Siempre nos quejamos porque somos excepcionalmente comunes. Para cambiar nuestras circunstancias actuales y obtener la exaltación de otros, luchamos por buscar convertirnos en alguien importante y, sin embargo, lo único que obtenemos a cambio es reticencia y dolor. ¿Qué tipo de vida es la más significativa? ¿Cómo podemos vivir de forma extraordinaria nuestra vida ordinaria? Investiguémoslo.
Un día, después del trabajo, me encontraba en la estación de autobús, esperando por el bus para poder irme a casa. Mientras observaba el caminar rápido y las miradas cansadas de los peatones y escuchaba a la gente a mi alrededor quejarse de las injusticias en el trabajo y hablando sobre los chismes de sus compañeros, de repente me puse a pensar en como yo era y mis pensamientos volvieron a los días de antaño, cuando yo luchaba a través de la niebla.
Mis padres eran unos campesinos comunes. Mi padre apenas tenía estudios y se ganaba la vida como chofer para mantener a la familia. Trabajaba todos los días en un auto y su trabajo era sucio y agotador. Mi madre se graduó del bachillerato y tenía alguna cultural general, pero ella no tuvo la oportunidad de apartarse de la pobre vida campestre. Yo no quería ser tan corriente como ellos. Por lo que, tranquilamente en mi corazón tomé una decisión: me esforzaré en los estudios y luego, en el futuro, tengo que ir a la universidad, destacar entre los demás y romper con esta vida pobre y agotadora.
En noviembre del 2013, hizo un frío invierno. Culminé todos los años de mis estudios universitarios y entré en la etapa de pasantía con medio año por adelantado. Originalmente había pensado que mi deseo de destacar se podría lograr después de licenciarme y conseguir un empleo acorde con mi especialidad; sin embargo, los hechos no fueron tan maravillosa como los había imaginado. Todos los días salía temprano y regresaba tarde: cogía los abarrotados buses para seguir acudiendo a las entrevistas en todas las grandes ferias de empleo y en distintas empresas; mientras tanto, envié varios resúmenes curriculares a los más importantes sitios web de búsqueda de empleo. Pero al fin de cuentas, casi todas las empresas me rechazaban debido a mi falta de calificación y experiencia; algunas empresas me permitieron regresar por una respuesta, pero eventualmente ninguna me dio una respuesta.
Para resolver el problema de la subsistencia, primero tuve que encontrar un empleo para mantenerme. Durante ese tiempo, trabajé de recepcionista, oficinista, vendedora y cajera, pero en mi corazón siempre aborrecí estos empleos, porque consideraba que no eran admirados por los demás. Por lo tanto, tuve varios empleos, pero no permanecí en ellos durante mucho tiempo: el de menor tiempo fue un mes y el de mayor tiempo no fuer por más de tres meses. Y luego pasaba a otro. Transcurrieron varios meses, pero seguía sin encontrar un empleo que me conviniera. Todos los días arrastraba mi cuerpo exhausto hasta mi casa alquilada y en cuanto me acostaba me sentía desamparada y desolada. No podía evitar preguntarme: ¿qué diantres estoy buscando en esta ciudad tan grande?
Justo cuando me sentía abatida por la vía que tenía por delante, me llamó un amigo, lo que mejoró mi confusa vida y también acabó con aquellos días en los que iba de un lado a otro luchando en aquella extraña ciudad. En el área local había una gigantesca fábrica de papel. Por recomendación de mi amigo, entré en el departamento de contabilidad de esta fábrica. Decidí en mi interior: tengo que esforzarme en mi trabajo para que mi jefe me reconozca, de modo que pueda lograr un buen desarrollo en el futuro.
Sin embargo, debido a que acababa de culminar la universidad y no sabía nada, me faltaban los principios de conducta, el asociarme con los demás y la experiencia. Como no conocía bien las responsabilidades de mi trabajo, la cantidad de trabajo aumentó un montón, de modo que tuve que trabajar horas extras día y noche; como no sabía interpretar el significado oculto en las expresiones de las caras de la gente, mis compañeros conspiraban contra mí; como también carecía de experticia y cometía a menudo errores en mi trabajo, mi jefe siempre me reprendía… Durante ese tiempo, experimenté realmente mucha presión. Mi estado mental se estresaba todos los días y hasta soñaba con el trabajo cuando dormía. A veces, cuando me despertaba sobresaltada, tenía la repentina sensación de que se me había olvidado algo importante o parte del trabajo y corría a la fábrica al día siguiente para comprobarlo. No me sentía en absoluto confiada hasta que quedaba confirmado.
