Por Zhou Li, China
Para alguien que predica en la iglesia, no hay nada más doloroso que el empobrecimiento espiritual y no tener nada que predicar. Me sentía impotente al ver que cada vez menos hermanos y hermanas venían a las reuniones, y acudí al Señor muchas veces para orar con fervor y pedirle que fortaleciera la fe de los hermanos y hermanas. Pero la desolación de la iglesia no mejoró en absoluto y hasta yo misma estaba sumida en la debilidad y la negatividad…
Un día estaba trabajando en casa, cuando aparecieron de repente el hermano Wang y el hermano Lin y, encantada, los invité a entrar. Después de las cortesías, el hermano Wang me preguntó: “Hermana Zhou, ¿cómo se encuentra ahora tu espíritu?”. Yo suspiré y dije: “Ni me lo menciones. Me siento débil de espíritu y no tengo nada que predicar en mis sermones. Los hermanos y hermanas también están negativos y débiles. Casi no hay nadie en la iglesia”. El hermano Lin preguntó: “Hermana Zhou, ¿sabes por qué no tienes nada que predicar en los sermones y no hay nadie en la iglesia?”. En cuanto lo dijo, pensé que eso era exactamente lo que quería saber. ¿De verdad conocían ellos la razón? Enseguida le pregunté: “¿Por qué?”. El hermano Wang dijo: “Porque el Señor ya ha regresado. Él se ha encarnado por segunda vez y está declarando sus palabras y realizando una nueva obra. Muchos hermanos y hermanas ya han aceptado la obra de Dios en la Era del Reino y viven en la corriente de la obra actual del Espíritu Santo. Sus condiciones son cada vez mejores. Aquellos que no han seguido el ritmo de la nueva obra de Dios han perdido la obra del Espíritu Santo, y por lo tanto carecen de palabras que predicar y se sienten negativos y débiles. Debemos apresurarnos a seguir las huellas de Dios”. Al oír aquello, de repente recordé las palabras de mi colaborador en la obra: “Si alguien dice que Dios ha venido a hacer una nueva obra y ha pronunciado palabras nuevas, eso supone desviarse de la Biblia, y por tanto no creer en el Señor; es apostasía”. Con eso en mente, dije muy seria: “¿No nos dicen a menudo los colaboradores más antiguos que desviarse de la Biblia es no creer en el Señor? Vosotros deberíais saberlo, desviarse de la Biblia es lo mismo que desviarse del camino del Señor. ¡Cómo te atreves a tratar de predicarme este camino!”. Me levanté enfadada al tiempo que decía aquello. El hermano Lin replicó: “Hermana Zhou, no te alteres. Sabemos que crees sinceramente en Dios y eres fervorosa, por eso te estamos hablando de la nueva obra de Dios. Llevamos muchos años creyendo en el Señor. ¿Acaso no hemos esperado siempre Su regreso? Ahora el Señor ha regresado y está realizando la obra de juicio de los últimos días. Es una gran noticia. Debemos buscar y estudiar con diligencia y no perder la oportunidad de darle la bienvenida al Señor”. No esperé a que el hermano Lin terminara, levanté una mano y le interrumpí, alzando la voz: “¡Para, para, para! No digas nada más. No voy a creer en nada que se aparte de la Biblia. Tú no sigues el camino del Señor, pero yo sí debo hacerlo”. Se dieron cuenta de que en realidad no les estaba escuchando y no tuvieron más remedio que marcharse. Más tarde, volvieron unas cuantas veces más, pero yo simplemente los ignoré.
