Shen Qingqing (Corea del Sur)
Muchos esperan con ansia que el Señor los salve y arrebate al reino de los cielos a Su llegada. A día de hoy, solo la Iglesia de Dios Todopoderoso da público testimonio de que el Señor Jesús ha regresado y está llevando a cabo la obra del juicio, que comienza por la casa de Dios, para salvar y purificar a las personas. Tal vez algunos se sientan confundidos al enterarse de esto. Leen los siguientes versículos: “El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado” (Marcos 16:16), “Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:10). y creen que significan que, puesto que el Señor Jesús fue crucificado para expiar los pecados de toda la humanidad, mientras crean en Él, se salvarán; y que una vez salvados, lo estarán para siempre. Creen que siempre y cuando guarden el nombre del Señor y aguanten hasta el final, pueden ser arrebatados directamente al reino de los cielos cuando el Señor regrese sin tener que aceptar la obra de Dios de juicio y purificación en los últimos días. ¿Son correctas esta clase de creencias?
Consideremos una cosa: ¿En alguna ocasión dijo el Señor que, una vez salvada, una persona puede entrar en el reino de los cielos? ¿Se afirma tal cosa en la Biblia? La respuesta a ambas preguntas es, evidentemente, que no. El Señor Jesús dijo: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). Según la palabra de Dios, sabemos que solo aquellos que hagan la voluntad del Padre celestial podrán entrar en el reino de los cielos. Hacer la voluntad del Padre celestial implica saber poner en práctica la palabra de Dios, someterse a Él, ser capaz de vivir de acuerdo con Su palabra en cualquier situación y no pecar ni oponerse a Él nunca más. Sin embargo, seguimos mintiendo y pecando a nuestro pesar e incluso somos incapaces de poner en práctica las enseñanzas del Señor, así que ¿puede entrar en el reino de los cielos una persona aún capaz de pecar y oponerse al Señor de esta manera? Desafortunadamente, nuestra creencia de que “una vez salvo, siempre salvo” es errónea. En lo que respecta a la importante cuestión de la entrada en el reino de Dios, debemos seguir la palabra del Señor. ¡No podemos regirnos por las nociones y fantasías del hombre! Entonces, ¿cuál es el verdadero significado de “salvación” en las Escrituras? ¿Cómo entrar realmente en el reino de los cielos? Estas son las cuestiones que ahora comentaremos y analizaremos juntos.
El verdadero significado de “salvación”
Todos sabemos que, en la Era de la Ley, la humanidad estaba cada vez más profundamente corrompida por Satanás. El pueblo de Israel vulneraba con frecuencia las leyes y los mandamientos y sus pecados iban en aumento, hasta el punto de que ya no bastaba con los sacrificios y todos corrían el riesgo de ser condenados y sentenciados a muerte por la ley. Para salvar a la humanidad de la amenaza de la muerte, Dios descendió a la tierra encarnado en el Señor Jesús para realizar la obra de redención, ser crucificado por el hombre, expiar los pecados de toda la humanidad y perdonar definitivamente los pecados del hombre. Desde entonces, a toda persona que crea en el Señor Jesús, le confiese sus pecados y se arrepienta se le perdonarán los pecados y disfrutará de todas las bendiciones y la gracia otorgadas por el Señor Jesús. Para el pueblo que vivía bajo la ley, esta era la “salvación”. Por lo tanto, la “salvación” de la que habló el Señor Jesús no es como imaginamos —que, siempre que creamos en Él, nos salvaremos definitivamente—, sino que significa que los que pecan ya no serán condenados y sentenciados a muerte por la ley y los pecados del hombre serán perdonados. Echemos un vistazo a un pasaje de las palabras de Dios Todopoderoso: “Por todo lo que el hombre pueda haber sido redimido y perdonado de sus pecados, sólo puede considerarse que Dios no recuerda sus transgresiones y no lo trata de acuerdo con estas. Sin embargo, cuando el hombre, que vive en un cuerpo de carne, no ha sido liberado del pecado, sólo puede continuar pecando, revelando, interminablemente, su carácter satánico corrupto. Esta es la vida que el hombre lleva, un ciclo sin fin de pecado y perdón. La mayor parte de la humanidad peca durante el día y se confiesa por la noche. Así, aunque la ofrenda por el pecado siempre sea efectiva para el hombre, no podrá salvarlo del pecado. Sólo se ha completado la mitad de la obra de salvación, porque el hombre sigue teniendo un carácter corrupto. […] No resulta fácil para el hombre ser consciente de sus pecados; no tiene forma de reconocer su propia naturaleza profundamente arraigada, y debe depender del juicio por la palabra para lograr este resultado. Sólo así puede el hombre ser transformado gradualmente a partir de ese momento” (‘El misterio de la encarnación (4)’ en “La Palabra manifestada en carne”).