Frente a la tremenda presión laboral y a las complejas relaciones humanas, intenté muchas veces renunciar, pero luego pensaba: “Hoy en día es muy difícil que los recién graduados consigan un empleo. Ahora, con dificultad, yo he encontrado un empleo para el que estoy entrenada. Además, la fábrica en la que trabajo es enorme y es muy conocida localmente, así que sin duda habrá mucho espacio para que yo pueda ser promovida en un futuro. Es más, si los demás supieran que trabajo aquí, me mirarán de otra manera. Así que, ¡no debo renunciar!”. Justo por medio de tales luchas continuas me persuadí a mí misma y perseveré.
Dos años más tarde, fui promovida a contable de compras. Mi jefe me apreciaba y me tenía en alta estima, y también la gente a mi alrededor me daba su aprobación. Es más, mi jefe me prometió que, mientras permaneciera en la fábrica, él me daría muchas oportunidades para progresar y desarrollarme, lo cual satisfizo mi vanidad. Sin embargo, en aquel momento no sentía ni pizca de alegría: estaba bajo diversas presiones laborales y me veía atada a diario por todo tipo de relaciones complejas. Es más, debido a la fatiga diaria del trabajo, sufría una grave espondilosis cervical. Así que realmente me sentía muy cansada y deprimida después de la jornada laboral e incluso sentía mucho temor al entrar en la fábrica. Muchas veces sentí un impulso repentino de renunciar, pero no estaba dispuesta a echar a un lado los resultados de mis esfuerzos, así como los elogios y la admiración que los demás me brindaban, mucho menos aún las buenas perspectivas que me esperaban. De esa forma luchaba y dudaba en medio del sufrimiento una y otra vez…
Justo cuando me encontraba dolorida y confundida, fueron las palabras de Dios las que me liberaron de la confusión y me permitieron entender el origen de mi dolorosa vida. La Palabra de Dios dice: “Satanás usa un tipo de forma muy sutil, muy de acuerdo con las nociones de las personas; no es una clase de forma radical cualquiera. En medio de la inconsciencia, los seres humanos llegan a aceptar la forma de vivir de Satanás, sus normas de vida, y establecen metas y una dirección en la vida, y al actuar así, también llegan sin saberlo a tener ideales en la vida. Independientemente de lo altisonantes que estos ideales parezcan en la vida, sólo son un pretexto inextricablemente vinculado a la fama y la ganancia. Cualquier persona importante o famosa y, en realidad, todas las personas, todo lo que siguen en la vida sólo se relaciona con estas dos palabras: ‘fama’ y ‘ganancia’. ¿Acaso no es así? (Sí.) Las personas piensan que una vez que han obtenido la fama y la ganancia, pueden sacar provecho de ellas para disfrutar de un alto estatus y de una gran riqueza, y disfrutar de la vida. Una vez que tienen fama y ganancia, pueden sacar partido de ellas en su búsqueda del placer y su disfrute sin escrúpulos de la carne. De buena gana, aunque sin saberlo, las personas toman su cuerpo, su mente, todo lo que tienen, su futuro y su destino y se los entregan a Satanás para obtener la fama y la ganancia que desean. Los seres humanos hacen esto sin un momento siquiera de vacilación, ignorando siempre la necesidad de recuperarlo todo. ¿Pueden las personas seguir teniendo algún control sobre sí mismas una vez que pasan del lado de Satanás, de esta forma, y se vuelven leales a él? Desde luego que no. Están total y completamente controlados por Satanás. También son incapaces de liberarse a sí mismos de un modo completo y total del cenagal en el que se han hundido. Una vez que alguien está atascado en la fama y la ganancia, dejan de buscar lo que es brillante, lo justo o esas cosas que son hermosas y buenas. Esto se debe a que el poder seductor que la fama y la ganancia tienen sobre las personas es demasiado grande, y se convierten en cosas que las personas persiguen durante toda su vida, y hasta por toda la eternidad sin final. ¿No es esto verdad?”
Las palabras de Dios han expuesto de forma muy clara el origen de mi dolorosa vida. Me puse a pensar en lo que había visto, oído y aprendido a lo largo del camino, todo lo cual me enseñó cómo buscar la fama y la fortuna, cómo destacar entre la multitud y sobresalir de entre los demás. Durante todo el tiempo, quise librarme de mi ordinaria vida y hacer realidad mi deseo de destacar mediante el estudio y entrada en la universidad; llevada por opiniones como “La gente lucha por ascender, pero el agua corre río abajo”, y “Seguir adelante y estar en la cima”, desprecié los empleos corrientes, por lo que a menudo cambié de trabajo; después de conseguir un empleo, que personalmente consideré decente, trabajé desesperadamente para ganarme el reconocimiento y admiración de mi jefe y compañeros. Bajo relaciones personales complejas y una fuerte presión laboral, lo que me quedó fue una severa espondilosis cervical a temprana edad. Todas estas cosas me hicieron sentir física y mentalmente agotada, viviendo en un dolor insoportable. De hecho, no vivía para mí en lo absoluto, sino para las miradas y la admiración de los demás y para satisfacer mi vanidad. ¿Acaso no eran estas las artimañas y aflicción de Satanás? Si las palabras de Dios no revelaran la perversidad y fealdad de Satanás, yo seguiría estando ciega por los pensamientos y opiniones de Satanás y continuaría luchando en el lodazal de perseguir fama y fortuna, viviendo en un dolor insoportable.
