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Capítulo 30: Sólo puedes obtener cambios en tu carácter buscando la verdad

       
Imagen de la Iglesia de Dios Todopoderoso——Capítulo 30: Sólo puedes obtener cambios en tu carácter buscando la verdad

Capítulo 30: Sólo puedes obtener cambios en tu carácter buscando la verdad

 Capítulo 30: Sólo puedes obtener cambios en tu carácter buscando la verdad
Sólo puedes obtener cambios en tu carácter buscando la verdad: esto es algo que debes entender y comprender totalmente. Si no entiendes bastante la verdad, te equivocarás y te descarriarás. Para buscar el crecimiento en la vida debes buscar la verdad en todo. Independientemente del asunto que pueda surgir, debes buscar afrontarlo de una forma que sea conforme a la verdad, porque si lo haces de una manera que no sea del todo pura, estás yendo contra la verdad.

Hagas lo que hagas, debes considerar siempre su valor. Puedes hacer aquellas cosas que tienen sentido y no debes hacer las que carecen de él. Con respecto a las cosas que puedes hacer o no hacer, si es algo a lo que puedas renunciar, déjalo ir. O, si haces estas cosas durante algún tiempo y después tuvieras que renunciar a ellas, abandónalas pronto, y toma una decisión rápida. Éste es el principio que deberías seguir al hacer cualquier cosa. Algunas personas formulan esta pregunta: “¿Por qué es tan sumamente difícil buscar la verdad y ponerla en práctica? Es como remar contra corriente; si dejas de remar hacia delante vuelves a ir hacia atrás. ¿Por qué se compara el hacer cosas malas o cosas que no tienen significado alguno con navegar a favor de la corriente? En realidad es tan fácil hacerlo. ¿De qué va todo esto?”. Esto se debe a que en la naturaleza del hombre está el traicionar a Dios, y es una fuerza reaccionaria que ha adoptado una función principal en el hombre. Una naturaleza que se rebela contra Dios puede, por supuesto, hacer cosas que traicionan a Dios, y las cosas positivas le resultan difíciles de hacer. Esto se decide totalmente por la cualidad de esa naturaleza. Cuando entiendes realmente la verdad y empiezas a amar esa verdad desde dentro de ti, estás más dispuesto a hacer cosas que se conforman a la verdad y te fortaleces. Se convierte en algo normal, hasta el punto de poder llevarlas a cabo de una forma fácil y feliz, y sientes que hacer cualquier cosa negativa requiere un gran esfuerzo. Esto se debe a que posees la verdad y que ésta ha adoptado una función principal en tu corazón. Si entiendes realmente la verdad de la vida del hombre, si entiendes la verdad de la clase de persona que debes ser, cómo ser una persona legítima y franca, una persona honesta, cómo ser alguien que da testimonio de Dios y lo sirve, nunca más podrás hacer cosas malas que desafíen a Dios ni desempeñar el papel de un anticristo o de un falso pastor. Aunque alguien te sedujera, seguirías sin poder hacerlas; aunque te obligaran, seguirías sin poder actuar de esa forma. Esto es porque tienes la verdad en ti, eres capaz de aborrecer el mal, de sentir repugnancia por las cosas negativas, y te resultaría difícil hacer estas cosas, porque tu carácter ha cambiado. Si realmente tienes la verdad en ti, la senda por la que transitas será, de forma natural, la senda correcta. Sin la verdad es fácil hacer el mal y no serás capaz de ayudarte a ti mismo. Por ejemplo, como albergas arrogancia y engreimiento dentro de ti, no te puedes contener de resistir a Dios. No lo haces