Más adelante, el hermano Wang y el hermano Lin vinieron a mi casa acompañados de dos hermanas para predicarme el evangelio. Ese día, yo estaba picando judías en la cocina mientras mi esposo trabajaba. Al verlos llegar, los invitó a entrar en la casa. En cuanto me di cuenta, se me aceleró el corazón: ¿Por qué volvían a venir y encima traían dos refuerzos? Los cuatro entraron en casa, me saludaron y luego comenzaron a compartir la comunicación con mi marido. Sentí aún más ansiedad y pensé: “Lo que están predicando se desvía de la Biblia, así que tengo que estar atenta a mi marido para impedir que asimile nada”. Quería echarlos, pero me preocupaba que mi marido se enfadara conmigo. Lo único que podía hacer era guardar silencio, si bien no acepté ni una palabra de lo que dijeron. Sin embargo, mi marido les escuchaba, asentía y no paraba de decir: “¡Sí! ¡Es cierto! ¡Si! Así es. ¡Lo explicáis muy bien!”. Al ver a mi esposo tan convencido, de repente me puse nerviosa y, furiosa, le señalé con el dedo: “¿Cómo que es cierto? ¿Cuánto has leído de la Biblia? ¿Desde cuándo crees en Dios? ¿Le has orado al Señor? Dices: ‘Cierto, cierto, cierto’, pero ¿cuánto entiendes de todo eso?”. Armé tanto alboroto que de repente la habitación se quedó en silencio y todos se miraron unos a otros. Enseguida, mi marido me dijo: “No grites. Escucha primero. Es bueno para nosotros. Si no escuchas, ¿cómo puedes saber si tienen razón o no?”. Como no podía impedir que los escuchara, lo pagué con las judías y las moví de un lado a otro con ambas manos, mientras hacía ruido a propósito. Pensé: “¿Que te deje escuchar? No te vas a enterar de nada. ¡Esto se va a terminar!”. Pero hacer mucho ruido con las judías no impidió que mi esposo escuchara su comunicación. Al contrario, hablaba y se reía con los cuatro y su comunicación era muy armoniosa. Al cabo de un rato, mi marido me dijo con alegría: “¡Oh, Li! El Señor realmente ha regresado. ¡Las palabras de este libro son las declaraciones personales de Dios! ¡Es genial! Li, cocina algo para nosotros”. Le miré, pero no respondí. Luego, el hermano Lin le dejó a mi marido algunas cintas, un libro de himnos y una copia de La Palabra manifestada en carne antes de marcharse. No podía soportarlo más y le dije a mi esposo: “¿Cuántas veces nos han dicho los colaboradores más antiguos de la obra que para creer en Dios no podemos desviarnos de la Biblia, que eso es lo mismo que no creer en Dios? ¿Lo has olvidado? ¿Por qué no te posicionas en este asunto?”. Sin dudar, mi marido dijo: “Lo que están diciendo no se desvía de la Biblia, al contrario, es más alto y profundo. Además, la nueva obra de Dios que están difundiendo cumple la palabra del Señor y las profecías del Apocalipsis. Después de escuchar su comunicación, ahora entiendo y tengo claras muchas cosas de la Biblia. El evangelio de Dios Todopoderoso del que ellos dan testimonio es el verdadero camino. Abre los ojos y mira. Sólo quedan unas cuantas personas en nuestra iglesia. Está desolada. Sin embargo, todavía te aferras a las palabras de los colaboradores más antiguos de la obra. ¿No es eso una enorme idiotez? Será mejor que te des prisa y estudies esto”. Al oírle decir aquello, enfadada, le dije: “¿Qué sabes tú? Desviarse de la Biblia es traicionar al Señor. Si tú no cumples con la Biblia, lo haré yo”.
Después de aquello, mi marido sacaba tiempo todos los días para leer el libro que le había dejado el hermano Lin, La Palabra manifestada en carne. Un día, mi marido se levantó antes del amanecer para leer el libro. Adormilada, oí a mi marido leer: “¿Puede ser que hayas olvidado […]? ¿Realmente has olvidado […]?” (“Cómo Pedro llegó a conocer a Jesús”). Al oírle leer en voz alta, me enfadé un poco y pensé: ¡Tan temprano y no me deja dormir! Pasado un rato, muy bajito, oí: “Porque antes de que Jesús fuera crucificado, Él le había dicho: ‘No soy de este mundo y tú tampoco eres de este mundo’” (“Cómo Pedro llegó a conocer a Jesús”). ¡Qué extraño! ¿Por qué se menciona al Señor Jesús en ese libro? ¿Habré oído mal? Entonces lo oí claramente: “¿Puede ser que hayas olvidado […]? ¿Realmente has olvidado […]?” Al oír aquello, me dio un pequeño vuelco el corazón y ya no me volví a dormir. Me dije: “¿Quién dijo esas palabras? ¡Oh, Dios! ¿Eres Tú quien me está haciendo esta pregunta? Es como si Tú me estuvieras diciendo estas palabras. ¡Son tan amables! Tengo que levantarme enseguida para hacer el desayuno. Luego, a pesar de todo, veré lo que dice en el libro, así averiguaré si se desvía o no de la Biblia y si son o no las palabras de Dios”.