Más tarde, vi la valoración que Dios hizo de Job: “[…] a pesar de su posición y estatus de prestigio, nunca los había amado ni les había prestado atención alguna; no le preocupaba cómo vieran otros su posición ni que sus acciones o conducta pudieran tener un efecto negativo en la misma; no se entregó al disfrute de los beneficios del estatus ni disfrutó de la gloria que venía con el estatus y la posición. Sólo le importaba su propia valía y el sentido de su vivir a los ojos de Jehová Dios. El verdadero ser de Job era su propia esencia: no amaba la fama ni la fortuna, ni vivía para ellas; era sincero, puro, y sin falsedad”.
Por las palabras de Dios entendí: En ese entonces, Job poseía una posición y un estatus de prestigio, era bastante rico y era el más grande de todos los hombres del Oriente; sin embargo, él no atesoraba su fama, logros y posición, sino que sostenía el seguir el camino de Dios como la cosa más importante en su vida. Cuando se encontró con la enfermedad y todo su cuerpo se cubrió de dolorosas llagas, pudo desprenderse de su posición y estatus, se sentó en medio de las cenizas usando un tiesto para rascarse, sin importarle cómo pudieran verlo los demás, y aun así bendijo el Santo Nombre de Dios, temía a Dios y rechazó el mal. Así fue como se ganó la aprobación de Dios. ¡Sólo viviendo de esta manera es lo que tiene el mayor significado!
No pude evitar pensar en mi madre. Aun con ciertos conocimientos culturales, no había tenido la oportunidad de escapar de la pobre vida campestre, así que a menudo se quejaba a los Cielos porque no se le reconocían todos sus talentos. Sin embargo, después de recibir el Evangelio del Reino de Dios y entender algunas verdades, ella ya no se lamentó más por lo injusto de su destino. En lugar de eso, fue capaz de aceptar y someterse a los arreglos del Creador y aceptó la gracia de la voluntad de Dios que provino de ello, viviendo en paz y certidumbre. A menudo me decía: “Si Dios no me hubiese protegido con tal soberanía y arreglos, también me hubiese absorbido el vórtice de buscar fama y fortuna y no hubiese podido liberarme como mis compañeros de clase. Pensando en mis compañeros de clase: algunos lograron el éxito y se hicieron bastante ricos, pero murieron jóvenes por trabajar demasiado; otros sufrieron de depresión al no poder soportar el tremendo estrés. Visto desde fuera, sus vidas eran tan brillantes que todo el mundo los envidiaba y admiraba, pero había muchos desengaños desconocidos y tanto sufrimiento irresoluto oculto a los ojos de los demás”.
A través de estos hechos que me rodeaban, entendí: el valor que el hombre le da a la existencia y al significado de la vida no se corresponde con cuán altos son la posición y el estatus que posee, o con cómo lo ve la gente; al contrario, depende de si es una persona que sigue el camino de Dios, teme a Dios y rechaza el mal a Sus ojos.
La Palabra de Dios dice, “Después de que reconozcas esto, tu tarea es dejar de lado tu antigua visión de la vida, mantenerte alejado de diversas trampas, dejar a Dios que se haga cargo de tu vida y haga arreglos para ti, intentar someterte solamente a las orquestaciones y la dirección de Dios, no tener elección y convertirte en una persona que lo adora a Él”.
¡Sí! Deberíamos dejar a un lado nuestros puntos de vista anteriores con respecto a la vida y los valores, y luego podremos ser como Job, que no vivió para la fama ni los logros, sino que acató la soberanía y los arreglos de Dios, buscó temer a Dios y rechazar el mal, y convertirse en una persona que adorara a Dios. ¡Tan sólo viviendo así, podemos sentirnos relajados y liberados!
Volviendo mis pensamiento a la realidad y observando a la multitud moviéndose a mi alrededor, no pude evitar sentirme de alguna forma liberada y confortada. Debido a que me presenté ante Dios y entendí algunas verdades, pude ver claramente los motivos siniestros de Satanás al usar la fama y fortuna para llevarme por la senda equivocada de la vida y también pude entender que sólo cuando el hombre se presenta ante Dios, acepta y se somete a Su soberanía y a Sus arreglos, sigue Su camino y transita por la senda de temer a Dios, es entonces cuando puede alejarse de la aflicción de Satán y vivir en libertad y en la luz. ¡Gracias a Dios!
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