intencionalmente, sino que esto lo dirige tu naturaleza arrogante y engreída. Tu arrogancia y engreimiento hacen que desprecies a Dios, que no lo respetes, que te exaltes a ti mismo y hagas alarde ti mismo en todas las cosas, y hacen que al final te sientes en el lugar de Dios y que te testifiques, adorando tus propias ideas, pensamientos y nociones como si fueran la verdad. ¡Ve cuántas cosas malas te lleva a hacer esta naturaleza arrogante y engreída! Para resolver el problema de su maldad, el hombre primero debe resolver el problema de su naturaleza. Sin un cambio de carácter no es posible resolver fundamentalmente este problema. Cuando tienes algún entendimiento de Dios, cuando puedes ver la corrupción del hombre y reconocer la arrogancia y el engreimiento, despreciable y desagradable, te sientes indignado, asqueado y angustiado. Serás capaz de hacer conscientemente algunas cosas para satisfacer a Dios y, al hacerlo, sentirás satisfacción. Podrás testificar de Dios de forma consciente y, al hacerlo, sentirás gozo. Te desenmascararás deliberadamente y dejarás al descubierto tu fealdad; al hacerlo, te sentirás bien por dentro y tu estado mental mejorará. Así pues, el primer paso para buscar un cambio en tu carácter es procurar entender la palabra de Dios y entrar en la verdad. Sólo puedes tener discernimiento cuando entiendes la verdad; sólo puedes entender por completo las cosas si tienes discernimiento; sólo puedes abandonar la carne si comprendes del todo las cosas y, paso a paso, caminarás por el camino correcto de la creencia en Dios. Esto guarda relación con la resolución que tenga el hombre al buscar la verdad. Si una persona actúa con verdadera determinación, transcurridos seis meses o un año empezará a transitar por el camino correcto, verá resultados en tres o cinco años, y sentirá que está progresando en la vida. Si crees en Dios, pero no buscas la verdad, puedes creer durante diez años y no experimentar cambio alguno, y decir al final: “Creer en Dios es así, no hay gran sentido en ello; es algo muy parecido a mi vida anterior en el mundo. No hay interés en vivir”. Esto muestra en realidad que, sin la verdad, la vida está vacía. Puede que seas capaz de comunicar algunas palabras de doctrina, pero seguirás sintiéndote incómodo e inseguro. Si tienes entendimiento acerca de Dios, si sabes cómo vivir una vida con sentido, si puedes hacer algunas cosas que satisfagan a Dios, sentirás que esto es la vida real, que sólo viviendo de esta forma tu vida tiene sentido, que uno debe vivir de esta forma para ser capaz de satisfacer a Dios un poco y sentirse gratificado. Si puedes complacer de manera consciente a Dios, poner en práctica la verdad con deliberación, negarte conscientemente a ti mismo, renunciar a tus ideas, y ser obediente y considerado respecto a la voluntad de Dios; si eres capaz de hacer todas estas cosas de forma consciente, esto es poner en práctica la verdad con precisión, es poner realmente en práctica la verdad y no es como tu anterior confianza en tu imaginación y tu observancia de doctrinas y reglas. En realidad, resulta enormemente cansado hacer algo cuando no entiendes la verdad, cumplir doctrinas y reglas, no tener metas y hacer las cosas de mala manera. Sólo puedes ser libre con la verdad —esto no es mentira—, y con la verdad puedes hacer cosas de una forma fácil y feliz. Las personas que poseen esta clase de estado son los que tienen la verdad, son los que han cambiado su carácter.