Cuando creemos en el Señor, aunque recibamos el don de la salvación y se nos perdonen los pecados, no nos liberamos de las cadenas del pecado y seguimos viviendo en pecado. He aquí algunos ejemplos: Tal vez seamos sumamente arrogantes, siempre queramos tener la última palabra en cualquier situación grupal y hacer que la gente obedezca lo que digamos, y si alguien no lo hace, es posible que nos exaltemos y lo regañemos; en los casos más graves, que lo castiguemos o maltratemos de alguna forma. Tal vez seamos sumamente egoístas, lo basemos todo en el principio del propio interés y hasta tratemos de negociar con Dios en nuestra fe en Él; cuando las cosas están tranquilas y van bien, le damos gracias, pero ante los reveses y fracasos nos llenamos de malentendidos y quejas hacia Él, e incluso llegamos a traicionarlo y abandonarlo. Tal vez seamos sumamente mentirosos, de modo que, en lo que respecta a nuestros intereses personales, mentimos y engañamos a nuestro pesar. Estos son solo algunos ejemplos de cómo seguimos viviendo en pecado. La Biblia dice: “Porque si continuamos pecando deliberadamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio alguno por los pecados, sino cierta horrenda expectación de juicio, y la furia de un fuego que ha de consumir a los adversarios” (Hebreos 10:26-27). “Todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre” (Juan 8:34-35). Dios es santo. Cuando tenemos conocimiento del camino verdadero, aún somos capaces de pecar y oponernos a Dios a nuestro pesar. Eso significa que somos siervos del pecado y Dios no nos puede ensalzar. Dice la Biblia: “La santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14). Si una persona no ha sido purificada de sus pecados y a menudo peca y se opone a Dios, ¿puede salvarse para siempre? ¿Puede ser apta para entrar en el reino de los cielos? Es evidente que no. Solo tras haber sido completamente purificados de nuestros pecados podemos llegar a ser santos y entrar en el reino de los cielos. Tal vez ahora algunos pregunten: ¿Cómo podemos purificarnos para poder entrar en el reino de los cielos?
¿Cómo podemos recibir la salvación y entrar en el reino de los cielos?
En la actualidad, sobre la base de la obra de redención del Señor Jesús, Dios Todopoderoso está llevando a cabo la obra del juicio, que comienza por la casa de Dios, y expresando todas las verdades que purifican y salvan a la humanidad, con el fin de corregir definitivamente la naturaleza pecaminosa del hombre y liberarlo de las cadenas del pecado, purificándolo hasta que finalmente Dios lo conquiste y lleve a Su reino. La obra del juicio de Dios Todopoderoso en los últimos días cumple íntegramente estas profecías. Todos aquellos que acepten la obra de Dios en los últimos días recibirán la purificación y salvación de Dios. Tendrán la oportunidad de convertirse en vencedores antes de que lleguen los grandes desastres, de ser glorificados con Dios y arrebatados al reino de los cielos. Entonces, ¿cómo juzga y purifica Dios Todopoderoso a las personas y las libera de las cadenas del pecado?
Dicen las palabras de Dios Todopoderoso: “En los últimos días, Cristo usa una variedad de verdades para enseñar al hombre, para exponer la sustancia del hombre y para analizar minuciosamente sus palabras y acciones. Estas palabras comprenden verdades diversas tales como el deber del hombre, cómo el hombre debe obedecer a Dios, cómo debe ser leal a Dios, cómo debe vivir una humanidad normal, así como la sabiduría y el carácter de Dios, etc. Todas estas palabras están dirigidas a la sustancia del hombre y a su carácter corrupto. En particular, las palabras que exponen cómo el hombre desdeña a Dios se refieren a que el hombre es una personificación de Satanás y una fuerza enemiga contra Dios. Al emprender Su obra del juicio, Dios no aclara simplemente la naturaleza del hombre con unas pocas palabras; la expone, la trata y la poda a largo plazo. Estos métodos de exposición, de trato y poda no pueden ser sustituidos con palabras corrientes, sino con la verdad de la que el hombre carece por completo. Solo los métodos de este tipo pueden llamarse juicio; solo a través de este tipo de juicio puede el hombre ser doblegado y completamente convencido de la sumisión a Dios y, además, obtener un conocimiento verdadero de Dios” (‘Cristo hace la obra de juicio con la verdad’ en “La Palabra manifestada en carne”).
Esto evidencia que Dios emplea muchas verdades para juzgar y desenmascarar el carácter satánico del hombre, de rebelión y oposición a Dios. Al experimentar el juicio de las palabras de Dios Todopoderoso, experimentamos personalmente que el carácter justo de Dios no tolera ofensa. Cada palabra de Dios penetra en nuestro corazón y deja al descubierto manifestaciones de corrupción de toda índole, así como los pensamientos e ideas improcedentes, las motivaciones viciadas y las nociones y fantasías que albergamos en el fondo del corazón, además de la naturaleza satánica subyacente a estas cosas; en consecuencia, nos mortifica la vergüenza y es tan hondo nuestro pesar que nos postramos y arrepentimos sinceramente ante Dios. Mientras tanto, Dios también nos muestra senderos de práctica, como las opiniones que debemos sostener en nuestra fe en Dios, la manera de ser honestos, cómo enaltecer a Dios y dar testimonio de Él, cómo rehuir la senda del anticristo, cómo alcanzar la obediencia y el amor verdaderos hacia Dios, etc. Solo cuando hayamos experimentado la obra del juicio de Dios y practiquemos de acuerdo con Sus palabras podremos vivir a semejanza de una persona normal. Este es el resultado íntegro del juicio de Dios.
Hoy en día ya se han publicado en internet testimonios de toda clase de experiencias de muchos hermanos y hermanas de la Iglesia de Dios Todopoderoso que han experimentado el juicio. Estos testimonios y experiencias reales evidencian que solo experimentando la obra de juicio y castigo llevada a cabo por Dios en los últimos días es posible ser purificado y plenamente conquistado por Dios; este es el único modo que tenemos de alcanzar el reino de los cielos. Actualmente, muchas personas de todo el mundo que creen sinceramente en Dios han encontrado el camino hacia el reino de los cielos en las palabras de Dios Todopoderoso y han regresado a Él. Si continuamos aferrándonos al concepto “una vez salvo, siempre salvo” y no aceptamos la obra del juicio de Dios de los últimos días, no se purificará ni transformará nuestro carácter corrupto y, por lo tanto, nunca tendremos la oportunidad de entrar en el reino de los cielos. Así pues, ¿a qué esperas todavía?
Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.
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