Después de desayunar, mi marido continuó leyendo el libro. Pensé para mis adentros: ¿Por qué no me ha dicho que lo lea con él? Pasé bastante rato junto a la puerta, pero mi esposo estaba tan concentrado en la lectura que no se fijó en mí. Así que caminé de un lado a otro de la cocina. Estaba muy preocupada. Tenía ganas de leer lo que ponía en el libro. Entonces me asomé a la habitación y vi que mi marido seguía con la cabeza enterrada en él. Yo también quería leerlo, pero pensé en las muchas veces que los hermanos y hermanas habían venido a predicar y yo siempre me había negado, y me pregunté si mi esposo me criticaría si tomaba la iniciativa de querer leerlo. Si me criticaba, me sentiría muy avergonzada. Con eso en mente, retrocedí. Mientras caminaba de un lado a otro, recordé las palabras que mi esposo había leído en voz alta esa mañana y me sentí aún más ansiosa. Pensé: esto no va a funcionar. Tengo que entrar y ver de qué trata ese libro. Pero volví a retroceder cuando llegué a la puerta. No sabía qué hacer, era como si caminara sobre unas brasas calientes. Me decidí por fin: ¡Oh! ¡Dios quiere que alce la voz! ¿Quién me dijo que hablara así y no escuchara los consejos de mi marido? Así que me preparé y entré en la habitación y, echándole coraje, dije con torpeza: “¿Puedo leerlo contigo?”. Cuando levantó la vista parecía muy sorprendido y, entonces, respondió encantado: “¡Ven, ven! Leamos juntos”. Ese momento me dejó muy conmovida. ¡Mi marido no me había criticado, como pensé que haría! La ansiedad de mi corazón se calmó al fin y, encantada, leí el libro con mi esposo. Sin embargo, las palabras que leí no eran lo que había oído a primera hora de la mañana. En cierto momento, mi esposo tuvo que salir y yo hojeé apresuradamente el libro. De repente, encontré lo que estaba buscando y lo leí en voz alta: “Las palabras de Jesús alentaron mucho a Pedro, porque antes de que Jesús fuera crucificado, Él le había dicho: ‘No soy de este mundo y tú tampoco eres de este mundo’. Después, cuando Pedro llegó a un punto de gran dolor, Jesús le recordó: ‘Pedro, ¿lo has olvidado? Yo no soy del mundo y sólo fue por Mi obra que me fui antes. Tú tampoco eres del mundo, ¿lo has olvidado? Te lo he dicho dos veces, ¿no lo recuerdas?’. Pedro lo escuchó y dijo: ‘¡No lo he olvidado!’. Entonces Jesús le dijo: ‘Una vez pasaste un tiempo feliz junto a Mí en el cielo y un periodo de tiempo a Mi lado. Me extrañas y Yo te extraño. Aunque las criaturas no son dignas de mencionarse a Mis ojos, ¿cómo puedo no amar a uno que es inocente y encantador? ¿Has olvidado Mi promesa? Debes aceptar Mi comisión en la tierra; debes cumplir la tarea que te encomendé. Un día sin duda te llevaré para que estés a Mi lado’” (‘Cómo Pedro llegó a conocer a Jesús’ en “La Palabra manifestada en carne”). Lo leí varias veces y cuanto más lo hacía más me parecía que esas palabras no se desviaban de la Biblia. Eran más claras y transparentes. Pero mis colaboradores de obra habían dicho: “Cualquiera que difunda el mensaje de que Dios ha venido a hacer una nueva obra y está declarando nuevas palabras se está desviando de la Biblia, y hacer eso es desviarse del camino del Señor”. Pero lo que decían no concuerda con los hechos, ¿verdad? Oré en mi corazón: “¡Oh, Dios! ¿Qué significa todo esto? Esclaréceme y guíame para poder comprender Tu voluntad”.