Durante el proceso de buscar entrar, cada asunto debe investigarse y compararse con la palabra de Dios y con la verdad; debe sopesarse minuciosamente para saber cómo hacerlo de una forma que sea totalmente conforme a la voluntad de Dios. Es entonces cuando puedes renunciar a las cosas que surgen de tu propia voluntad. Sabrás cómo hacer las cosas en conformidad con la voluntad de Dios, e irás y las harás, como si todo estuviera tomando su curso natural, y sentirás que es extremadamente fácil. Las personas que tienen la verdad hacen las cosas así. En realidad, puedes mostrarles a los demás que has cambiado genuinamente tu carácter; ellos verán que, sin duda, posees algunas buenas obras, que haces las cosas con principios y que lo haces todo bien. Verán que eres alguien que entiende la verdad, que sin duda tienes alguna semejanza humana y que, en efecto, la palabra de Dios ha dado resultados contigo. Después de que alguien haya entendido realmente la verdad, puede discernir su propio estado, entender totalmente todos los asuntos complicados y saber cómo debería hacer las cosas de la forma correcta. Si no entiendes la verdad, no serás capaz de discernir tus propios estados. Querrás rebelarte contra ti mismo, pero no sabrás cómo hacerlo ni contra qué te estás rebelando; querrás abandonar tu propia voluntad; pero, si piensas que ésta se conforma a la verdad, ¿cómo puedes abandonarla? Quizás llegues incluso a pensar que está esclarecida por el Espíritu Santo y, por tanto, no la abandonarás pase lo que pase. Así pues, cuando alguien no tiene la verdad, le resulta fácil pensar que esas cosas que surgen de su propia voluntad, así como la impureza del hombre, sus buenos propósitos, su amor ciego y su conducta son todos correctos, que se conforman a la verdad; ¿cómo puedes rebelarte contra ellos? Si no entiendes la verdad ni sabes lo que es ponerla en práctica, si tus ojos están nublados y no sabes qué camino tomar de manera que sólo haces las cosas sobre la base de lo que te parece correcto, harás algunas cosas desviadas o erróneas, unas que respetarán las reglas, otras que surgirán del entusiasmo y algunas que procederán de Satanás y que darán lugar a trastornos. Las personas que no poseen la verdad hacen las cosas de esta forma: un poco a la izquierda, después un poco a la derecha; lo correcto durante un minuto y, al siguiente, se desvían; sin precisión alguna en absoluto. Los que no tienen la verdad consideran todas las cosas de un modo erróneo; ¿cómo pueden manejar, pues, sus asuntos de forma adecuada? ¿Cómo pueden resolver cualquier problema? Entender la palabra de Dios no es algo fácil de hacer, y la verdad que las personas son capaces de entender también tiene sus límites. Además, las personas pueden creer en Dios durante toda su vida, pero su entendimiento de Su palabra seguirá siendo limitado. Incluso aquellas personas relativamente experimentadas pueden, en el mejor de los casos, evitar hacer las cosas que desafían de manera manifiesta a Dios, eludir esas cosas que son obviamente malvadas y las que no benefician a nadie. A ellos les resulta imposible alcanzar un estado que no contenga una mezcla de su propia voluntad. Esto se debe a que las personas tienen pensamientos normales; una parte de su pensamiento se conforma a la palabra de Dios y pertenece a un aspecto del entendimiento que no puede catalogarse como voluntad propia. Pero la clave está en discernir las cosas de la voluntad propia que van contra la palabra de Dios, contra la verdad y contra el esclarecimiento por parte del Espíritu Santo. Debes, por tanto, dedicar esfuerzo a entender la palabra de Dios, y sólo puedes tener discernimiento cuando entiendes la verdad.
Al procurar cambiar tu carácter, debes alcanzar una determinada etapa en tu entendimiento de ti mismo, por medio de la cual puedes descubrir los venenos que se encuentran en tu naturaleza, debes saber qué es desafiar a Dios y rebelarse contra Él, y saber cómo hacer las cosas conforme a la verdad en todos los asuntos. Debes entender también algo de la voluntad de Dios y de Sus exigencias para con el hombre. Debes poseer conciencia y razón delante de Dios y no alardear ni engañar a Dios. Esto equivale a un cambio en tu carácter. Quienes han cambiado su carácter tienen un corazón temeroso de Dios. Es menos probable que se rebelen contra Él y hacen menos cosas que lo desafían. En cuanto al cumplimiento de sus obligaciones, Dios no necesita estar siempre preocupándose por ellos y el Espíritu Santo tampoco tiene que hacer siempre la obra de disciplina en ellos. Pueden obedecer básicamente a Dios y la verdad está presente en sus opiniones sobre las cosas; esto equivale a ser compatible con Dios. Supón que alguien te entrega alguna obra, una obra que no requiere la dirección de nadie. Simplemente la llevas a cabo de acuerdo con la palabra de Dios y a través de la oración y, durante esta obra, eres capaz de no ser arrogante y engreído, y de no hacer nada que desafíe a Dios ni reprimir a nadie más, y eres capaz de ayudar a los demás con compasión. Puedes transmitir con paciencia tu experiencia en comunión a los demás de forma que todos puedan obtener provisión, beneficio y puedan entrar en el camino correcto de la creencia en Dios. Además, durante esta obra, no buscas tu propio estatus ni tus intereses, ni tomas para ti nada que no te hayas ganado, ni te defiendes a ti mismo; independientemente de cómo te traten los demás, tú los tratas de forma adecuada. Entonces te convertirías en una persona de una estatura relativamente buena. A nadie le resulta fácil asumir alguna obra y llevar a todos a la realidad de la palabra de Dios. Muchas personas con grandes dones caen y se desmoronan. Sin la verdad no se puede confiar en absoluto en las personas, y menos aún si su carácter no ha cambiado. ¿Cuál es tu estatura ahora? ¿Cómo deberías tratar a alguien que te adula? ¿Cómo deberías tratar a alguien que tiene opiniones sobre ti o que te mira de forma crítica? ¿Eres capaz de promocionar y escoger a las personas correctas sin apoyarte en tus emociones? ¿Sois capaces de hacer realmente estas cosas con vuestra estatura actual? Si la mayoría de las personas ve que lo que haces es bueno y apropiado, entonces todo está bien y eres adecuado para ser usado. Si trabajaste en algún sitio durante varios años y la mayoría de las personas no tenía una opinión demasiado buena de ti, esto muestra que no eres apto ni adecuado para que Dios te use. No es posible alcanzar una etapa en la que seas adecuado para que Dios te use si no tienes la verdad.
