I
El significado interior de la conquista del hombre es volver al Creador.
El hombre debe dar la espalda a Satanás y dirigirse por completo a Dios.
Es la completa salvación del hombre; la ardua conquista, la batalla final.
Es la última etapa del plan victorioso de Dios.
Sin esto, no hay hombre que se salve, ni victoria que se gane a Satanás;
ningún hombre llega a buen destino;
la humanidad sufre la influencia de Satanás.
Y su derrota debe ser anterior a la salvación del hombre.
Pues toda obra de Dios es por el bien del hombre, del hombre, del hombre.
II
La conquista final trae la salvación y revela el destino.
Por el juicio, arrepentimiento y despertar a la senda virtuosa de la vida,
se despiertan los corazones entumecidos.
El desobediente será juzgado, su rebelión interior quedará al desnudo.
Pero si el hombre no se arrepiente, no sigue el camino correcto,
ni se deshace de la corrupción interior,
Satanás lo engullirá, sin rescate o salvación.
Tal es el propósito de la conquista de Dios: salvar a la gente, revelar su final
que, bueno o malo, se revelará en la conquista de Dios.
De “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”
Leer más la palabra de Dios Todopoderoso :
Si Su obra le proveyera al hombre un fin, un destino maravilloso antes de tiempo, y si Dios usara esto para incitar al hombre y hacer que este lo siguiera —si hiciera un trato con el ser humano—, esto no sería una conquista ni tampoco formar la vida del hombre. Si Dios tuviera que usar el fin para controlar al hombre y ganar su corazón, en esto no estaría perfeccionando al ser humano ni tampoco lograría ganarlo, sino que estaría usando el destino para controlarlo. Nada le preocupa al hombre más que el fin futuro, el destino final y si se puede esperar algo bueno o no. Si se le diera una hermosa esperanza durante la obra de conquista y si, antes de esta se le otorgara un destino adecuado que perseguir, no sólo dicha conquista del hombre no alcanzaría su efecto, sino que el efecto de la obra de conquista también se vería afectado. Es decir, que la obra de conquista consigue su efecto eliminando el sino y las perspectivas del hombre y juzgando y castigando su carácter rebelde. No se logra estableciendo un pacto con el hombre, a saber, dándole bendiciones y gracias, sino mediante la revelación de su lealtad una vez se le ha despojado de su “libertad” y sus perspectivas han sido erradicadas. Esta es la esencia de la obra de conquista. Si se le proporcionara al hombre una hermosa esperanza desde el principio, y la obra de castigo y juicio se realizará después, el ser humano aceptaría lo segundo basándose en las perspectivas que tiene y, al final, la obediencia y adoración incondicionales del Creador por parte de todas Sus criaturas no se realizarían; sólo habría una obediencia ciega e ignorante, o el hombre le presentaría ciegas exigencias a Dios y, así, sería imposible conquistar por completo su corazón. Por consiguiente, semejante obra de conquista sería incapaz de ganar al hombre y además de dar testimonio de Dios. Tales criaturas no podrían llevar a cabo su deber, y sólo cerraría un trato con Dios; esto no sería conquista, sino misericordia y bendición. El mayor problema del hombre es que sólo piensa en su destino y sus perspectivas, que los idolatra. El hombre busca a Dios por el bien de estas cosas; no le adora porque le ame. Por tanto, en la conquista del hombre, el egoísmo y la avaricia de este, así como las cosas que más obstruyen su adoración a Dios deben ser tratados y, por tanto, eliminados. Al hacerlo se conseguirán los efectos de la conquista del hombre. Como resultado, en los albores de esta es necesario purgar, en primer lugar, las ambiciones salvajes y las debilidades fatales del ser humano y, a través de esto, revelar el amor del hombre hacia Dios y cambiar su conocimiento de la vida humana, su opinión de Dios y el significado de su existencia. De esta forma, el amor del hombre por Dios se purifica, y esto significa que su corazón está conquistado. Sin embargo, en Su actitud hacia todas las criaturas, Dios no sólo conquista por la conquista en sí, sino que lo hace para ganar al hombre, por el bien de Su propia gloria y con el fin de recuperar la semejanza primera y original del ser humano. Si sólo tuviera que conquistar por conquistar, se perdería la relevancia de la obra de conquista. Es decir que si después de conquistar al hombre, Dios se lavara las manos y ya no prestara atención a la vida o la muerte del hombre, esto no sería gestión de la humanidad ni la conquista de este sería por el bien de su salvación. Sólo ganar al hombre tras su conquista y su llegada, en última instancia, a un destino maravilloso es lo único que se halla en el corazón de toda la obra de salvación, y sólo esto puede lograr el objetivo de la salvación del hombre. En otras palabras, sólo la llegada del hombre al hermoso destino y su entrada en el reposo es la perspectiva que todas las criaturas deberían tener, y es la obra que el Creador debería hacer.
De ‘Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso’ en "La Palabra manifestada en carne"
Fuente: Relámpago oriental
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