta, pasé a ser la presidenta de la asociación de jóvenes de mi iglesia durante muchos años y siempre que los predicadores no se encontraban allí yo dirigía a los hermanos y hermanas en la oración, los estudios bíblicos, los himnos y el compartir los testimonios. Después de casarme, me pusieron a cargo de la recepción de las ofrendas de los domingos y los diezmos. Al principio nuestra iglesia tenía la obra del Espíritu Santo: el pas