Cuando buscas la vida debes prestar atención a dos cosas básicas: 1) entender la verdad en la palabra de Dios, y 2) entenderte a ti mismo en la palabra de Dios. Estas dos cosas son las más fundamentales. No hay vida ni verdad fuera de la palabra de Dios. Si no buscas la verdad en ella, ¿dónde puedes ir a buscarla? ¿Dónde está la verdad en el mundo? ¿No son todos los libros publicados en el mundo las teorías del diablo Satanás? ¿Dónde hay alguna verdad de la que hablar? Entre las cosas más importantes a la hora de entender la verdad en la palabra de Dios se incluye el entendimiento de Dios en Su palabra, el entendimiento de la vida humana en Su palabra y el entendimiento de todos los aspectos de la verdad en Su palabra. Por ejemplo, el verdadero entendimiento de uno mismo y descubrir el sentido de la existencia del hombre en la palabra de Dios... Toda la verdad está en la palabra de Dios. No puedes entrar en la verdad a no ser que lo hagas a través de la palabra de Dios. El resultado principal que debes alcanzar es saber qué es un entendimiento real de la palabra de Dios. Con él puedes entender después la verdad: esto es lo más fundamental. Algunas personas obran y predican sermones y, aunque superficialmente parece como si estuvieran hablando de la palabra de Dios, lo único que están diciendo es el sentido literal de la misma, sin hablar en absoluto de su esencia. Sus sermones son como la enseñanza de un libro de texto, organizados artículo por artículo, aspecto por aspecto; y, cuando han acabado todos, todos cantan sus alabanzas y dicen: “¡Oh, este predicador es tan práctico! ¡Ha predicado tan bien y con tanto detalle!”. Después de terminar de predicar, les dicen a los demás que recopilen lo predicado y se lo entreguen a todos. Al hacerlo, engañan a los demás y lo único que predican son falacias. Superficialmente parece que están predicando únicamente la palabra de Dios y que sus palabras se conforman a la verdad. Pero si disciernes con mayor detenimiento, verás que todo lo que dicen son las palabras de la doctrina y sólo son razonamientos falsos. Sus palabras también contienen algunas imaginaciones, conceptos y hay algunas palabras que delinean a Dios. ¿Acaso predicar de esta forma no interrumpe la obra de Dios? Es una manera de servir que desafía a Dios. Las personas razonables deben establecer límites en el ámbito de su propio discurso: qué aspectos del discurso deberían decir y cuáles pertenecen al cumplimiento de sus obligaciones, y qué aspectos del discurso solamente puede pronunciar Dios. El hombre no debe estar ni hablar en el lugar de Dios. Nadie puede explicar cómo obra Dios; ¿cómo puede, pues, definirlo alguien? El hombre está aún menos cualificado para definir a Dios y esto debe entenderse a fin de evitar hacer cualquier cosa que no sea razonable. Como alguien que tienen razón, debes conocer tu lugar, las cosas correctas que decir y, aunque hayas llegado a saber algo, sabes no decir lo que no deberías decir. Aunque Dios te dijera algo antes, no lo repites a los demás; ¿de qué valdría decirlo? ¿Acaso no sería arrogante desear sobrepasar siempre tu puesto sólo hablando? Si no entiendes los asuntos de Dios no los entiendes. No finjas entender ni seas un sabelotodo. ¡Es demasiado repulsivo! Siempre quieres ocupar el lugar de Dios para mostrar que lo entiendes todo y monopolizar la atención. También deseas hablar más y hacer más para Dios. Todos tienen esta ambición y es algo sumamente vergonzoso. Ahora