Caminando con Jesucristo |
Sermones Cristianos | Por qué Dios le preguntó a Pedro, “¿Tú me amas?”
Los registros del Nuevo Testamento, “Entonces, cuando habían acabado de desayunar, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Pedro le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis corderos. Y volvió a decirle por segunda vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo por tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se entristeció porque la tercera vez le dijo: ¿Me quieres? Y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas” (Juan 21: 15-17).
Cada vez que leo estos versos, me pongo a reflexionar: ¿Por qué el Señor Jesús le preguntó a Pedro “¿me amas?” tres veces seguidas? ¿Qué nos quiso decir a través de estas tres preguntas? ¿Qué mensaje nos quiso transmitir el Señor? Debido a mi perplejidad y confusión, busqué respuestas en algunos libros espirituales.
Al final, encontré contenido relevante a estas preguntas. Después de leerlo, fui consciente de parte de la voluntad de Dios desde las palabras que el Señor Jesús le preguntó tres veces a Pedro, “¿me amas?” Como dice en el libro, “En esta conversación, el Señor Jesús le hizo una y otra vez la misma pregunta a Pedro: ‘¿Pedro, me amas?’. Es un nivel superior que Él exige de personas como Pedro, después de Su resurrección, a los que creen de verdad en Cristo y se esfuerzan por amar al Señor. Esta pregunta fue una especie de investigación, de interrogación, y más aún fue un requisito y una expectativa de esta clase de persona. Usó este método de preguntas para que pudieran reflexionar sobre sí mismos y mirar en su interior: ¿Cuáles son los requisitos del Señor Jesús para las personas? ¿Amo al Señor? ¿Soy una persona que ama a Dios? ¿Cómo debería amar a Dios? Aunque el Señor Jesús sólo formulara esta pregunta a Pedro, la verdad es que en Su corazón quería utilizar esa oportunidad para extender este tipo de interrogante a más personas que buscan amar a Dios. Lo que ocurre es que Pedro fue bendecido y actuó como representante de este tipo de persona, y recibió las preguntas de la propia boca del Señor Jesús”. “… Era una pregunta que invitaba a la reflexión, llena de significado, que provocaba indefectiblemente remordimiento y temor en cualquier seguidor de Cristo, pero que también sentía el ánimo angustiado y triste del Señor Jesús. Y cuando están soportando gran dolor y sufrimiento, son más capaces de entender la preocupación del Señor Jesucristo y Su interés; se dan cuenta de Su enseñanza sincera y de Sus requisitos estrictos a las personas puras y honestas. La pregunta del Señor Jesús permite que las personas sientan que las expectativas que Él tiene respecto a las personas, reveladas en estas simples palabras no son meramente para creer en Él y seguirle, sino para lograr tener amor, amar a tu Señor, a tu Dios. Este tipo de amor es preocuparse y obedecer, que los seres humanos vivan para Dios, mueran por Él, se lo dediquen todo a Él y gastarlo y darlo todo por Él. Esta clase de amor también consiste en darle consuelo a Dios, permitirle disfrutar del testimonio y que descanse. Es como un reembolso que la humanidad le hace a Dios, su responsabilidad, su obligación y su deber, y el camino en que esta debe seguir durante toda su vida. Estas tres preguntas eran un requisito y una exhortación que el Señor Jesús le hizo a Pedro y a todos aquellos que serían perfeccionados. Y fueron estas las que dirigieron a Pedro y lo motivaron a completar su camino en la vida; fueron las preguntas del Señor Jesús justo antes de partir las que le llevaron a empezar su senda hacia el perfeccionamiento; las que hicieron que, por su amor al Señor, se preocupara de Su corazón, le obedeciera, le ofreciera consuelo, toda su vida y todo su ser, a causa de este amor” (de “La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III).
