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Capítulo 40: Los elementos de infidelidad dentro del hombre y la naturaleza del hombre que traiciona a Dios

         Capítulo 40: Los elementos de infidelidad dentro del hombre y la naturaleza del hombre que traiciona a Dios
Imagen de la Iglesia de Dios Todopoderoso——Capítulo 40: Los elementos de infidelidad dentro del hombre y la naturaleza del hombre que traiciona a Dios

Capítulo 40: Los elementos de infidelidad dentro del hombre y la naturaleza del hombre que traiciona a Dios


Dios Todopoderoso dice :
Las dificultades con las que pueden toparse fácilmente las personas en su experiencia, las cosas que provocan que las personas caigan fácilmente, y dónde residen las debilidades fatales de cada persona son todos asuntos que deben dominarse.
¿Por qué caes, dejas a Dios y pierdes la fe para continuar tu búsqueda de la verdad cuando te topas con ciertas cosas? En el presente, todos corren este mismo peligro. Independientemente de la cantidad de fe que tengas normalmente, lo grande que sea tu entusiasmo, lo determinado que estés o lo inflexible que seas, sólo puede ocurrir un tipo de cosa que hará tambalearse y caer a todas las personas. ¿Qué clase de cosa es? Cuando se ve que quienes creen en Dios sufren opresión y exclusión en el mundo, mientras que los incrédulos prosperan en él y son ricos y poderosos, y cuando se ve que los creyentes son oprimidos y acosados, la mayoría de las personas no puede entenderlo. Algunos incluso se quejan: “Tal vez no haya Dios, después de todo. ¿Por qué no nos respalda Dios? ¿Por qué no hace Él algo con estas personas?”. ¿Cuál es el problema cuando esta clase de situación se produce con frecuencia? En especial, cuando ves que las fuerzas de los incrédulos son particularmente potentes, reflexionas: “¿Por qué no tiene la familia de Dios fuerzas propias? ¿Por qué sufre siempre la familia de Dios el acoso y la opresión de los demás?”. La mayoría de las personas se irán volviendo débiles así, cuando ocurra este tipo de cosa. Todas y cada una de las personas pensarán lo imponente que es la actitud de los oficiales del mundo, lo elevadas, ocultas u opacas que son sus filosofías de vida, lo dotados y elegantes que son, la presencia que tienen... La mayoría de las personas envidia estas cosas en su corazón. ¿No es correcto? Todas las personas tienen estas cosas en su interior y pueden sentirse abrumadas y tentadas por estas cosas, incluso hasta el punto de que estas cosas pueden hacerlas momentáneamente débiles. Esto demuestra que las personas siguen sin interesarse demasiado por Dios, Su palabra o la verdad. Por muy inflexible que seas o por mucha fe que suelas tener, cuando encuentras algo así te debilitas momentáneamente; cuando encuentras grandes dificultades, necesitas muchos días para recuperarte. Algunas personas no soportan cuando ven a alguien llegar a la universidad o convertirse en oficial. Incluso si alguien consigue un aumento de sueldo en el trabajo, tiene una buena vida familiar o tiene algo de lo que disfruta, sencillamente no pueden soportarlo. Algunas personas aman los coches, y piensan: “¿Por qué los demás pueden tener buenos coches, y nosotros no? Creemos en Dios, por lo que deberíamos tener prioridad. Dios debería permitirnos ser los primeros en disfrutar de estas cosas. ¿Por qué no podemos disfrutarlas ahora?”. Que las personas tengan estas reacciones y piensen estas cosas en su corazón, que consideren estas cosas como muy importantes, revela cómo es la naturaleza del hombre. Las personas tienen una cosa en su naturaleza y esto les permite estar interesadas en estas cosas. Además, es como si no pudieran despegarse de cosas así. Sienten que, sin ellas, la vida es aburrida. Ahora, muchas personas piensan habitualmente: “¿Podría seguir viviendo si no tuviera la verdad? ¿Podría seguir viviendo sin Dios?”