Luego, vi que las palabras de Dios Todopoderoso decían: “Durante muchos años, la forma de creencia tradicional de las personas (la del cristianismo, una de las tres religiones principales del mundo) ha sido leer la Biblia; apartarse de la Biblia no es creer en el Señor, es una heterodoxia y herejía, e incluso cuando las personas leen otros libros, el fundamento de estos debe ser la explicación de la Biblia. Es decir, si dices que crees en el Señor, debes leer la Biblia, debes comerla y beberla, y fuera de ella no debes adorar a ningún libro que no la implique. Si lo haces, estás traicionando a Dios. Desde el momento en que la Biblia estuvo, la creencia de las personas en el Señor ha sido la creencia en la Biblia. En lugar de decir a las personas que crean en el Señor, es mejor decir que lo hagan en la Biblia; en lugar de decir que han comenzado a leer la Biblia, es mejor decir que han empezado a creer en ella; y en lugar de decir que han vuelto a la presencia del Señor, es mejor decir que han regresado ante la Biblia. De esta forma, las personas adoran la Biblia como si fuera Dios, como si fuera su vida, y perderla sería lo mismo que perder su vida. Las personas consideran la Biblia como algo tan elevado como Dios, y están incluso aquellos que la ven como algo más alto que Dios. Si las personas no tienen la obra del Espíritu Santo, si no pueden sentir a Dios, pueden seguir viviendo; pero tan pronto como pierden la Biblia, sus capítulos o sus dichos célebres, es como si hubieran perdido su vida” (‘Relativo a la Biblia (1)’ en “La Palabra manifestada en carne”). Las palabras de Dios conmovieron realmente mi corazón. ¿Acaso no hablaban de mí? Al rememorar cuando empecé a creer en el Señor, era así cómo sostenía mi fe. Trataba a la Biblia como mi sangre vital. Tenía que guardarla en un sitio alto después de leerla, por miedo a que los niños la tocaran. Consideraba que la Biblia estaba por encima de todo e incluso creía que desviarse de la Biblia era una traición al Señor. ¿Me había equivocado al hacerlo? Con el corazón en búsqueda, continué leyendo desde “Relativo a la Biblia (1)” hasta “Relativo a la Biblia (4)”. Cuanto más leía, más esclarecida me sentía. Las palabras de Dios Todopoderoso me guiaron a la plena comprensión. Resulta que la Biblia era solo un registro histórico de la obra de Dios y un testimonio de las dos primeras etapas de Su obra. Así como el Antiguo Testamento registra la obra hecha por Jehová Dios desde la creación del mundo hasta el fin de la Era de la Ley, el Nuevo Testamento registra la obra del Señor Jesús en la Era de la Gracia. La obra de Dios es siempre nueva, nunca vieja, y siempre avanza. Ahora Dios ha realizado una nueva obra fuera de la Biblia: la obra de la Era del Reino. Esta etapa es la última de la obra de salvación de Dios para la humanidad. Desde la Era de la Ley a la Era de la Gracia, y luego a la Era del Reino en los últimos días, las tres etapas las realiza un único Dios. Leer las palabras de Dios Todopoderoso me abrió los ojos, ¡y me alegré la vista con ellas! Sí, Dios es tan todopoderoso y sabio, ¿cómo iba solo a limitarse a hacer la obra registrada en la Biblia? Y a partir de las palabras de Dios Todopoderoso, de verdad me di cuenta de que las palabras y la obra de Dios de los últimos días no repudiaban la Biblia. En cambio, elevaban y profundizaban en la obra de la Era de la Ley y la Era de la Gracia, tal como están registradas en la Biblia, y todo lo que Dios hace ahora concuerda más con las necesidades actuales de la gente. Un pasaje de las palabras de Dios dice: “Debes entender por qué hoy se te pide que no leas la Biblia, por qué hay otra obra independiente de ella, por qué Dios no busca una práctica más nueva y detallada en ella, por qué hay en su lugar una obra más poderosa fuera de ella. Esto es todo lo que deberíais entender. Debes conocer la diferencia entre la obra antigua y la nueva, y aunque no leas la Biblia, tienes que ser capaz de diseccionarla; si no, seguirás adorándola, y te será difícil entrar en la