Después de leer estas palabras, supe que la frase “¿me amas?”, que el Señor Jesús le preguntó a Pedro tres veces seguidas, es muy importante. Especialmente para nosotros, los siervos del Señor, tiene un significado mucho más profundo. A través de estas preguntas, podemos ver las expectativas que el Señor tiene del hombre: En el corazón de Dios, Él no sólo busca ganar personas que crean en Él y le sigan, sino que espera recibir el amor del hombre hacia Él, y un corazón que verdaderamente lo ame. Dios aprecia al hombre que posee un corazón que lo ame. Durante los miles de años de la obra de Dios, ha habido muchas personas que le siguieron y creyeron en Él, pero entre estos, son pocos aquellos que le amaron. Así que, en Dios preguntando tres veces a Pedro “¿me amas?”, podemos ver que la voluntad de Dios es que espera que todo aquel que de verdad siga a Dios pueda buscar ser una persona como Pedro y conseguir amar a Dios. Eso es lo que Dios espera. A este punto no pude evitar considerar: ¿Tengo amor por Dios? Muchas veces he dicho que buscaría amar a Dios, pero en la realidad mis acciones no nacieron de amor por Él. Porque, si una persona ama verdaderamente a Dios, va a ser atenta a Dios y obediente a Él, y puede cumplir con sus responsabilidades y deberes como criatura para pagar el amor de Dios, sin embargo yo no poseía estas cualidades. En la vida real, generalmente llevé a cabo una transacción con Dios motivada por mis propios intereses carnales—Deseé bendiciones cuando me dediqué un poco, y exigí las bendiciones de Dios a cambio de mis pequeños sacrificios. Yo también vi que varios de mi compañeros quienes “amaban al Señor”, por el bien del trabajo del evangelio, renunciaron a todo su disfrute carnal, dedicaron su juventud, e incluso fueron arrestados y encerrados en la cárcel, pero nada de esto fue por amar a Dios. Había demasiadas impurezas y transacciones entre estos supuestos amores. Por ejemplo, algunos se dedicaban al Señor porque disfrutaban mucho de Su Gracia, algunos otros lo hacían para evitar el desastre; otros buscaban obtener bendiciones y entrar en el cielo; otros buscaban la bendición del estatus. En una palabra, nuestra creencia en Dios tenía estas impurezas e intenciones, entonces no obedecían a un verdadero amor por Dios en nuestros corazones. Dios está preocupado y ansioso por nuestros puntos de vista e intenciones al creer en Él. Porque Dios espera con ansias que nuestras vidas puedan madurar tan pronto como sea posible y podamos liberarnos de la creencia de pedir que nos den el pan de cada día, y que podamos, como criatura adorar a Dios, buscar ser una persona con uso de conciencia y raciocinio, y quien ama, obedece y teme a Dios. Sólo este tipo de persona busca el corazón de Dios, y es la que Dios quiere.
En este momento, leí otra vez las palabras que el Señor Jesús le preguntó tres veces a Pedro, “¿me amas?” Y sentí que eran muy importantes. Esto se debe a que contienen las expectativas que Dios tiene de Pedro y de aquellos quienes son como Pedro. Dios quiere obtener más personas que crean en Él y busquen amarlo como Pedro. Porque sólo aquellos que verdaderamente amen a Dios pueden cuidar de Su corazón y someterse a Él por sobre todas las cosas; sólo tales personas son aquellos que Dios espera recibir al final de Su obra y que pueden ser perfeccionadas por Dios. De acuerdo con las exigencias de Dios, todavía nos falta un largo camino que recorrer, pero en la medida en que confiemos en Dios y aspiremos a Él, yo creo que Dios nos va a guiar. Pueda el Éspíritu Santo motivarnos más para que siempre podamos acudir a Dios para rezar, leer más la palabra del Señor, buscar el esclarecimiento y la iluminación del Espíritu Santo y comprender las peticiones y voluntad del Señor en Su palabra, para que podamos hacer nuestro mejor esfuerzo en la búsqueda por amar sinceramente a Dios como Pedro, y consecuentemente satisfacer a Dios y consolar Su corazón.
Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.
(Traducido del original en inglés al español por WebTeachers)
Fuente: Caminando con Jesucristo
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Palabra de Dios dice :" El tratamiento del carácter externo de las personas por parte de Dios es también una parte de Su obra; ocuparse de la humanidad externa, anormal, por ejemplo, o de sus estilos de vida y hábitos, sus maneras y costumbres, así como de sus prácticas externas y su fervor. Pero cuando Él pide que las personas pongan en práctica la verdad y cambien su carácter, lo que primordialmente está siendo tratado son las motivaciones y los conceptos en su interior. Tratar solamente con tu carácter externo no es difícil; es como pedirte que no comas las cosas que te gustan, lo cual es fácil. Sin embargo, no es fácil dejar lo que concierne a los conceptos en tu interior: requiere que te rebeles contra la carne, que pagues un precio, y que sufras delante de Dios. Esto es particularmente así con las motivaciones de las personas. Desde el momento de su creencia en Dios hasta hoy, las personas han albergado muchas motivaciones incorrectas. Cuando no estás poniendo en práctica la verdad, sientes que todas tus motivaciones son correctas, pero, cuando te ocurra algo, verás que hay muchas incorrectas dentro de ti. Así pues, cuando Dios hace perfectas a las personas, provoca que se den cuenta de los muchos conceptos que hay en ellas y que están obstruyendo su conocimiento de Dios. Cuando reconoces que tus motivaciones son erróneas, si eres capaz de dejar de practicar de acuerdo a tus conceptos