. Reflexionan en esto y finalmente piensan: “Sí, podría seguir viviendo, y no me sentiría demasiado mal por ello. Si ahora no hubiera sociedades, naciones, incrédulos, sentiría que quizás el mundo está demasiado vacío, sin que ocurra nada emocionante”. La naturaleza de las personas lleva estas cosas dentro, y aquéllas no anhelan a Dios ni las cosas que son positivas, brillantes, hermosas o buenas. Por tanto, ¿para qué siguen creyendo en Dios las personas? Sólo creen en Dios porque tienen un deseo y requieren algo de Él. Empujadas por este deseo, las personas buscan la verdad, creen en Dios, sufren dificultades y son decididas. Pero que alguien crea en Dios y sufra un poco no significa que haya renunciado a esas cosas. En realidad, siguen anhelándolas. ¿Por qué revelan algunas personas su rostro diabólico una vez que se convierten en líderes o están en una posición de responsabilidad? Esto muestra que sus corazones anhelan esas cosas. ¿Qué clase de naturaleza es ésta? La naturaleza que hay en el hombre es la misma que la de Satanás. Estas cosas son lo único que Satanás adora y disfruta de todas ellas. La naturaleza en el hombre es la misma que la de Satanás, por lo que el hombre acaba teniendo la misma visión que éste, y se une a él involuntariamente. Como ves, cada persona tiene algo en ella que va en contra de la verdad, que entra en conflicto con ella. Estas cosas son del todo incompatibles con la verdad y no guardan relación con ella, pero las personas son incapaces de ser conscientes de ello. Las personas sienten en ocasiones: “Existe una razón por la que hago esto así; es correcto. Debería decirse que se conforma a la verdad y lo estoy haciendo conforme a las exigencias de Dios”. En realidad, lo que haces es algo que ha surgido de la buena voluntad del hombre y de tu naturaleza satánica. Puedes sentir que es muy bueno, pero realmente no se conforma a la verdad. ¿Por qué temen algunas personas cuando ven las grandes fuerzas de los incrédulos? Además, los envidian en su corazón, y dicen: “Si pudiera creer en Dios y además tener semejante poder, mucho dinero y muchas personas apoyándome, sería fantástico”. Éstas son las cosas que las personas envidian. Si el Espíritu Santo no obrara en ellas ni estuvieran en un entorno opresivo, ni tuvieran quien las guiara, quien las obligara, todas seguirían las tendencias del mundo y nadie creería en Dios. Aquellos de vosotros que ahora sois líderes podéis estar llenos de energía, y pensáis: “Debo realizar bien mi trabajo, y guiar bien a estas personas”. Pero si fueras alguien de rango menor, un seguidor, que tienes a otra persona que te guíe, es posible que no tuvieras la fuerza que tienes ahora y es probable que seas frecuentemente débil y te sientas desaminado como otras personas. Cuando estás en una posición de responsabilidad sientes que, por tu liderazgo, debes hacer que los que están por debajo de ti sigan seriamente en su creencia y no dejar que se equivoquen. Tu trabajo como líder consiste en permitir que quienes están por debajo de ti sigan. Con este estatus puedes hacer bien el trabajo. Pero si no hubieras tenido este estatus, quizás no serías tan fuerte como eres ahora. Por medio de la disección de estas cosas en las personas pueden descubrir que aquello que anhelan no son cosas justas, no son de la luz ni de la verdad, ni conforme a los hechos. En su lugar, anhelan las cosas mundanas, las que pertenecen a Satanás y que las personas consideran buenas. Al difundir el evangelio, muchas personas se vuelven negativas cuando ven que su obra se hace difícil o que muy pocas personas entran en la iglesia, y piensan: “Las fuerzas de todas las denominaciones y sectas son muy poderosas y las personas que convierten son estudiantes universitarios, todo tipo de intelectuales y también algunos oficiales”. Es como si se sintieran increíblemente honrados por estos varios oficiales y estudiantes universitarios, sin ser conscientes de a qué equivale un estudiante universitario. Llegan muy lejos en su adoración de quienes tienen poco conocimiento o educación, y también consideran que los oficiales y estas fuerzas son especialmente importantes. Pero tú crees en Dios y no en