nueva obra y pasar por nuevos cambios. Si hay un camino más elevado, ¿por qué estudiar ese más bajo y obsoleto? Si hay declaraciones y una obra más nuevas, ¿por qué vivir entre viejos relatos históricos? Las nuevas declaraciones pueden proveer para ti, lo que demuestra que esta es la nueva obra; los viejos relatos no pueden saciarte ni satisfacer tus necesidades actuales, y esto significa que son historia, y no la obra del aquí y ahora. El camino más elevado es la obra más nueva, y con ella, por muy alto que fuera el camino del pasado, sigue siendo la historia de las reflexiones de las personas; independientemente de su valor como referencia, sigue siendo el camino antiguo. Aunque se registra en el ‘libro sagrado’, el camino antiguo es historia; aunque no hay constancia del mismo en el ‘libro sagrado’, el nuevo camino es del aquí y el ahora. Este puede salvarte y cambiarte, porque es la obra del Espíritu Santo” (‘Relativo a la Biblia (1)’ en “La Palabra manifestada en carne”). En aquel momento, de repente vi la luz, y me di cuenta de por qué había defendido siempre la Biblia y aun así mi espíritu se había vuelto cada vez más negativo, hasta el punto de que me había quedado sin nada que predicar. Me daba cuenta de que los hermanos y hermanas también se debilitaban cada vez más, hasta el punto de que ni siquiera asistían a las reuniones, mientras que aquellos que habían aceptado el evangelio del reino de Dios Todopoderoso estaban rebosantes de fe. Daba igual cómo los tratara, nunca eran negativos ni se desanimaban, seguían viniendo a predicarme el evangelio. El motivo de todo esto era que me estaba aferrando a la obra pasada de Dios. Era el viejo camino, que había perdido hace mucho la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, los hermanos y hermanas de la Iglesia de Dios Todopoderoso habían aceptado el liderazgo de la nueva obra de Dios, habían recibido el suministro de Sus palabras actuales y habían obtenido la obra del Espíritu Santo. ¡Esa era la diferencia entre el camino nuevo y el viejo! Esa era la causa primigenia de que el mundo religioso estuviera decayendo y que la Iglesia de Dios Todopoderoso fuera cada vez más próspera. “Señor”, oré. “Ahora por fin entiendo que Tú has regresado y nos has proporcionado un nuevo camino, un nuevo suministro de vida. ¡Te doy gracias!”.
En ese momento, mis emociones se bifurcaban entre la felicidad y una mala sensación. Estaba contenta porque Dios no me había abandonado, a pesar de haber sido tan rebelde y desobediente, e hizo uso de este método tan especial de recurrir a que mi esposo leyera las palabras de Dios para hacerme escuchar Su voz. ¡Así era realmente el amor de Dios y Su salvación para mí! Me sentía mal porque había esperado el regreso del Señor muchos años, pero nunca había considerado la posibilidad de que rechazaría al Señor cuando Él regresara y llamara a mi puerta. Aquellos hermanos y hermanas vinieron en repetidas ocasiones hasta aquí para difundirme el evangelio, pero lo único que hice fue ignorarlos. Compartieron la comunicación con mi esposo y sin embargo yo me burlaba e interfería deliberadamente… Al pensar en ello, sentí dolor en el corazón y no pude detener las lágrimas que brotaron de mis ojos. Me arrodillé ante Dios y oré: “¡Dios Todopoderoso! Estaba equivocada. Todos estos años siempre he defendido la Biblia y he considerado que desviarse de ella era igual a no creer en Dios. Trataba a la Biblia como a Dios y rechacé una y otra vez Tu nueva obra y Tu venida. ¡Estaba tan ciega! Ahora estoy dispuesta a dejar de lado la Biblia, seguir Tu nueva obra y escuchar Tus palabras de la nueva era. No volveré a mostrarme hostil hacia Ti y de ninguna manera voy a arruinarme la vida entera a causa de mis nociones e imaginaciones. ¡Oh, Dios! Anhelo tomar la determinación de cooperar contigo y, para reparar lo que Te debo, llevar de vuelta a Tu familia a aquellos en la iglesia que realmente creen en Ti”.
Recomendación: La segunda venida de Cristo
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