están viniendo extranjeros a buscar el camino verdadero; entonces, ¿cómo deberías dar testimonio de Dios? Si no tienes razón, si eres arrogante y engreído y haces las cosas ciegamente, ¿no desafías a Dios y blasfemas contra Él? ¿Es esto cumplir con tu obligación? Menos aún es dar testimonio de Dios. En realidad, eres tú en plena revelación de tu imagen de Satanás. Quienes han sido verdaderamente conquistados deben aprender a hablar con sinceridad y dar algún testimonio real. Compartir tus experiencias vitales vale más que cualquier otra cosa. ¿Qué utilidad tiene jactarse y hablar de grandes teorías? Una vez experimentados varios años de la obra de Dios, el hombre sigue sin comportarse bien y sin ser digno de dar testimonio de Dios, según su identidad. Irracional y arrogante, el hombre desea dar testimonio de Dios. ¿Acaso no avergüenzas a Dios y blasfemas contra Él? No entiendes a Dios. Además, tu carácter sigue desafiándolo. ¿No hay, pues, un aire de repugnancia en el testimonio que das? ¿No hay algo maloliente en ello? Por tanto, el hombre no es digno de dar testimonio de Dios. Si alguien dice: “¿Podrías dar testimonio para nosotros de la obra de Dios en la China continental?”, tú dices: “He experimentado varios años de la obra de Dios, y por ello creo que estoy cualificado para dar testimonio de Él”. ¿No es esto un problema? ¡Una vez más, esto no es razonable! El hombre no es digno de dar testimonio de Dios. Deberías decir simplemente: “No somos dignos de dar testimonio de Dios. Pero Él nos ha salvado y nos ha concedido Su gracia. Hemos obtenido alguna gracia y experimentado algo de la obra de Dios, de forma que podemos participar en la comunión, pero no podemos considerar en serio dar testimonio de Dios. No somos aptos para hablar de testificar de Dios; sólo podemos hablar de nuestras propias experiencias”. Está bien que hables de cómo has experimentado el ser conquistado por Dios, lo corrupto y arrogante que eras en ese momento, la clase de resultado que se produjo al final tras ser conquistado y el tipo de resolución que tuviste finalmente. Realmente, ésta es la forma de testificar que Dios le exige seguir al hombre, y este camino es muy conforme a la voluntad de Dios. Si dices que deseas dar testimonio de Dios y asumir un puesto por medio del cual puedas hacerlo, es un gran error; ¡no tienes razón y eres arrogante! Sólo puedes decir: “Hablaremos de algunas experiencias, pero no podemos considerar en serio el dar testimonio de Dios. Comunicaré algo en primer lugar. ¿Por qué se encarnó Dios en China? Probablemente no entendáis mucho. Hemos entendido esto a partir de la obra de Dios. Nosotros, los chinos, hemos sido corrompidos muy profundamente por Satanás, y estamos en el lugar en el que yace enroscado el gran dragón rojo. Satanás nos ha corrompido muy profundamente, nuestra humanidad es muy deficiente, tenemos la integridad más baja y no parecemos humanos en absoluto. En comparación con el pueblo escogido de Dios de todas las demás naciones y regiones, somos los más inferiores; por tanto, nos avergüenza demasiado dar testimonio de Dios. Sólo podemos dar un pequeño testimonio de nuestras experiencias personales. Somos las personas más inmundas y corruptas; hemos sido traídos a la gran salvación de Dios y hemos obtenido Su gran amor, por lo que debemos hablar de testimonios de nuestras experiencias personales, y no podemos sofocar la gracia de Dios”.
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