ellos ni en su poder. Las personas creen en Dios, pero buscan refugio en estas fuerzas, y adoran a quienes poseen un alto nivel de conocimiento. ¿Qué determina esto respecto a la naturaleza humana? El hombre está traicionando a Dios. De entre estas cosas que las personas adoran, ¿cuál de ellas le proporciona gozo a Dios? ¡Ninguna de ellas! El conocimiento, el estatus, la fama y la ganancia, la riqueza, el poder, ¿cuál de estas cosas le gusta a Dios? ¿Cuáles de ellas son positivas? ¿Cuáles de ellas son conforme a la verdad? ¡Ninguna de ellas! Pero estas cosas existen en todos y gustan a todos. En las relaciones interpersonales y en sus actitudes hacia los demás, se puede ver que las personas atribuyen una gran importancia al estatus, al poder y a la riqueza. Cuando alguien va a casa de otra persona y ve que es rica, y que su familia vive en condiciones favorables, quiere continuar allí y no marcharse, y hasta olvida a sus propios padres. Olvida por completo a los padres que le dieron la vida y lo criaron, que pasaron tantos años alimentándolo, hasta el punto de ser capaces de deshacerse de ellos con cualquier pretexto; ¿no les resultará fácil, acaso, olvidarse de Dios? La naturaleza de la traición en el hombre es muy grave y está profundamente arraigada. ¿Por qué se dice que la naturaleza del hombre es traicionera? ¿Cuántas cosas incluye esta traición? Abarca todas las cosas que las personas aman, anhelan, buscan, protegen y todas aquellas en las que pueden pensar. En general, se puede decir que lo natural en el hombre es traicionar. ¿Cómo se puede ver si es éste el caso? Se ve perfectamente cuando comparamos la actitud de las personas hacia Dios, su búsqueda de Él y las cosas que piensan en su corazón con lo que Él requiere de ellas, independientemente de que aquello en lo que alguien piense todo el día sea conforme a la voluntad de Dios. ¿En qué piensan las personas las 24 horas del día? Aparte del tiempo en que están durmiendo o de la hora de las comidas, ¿en qué piensan las personas? Se quedan de brazos cruzados sin nada que hacer y reflexionan: “Oh, mira esa familia; que vive tan feliz y tan cómoda. Si yo viviera como ellos, pero además creyera en Dios, ¡cuánto mejor sería! ¡Tendría el mejor de todos los mundos posibles!”. Luego están los que meditan todo el día: “Si yo tuviera la familia perfecta como ellos y encontrara una buena pareja, alguien que no me persiguiera, ¡eso sería fantástico!”. Y también están los que ven a los demás con buenos trabajos, y piensan: “Oh, si yo tuviera las mismas circunstancias que ellos, con un buen trabajo y ganando mucho dinero, vistiendo buena ropa y comiendo bien, si tuviera eso y además creyera en Dios, ¡sería fantástico!”. Siempre ponen la creencia en Dios al final y al mencionarla, sentirán: “Pero creer en Dios así significa que me voy a perder cosas. Si puedo disfrutar de la vida un poco más, comer un poco mejor y no tener a nadie que me persiga, ¿no es eso mejor? ¿Por qué no me ayuda Dios, pues, a lograr mi objetivo de esa forma? ¿Por qué no me satisface Dios así?”. ¿Por qué se ha dicho anteriormente que todo lo que existe en el corazón del hombre es malo, y no es conforme a la voluntad de Dios? El corazón del hombre está lleno de comida, ropa, disfrute y diversión. ¿Pero a qué pertenecen esas cosas? Pertenecen al mundo; pertenecen al diablo. La voluntad de Dios consiste en no permitir que las personas disfruten simplemente de estas cosas; como la Biblia ha dicho con anterioridad: “El hombre no vivirá solo de pan sino de cada palabra de Dios”. Pero el hombre no vive ahora sólo para creer en Dios ni para obtener Su palabra. Tiene muchos más objetivos, anhela muchas más cosas. Su perspectiva sobre la vida no es vivir para Dios ni para Su palabra, ni para la justicia, ni para satisfacer a Dios, ni para cumplir Su voluntad, ni para ser salvado. Estas cosas no son el objetivo del hombre ni él está a la altura de ellas. La mayoría de las personas viven con el fin de obtener bendiciones. También están las personas