y motivaciones, de dar testimonio de Dios y de mantenerte firme en tu posición en todo lo que te acontece, esto demuestra que te has rebelado contra la carne. Cuando lo has hecho, se produce inevitablemente una batalla en tu interior. Satanás intentará y hará que le sigas, que sigas los conceptos de la carne y mantengas sus intereses, pero las palabras de Dios te esclarecerán e iluminarán en tu interior, y en ese momento está en ti seguir a Dios o a Satanás. Dios pide a las personas que pongan en práctica la verdad principalmente para ocuparse de las cosas de su interior, de sus pensamientos, de sus conceptos que no son según Su corazón. El Espíritu Santo toca a las personas en su interior, y lleva a cabo Su obra dentro de ellas; por tanto, existe una batalla detrás de todo lo que acontece: cada vez que las personas ponen en práctica la verdad, o el amor a Dios, se desencadena una gran batalla, y aunque todo pueda parecer estar bien con su carne, en lo profundo de sus corazones se estará desarrollando de hecho una batalla a vida o muerte. Sólo después de esta intensa lucha, después de una tremenda cantidad de reflexión, puede decidirse la victoria o la derrota. Uno no sabe si reír o llorar. Como muchas de las motivaciones internas de las personas son erróneas, o como gran parte de la obra de Dios entra en conflicto con sus conceptos, cuando las personas ponen en práctica la verdad, se libra una gran batalla entre bambalinas. Una vez puesta en práctica esta verdad, las personas derramarán detrás del escenario innumerables lágrimas de tristeza antes de decidirse a satisfacer a Dios. Es gracias a esta batalla que las personas soportan el sufrimiento y el refinamiento; esto es sufrimiento real. Cuando la batalla llegue a ti, si eres capaz de ponerte verdaderamente en el lado de Dios, podrás satisfacerle. Sufrir en el transcurso de la práctica de la verdad es inevitable; si, cuando pusieran en práctica la verdad, todo estuviese bien en su interior, no necesitarían que Dios los perfeccionase ni habría batalla, y no sufrirían. Por la gran cantidad de cosas no adecuadas en las personas para el uso de Dios, y por mucho del carácter rebelde de la carne, los seres humanos deben aprender de un modo más profundo la lección de rebelarse contra la carne. Esto es lo que Dios llama sufrimiento y es lo que le pidió al hombre que pasara junto a Él. Cuando encuentres dificultades, date prisa y ora a Dios: ¡Oh Dios! Deseo satisfacerte, deseo soportar la dificultad final para satisfacer Tu corazón, e independientemente de lo grandes que sean los reveses que sufra, seguiré satisfaciéndote. Aunque tenga que entregar toda mi vida, ¡seguiré satisfaciéndote! Con esta determinación, cuando ores así serás capaz de mantenerte firme en tu testimonio. Cada vez que ponen en práctica la verdad, cada vez que pasan por refinamientos, cada vez que son probadas, y cada vez que la obra de Dios viene sobre ellas, las personas soportan un dolor extremo. Todo esto es una prueba para ellas y, por tanto, dentro de todas ellas hay una batalla. Este es el precio real que pagan. Leer más de las palabras de Dios y correr más de un lado a otro es un poco de precio. Es lo que las personas deberían hacer, es su deber y la responsabilidad que deberían cumplir, pero tienen que dejar de lado lo que es necesario dejar de lado. Si no lo haces, por muy grande que sea tu sufrimiento externo, y por mucho que corretees, ¡todo será en vano! Es decir, sólo los cambios en tu interior pueden determinar si tus dificultades externas tienen valor. Cuando tu carácter interno ha cambiado y has puesto en práctica la verdad, todo tu sufrimiento externo obtendrá la aprobación de Dios; si no ha habido cambio en tu carácter interno, no importa cuánto sufrimiento soportes o cuánto corretees en el exterior, no habrá aprobación de Dios y las dificultades no confirmadas por Dios son en vano. Por consiguiente, que el precio que hayas pagado cuente, está determinado por si se ha producido un cambio en ti o no, y por si pones o no la verdad en práctica y te rebelas contra tus propias motivaciones y conceptos para alcanzar la satisfacción de la voluntad de Dios, el conocimiento de Dios y la lealtad a Dios. No importa cuánto corretees, si nunca te has rebelado contra tus propias motivaciones, si sólo buscas acciones y fervor externos y no prestas atención a tu vida, tus dificultades habrán sido en vano. Si, en un entorno determinado tienes algo que quieres decir, pero en tu interior no sientes que sea correcto ni que beneficie a tus hermanos y hermanas, sino que puede herirlos, entonces no lo dirás, prefiriendo quedarte internamente adolorido, porque estas palabras son incapaces de satisfacer la voluntad de Dios. En ese momento, habrá una batalla en tu interior, pero estarás dispuesto a padecer dolor y entregar lo que amas, a soportar esta dificultad para satisfacer a Dios; y aunque tendrás dolor por dentro, no complacerás a la carne, y el corazón de Dios habrá sido satisfecho; por tanto, tú también te sentirás consolado por dentro. Esto es realmente pagar un precio, y es el que Dios desea. Si practicas de esta manera, Él te bendecirá sin duda; si no puedes lograrlo, no importa cuánto entiendas ni lo bien que puedas hablar, ¡no servirá para nada! Si, en el camino hacia el amor a Dios, eres capaz de ponerte de Su lado cuando lucha con Satanás, y no acudes a este, habrás conseguido ese amor, y te habrás mantenido firme en tu testimonio." De "La Palabra manifestada en carne"
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