¿Qué podemos aprender de la vida del rey Salomón? Me siento muy perplejo cada vez que leo el libro de Eclesiastés que dice: “Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de la necedad, hasta ver cuál fuese el bien de los hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del cielo todos los días de su vida. Engrandecí mis obras, edifiquéme casas, plantéme viñas; Híceme huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todos frutos; Híceme estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde los árboles crecían” (Eclesiastés 2:3-6), y “Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacer las: y he aquí, todo vanidad y aflicción de espíritu, y no hay provecho debajo del sol” (Eclesiastés 2 :11). Aclamado como el rey de la sabiduría, Salomón estaba lleno de una sabiduría que Jehová Dios le había otorgado y poseía una riqueza envidiable. Por lo tanto, debería haber estado muy contento, pe