que sólo viven para ganar crédito, ¡y esto es más erróneo aún! “El gran dragón rojo me persigue hasta ese punto. ¿Acaso debo no vivir bien? El gran dragón rojo me hace mucho daño, hiere a mis hermanos y hermanas, y a la familia de Dios. Debo intentar vivir bien y recibir mi salvación al final. Eso lo demostrará, y será una forma poderosa de defenderme”. Y después están los que dicen en su corazón: “¡Oh, si nosotros, este grupo de personas, no creemos seriamente en Dios y Su obra se desperdicia en nosotros, deberíamos ser maldecidos y seremos incapaces de mostrar nuestro rostro a la gente del mundo! ¡Seremos aún menos capaces de ir con la cabeza alta delante de quienes ya se burlaron de nosotros y nos difamaron!”. El significado implícito es: “Dios, debes hacerme completo. Si no lo haces, ¿dónde podré llevar la cabeza alta? Ya no podré mirar a nadie”. Ésta es una opinión que las personas llevan en su interior. Por qué viven, cuáles son sus metas y su perspectiva en la vida, cuál es su base para vivir, todas estas cosas se pueden ver. Algunas personas piensan ahora que tienen alguna intención de vivir para Dios y que existen ciertas expresiones específicas para esto. Pueden renunciar a su familia y gastar para Dios y dedicarse a Él. Ya no quieren a sus hijos, a su esposo o a su esposa. Pueden sentir que son jóvenes, pero no se casarán, y esto puede considerarse vivir para Dios. Superficialmente has abandonado a tu familia, te comportas un poco de esta forma y actúas un poco de esta manera; éste es el aspecto de la colaboración del hombre. Pero los objetivos que el hombre anhela en su corazón no son estas cosas. Aquello en lo que las personas piensan las 24 horas del día es en qué buenos alimentos comer, qué buena ropa y calzado comprar o en debatir sobre cómo son otras personas, reflexionar en qué les pasará en el futuro, o cómo darse la buena vida. Estas cosas son en lo único que piensan. Y después están los que meditan: “Cuando sea viejo, no tendré familia y seré un vagabundo. Entonces, ¿cuándo podré vivir feliz? ¿Cuándo dejaré de sufrir así?”. Siempre se sienten inquietos en su interior por estas cosas y tan presionados por ellas que no pueden respirar. Como ves, cuando os sentáis juntos en comunión, este tipo de situación surge a menudo. Una hermana está hablando con otra y dice: “¿Cómo has estado últimamente?”. La otra le responde: “Mi estado no era bueno antes, pero me recuperé”. La hermana prosigue: “Dime, pues, cómo te recuperaste”. Entonces, la otra habla con ella, conversa, divaga y se desvía del tema. Si no hay nadie ahí para supervisar, una reunión se convierte en una cháchara, y no se logra nada en absoluto. En el hombre no hay mucha luz ni mucha experiencia, ni mucho entendimiento de la verdad. Por tanto, ni siquiera cuando comunican en comunión pueden llegar al tema correcto; éste es la estatura del hombre ahora mismo. Muchas personas no están pasando ahora por pruebas o sufrimientos ni por un entorno adverso, y piensan: “Ahora estoy buscando la verdad realmente bien. Como mínimo sé cómo ganar experiencia y estoy un poco más cerca de la realidad. Puedo entender lo que Dios dice y también recibirlo. Independientemente de lo que pueda sobrevenirme, siento que no seré un traidor ni abandonaré a Dios”. Así se siente la mayoría de las personas que viven cómodamente. Pero, en realidad, no te has dado cuenta de que, aunque no puedas abandonar a Dios, tu corazón no es necesariamente el mismo. Si de verdad puedes garantizar que seguirás adelante sea cual sea el entorno, independientemente de lo que te pueda sobrevenir, de la tribulación, la prueba o el sufrimiento que puedas experimentar, o de la enfermedad que pueda afligirte, si puedes seguir adelante pase lo que pase, sin cambiar tu determinación original o los objetivos que buscas, se te exige que elimines todos los obstáculos en tu camino y purgues por completo todo aquello que quede en tu corazón que no sea conforme a la verdad. Sólo entonces serás capaz de resolver por final tus problemas.
Pocas personas dicen ahora: “Dedico toda mi vida a Dios. Por muy larga que sea mi vida, seguiré hasta el final. Independientemente de lo que Dios haga, de cómo me trate, me aferraré a Sus palabras”. ¿Has pensado así? Puede que hayas pensado así de vez en cuando, pero sigues sintiendo que no posees esa clase de determinación, que no eres lo suficientemente fuerte para ponerlo en práctica. Todos estos estados existen en el corazón de las personas. Si, a continuación, algo cambia de repente, puedes correr el riesgo de caer, puedes abandonar el camino verdadero y convertirte en alguien que blasfema contra Dios. ¿No es esto un peligro? Si no se produce un cambio en las visiones e ideas inherentes a ti, en tus metas vitales y en tu base para vivir, no estarás seguro y puedes encontrarte con una crisis. Porque cada día, las personas tienen pensamientos vivos y su cerebro y su corazón están vivos hasta el punto de que, en cualquier momento, seguirán la estela de los cambios en su entorno y sus condiciones. Justo ahora estás sentado aquí, pero quizás la próxima vez habrás salido corriendo a alguna parte y desaparecido sin dejar rastro. ¡Los cambios pueden producirse con tanta rapidez! En la iglesia, algunas personas cantarán hoy himnos, danzarán y orarán fervientemente con lágrimas. Pero mañana habrán desaparecido, habrán huido quién sabe dónde, quizás al cine, a la discoteca, a la sala de juegos, y habrán desaparecido en los océanos del mundo. Aquellos de vosotros que hoy sois líderes u os habéis convertido en colaboradores sentís que estáis seguros y que no es posible que caigáis. Algunos incluso piensan: “He pasado por peligros y por la cárcel. He soportado sufrimiento y experimentado pruebas, y no me he alejado”. Estas cosas no son una garantía de tu destino. En realidad, cada persona está en peligro cada día. Algunas se encontrarán repentinamente con algo, un día, y les hará sentir que no pueden seguir viviendo, hasta el punto de llegar a desear la muerte. Como cuando alguien está muy enfermo y exhala su último aliento. Sienten que la vida es demasiado dolorosa, que no hay sentido en ella y que más les vale morir. La muerte también es una forma de desconectar. ¿Acaso no es ésta la idea de estas personas? Si a alguien no le ha sobrevenido nada malo, piensan: “¡No, no puedo! ¡No puedo!”. Por mucho que pienses, no puedes descubrir ese sentimiento, y por mucho que lo reflexiones, no puedes descubrir cuál era esa mentalidad entonces. Cuando alguien está enfermo y padece un dolor terrible, siente que no puede soportarlo. Pero cuando vuelven a pensar en aquel momento, no logran recordarlo, como si no hubieran sentido dolor alguno; una vez que se llega a la orilla, ya no se ora más. Las personas son cosas vivas con ideas vivas y cambian con sus entornos. Es decir, todos están en gran riesgo y al filo del peligro; no estás a salvo ni tienes garantías, al no saber cuándo se producirá un cambio. Más adelante, habrá algunas personas que sufrirán grandes persecuciones o grandes pruebas. Por supuesto, cuando las pruebas os sobrevengan después no serán como las de Job; ¿cómo puede alguien tener una estatura que iguale a la de Job? Hoy en día, no se puede definir a las personas como buenas, y no se hable ya de justas. Así pues, aquellos que vinieron después no merecieron disfrutar del mismo tipo de prueba que Job. El tipo de prueba por la que pasó Job fue para dar testimonio de Jehová, y esto es algo que no sucederá de nuevo. A Job se le otorgó el honor especial de disfrutar de esta prueba y el testimonio que dio fue completo. Hoy en día, básicamente las personas no poseen la fe y la humanidad de Job, no tienen la verdad que deberían tener, y su naturaleza corrupta casi no tiene ya remedio; ¿cómo podrían mantenerse firmes durante cualquier prueba? Necesitas equiparte con la verdad si quieres saber cómo mantenerte firme durante las pruebas futuras, y saber qué tipo de visión deberías retener. Si no te equipas bien con la verdad ahora, cuando las pruebas te sobrevengan te verás en situaciones desesperadas, y será demasiado tarde para arrepentirte.
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