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Un día, una cliente me dijo en el momento que entró en mi peluquería: “Tengo un pelo muy fino. No tengo ni idea de cómo podrá mejorarlo”. “Le recomiendo afirmar las raíces de su cabello recogido. Si el cabello está esponjoso, le quedará más bonito” Dije yo. “Ok, hágame ese tratamiento que me ha dicho”. Ella estuvo de acuerdo al momento. Mientras estaba haciendo mi trabajo, yo pensé: Reafirmar las raíces del cabello de esta cliente únicamente me dejará una decena de Yuanes. Si convenzo a la mujer para hacerse un alisado, ¿no ganaría más dinero aún?. En ese momento yo ya sabía que ese peinado alisado no era lo más apropiado para ella, pero de cara a mi beneficio, yo intenté persuadirla. “Si usted únicamente reafirma las raíces del cabello, al final este quedará demasiado ligero y desordenado. Debería hacerse también un alisado para que quede mejor”. Ella estuvo de acuerdo. Dos horas después, cuando miré con entusiasmo mi trabajo, yo quedé estupefacto en un instante: El pelo de mi cliente parecía que estaba quemado. Volviéndose rizado y completamente abrasado. Yo me sentía terriblemente preocupada, pensando: “¿Qué puedo hacer ahora?. Solo por ganar unos pocos Yuanes más he arruinado su cabello. ¡Ay! Yo podría ser regañado y la cliente solicitar la reparación. ¿Qué podía hacer? Comencé a ir negando mi responsabilidad y dije: “Ah! Su pelo realmente no queda bien así. Comienza a rizarse cuando está siendo empapado en el tinte. Bien, yo no puedo cobrarle por esto. ¿Qué le parece que se lo corte?” Yo pensaba que ella querría poner una reclamación, pero inesperadamente, estaba de acuerdo en que se lo cortase. Aunque este problema fue una falsa alarma, yo no me sentí segura ni en paz durante un largo periodo de tiempo, viviendo en reproche y arrepentimiento. Yo sabía que fue un juicio silencioso de Dios. Como creyente en Dios, yo fui en contra del requisito de Dios, ¿cómo podía sentirme segura?.
Más tarde, yo vi las palabras de Dios que decían: “Serás capaz de obedecer todo lo que venga de Dios y todas tus acciones, ya sean hechas en público o en privado, serán presentables ante Dios. Si eres una persona honesta y practicas la verdad en todas las cosas, entonces serás perfeccionado. Esos hombres engañosos que actúan de una manera frente a los demás y de otra manera tras sus espaldas, no están dispuestos a ser perfeccionados. Todos son hijos de la perdición y de la destrucción; no pertenecen a Dios sino a Satanás. ¡No son la clase de hombre elegido por Dios! Si tus acciones y tu comportamiento no pueden ser presentados ante Dios o no son los que el Espíritu de Dios considere, entonces esto ilustra que hay un problema contigo. Sólo si tú aceptas el juicio y el castigo de Dios, y le das importancia a la transformación de tu carácter, serás puesto en la senda para ser perfeccionado”. “Muchos prefieren ser condenados en el infierno que hablar y actuar con honestidad. No es de extrañar que Yo tenga otro tratamiento en su lugar para aquellos que son deshonestos”.
Por las palabras de Dios, vi el carácter justo y majestuoso de Dios: A Dios le gusta y cuida de los hombres honestos, mientras que odia a los hombres engañosos, cuyo final será la destrucción. Pensando en mi trabajo y en mis acciones, yo era una verdadera persona engaña con mis actos, tanto en público como en privado. Solo con el fin de ganar más dinero, no había tenido en consideración qué peinados o tratamientos eran más adecuados para el cabello de mis clientes, si el alisado, la permanente, únicamente trataba de convencerlas al máximo de que se hiciesen un tratamiento diferente. Y a fin de obtener más dinero de su parte, yo había causado daños en el pelo de mis clientas, aprovechando a otros gastos, sin nada de humanidad. De frente al juicio de Dios y Su tratamiento, yo me hundí en el reproche y en la culpa, y sentí que era indigno de ser llamado Cristiano, y si esto no me cambiaba a mi mismo, yo sería sin duda castigado por Dios. Esta vez, Dios me recordó a mi esto con el problema de la clienta a la que dañé el cabello; y esta fue la salvación de Dios para mi. Después de saber la voluntad de Dios, yo determiné mi voluntad ante Dios de ser una persona honesta.
Un día, una señora elegante de unos cuarenta años entró en mi tienda y preguntó sin preámbulos: “Quiero teñirme el pelo. ¿Cuánto cuesta?” No me atreví a pedirle un precio desorbitado como solía hacer, así que le contesté con franqueza: “Cuarenta, cincuenta o sesenta; puede escoger”. Ella dijo: “Sesenta. Los precios aquí son realmente bajos. Otros me cobran cien por teñirme el pelo”. Mientras le estaba tiñendo el pelo, ella empezó a presumir de tener mucho dinero diciendo: “Tengo una empresa importante. A menudo me tengo que poner guapa. Cada vez que lo hago, cuesta más de cien yuanes. Y un sólo frasco de medicina para adelgazar cuesta más de cien yuanes…” Al oírla hablar continuamente de cosas banales, mi corazón se dio un brinco: ¡Vaya! Esta es una mujer rica; debería haberle pedido más dinero. Sobre todo después de oírla decir que no le daba importancia al dinero y que a menudo le daba a su madre mil u ocho mil yuanes de golpe. El deseo de hacer dinero brotó dentro de mi corazón de forma incontrolable y pensé: ya que el dinero no le importa, ¿por qué no le saco más? De modo que, con toda la hipocresía, le dije: “¿Y qué le parece si le pongo algo de aceite en el pelo?” “¿Cuánto cuesta?” preguntó ella. “Treinta yuanes”, contesté al tiempo que pensaba: “A mí sólo me cuesta unos pocos yuanes, pero si le cobro treinta yuanes, hago un buen negocio”. Ella aceptó sin más diciendo: “Genial. Después de aplicarle aceite, mi pelo brillará y estará suave y no se desteñirá tan fácilmente”. Al oír aquellas palabras, mi corazón dio un brinco de nuevo: “Si hubiese sabido que es un objetivo tan fácil, le hubiese pedido un precio más alto”. En aquel instante estaba completamente cegada por la avaricia. Hacía mucho tiempo ya, que me había sacado de la cabeza la idea de ser una persona honesta. Sin embargo, en el fondo de mi corazón, sabía con seguridad: el aceite no le va a aportar ninguna diferencia al pelo; tan sólo significa sacarle más dinero a los clientes.
Más tarde vería unas palabras de Dios que dicen: “Una tras otra, todas estas corrientes conllevan una mala influencia que degenera continuamente al hombre, que baja su moral y su calidad de integridad más y más, […] que no sabe nunca cuál es la verdad, que no puede discernir la diferencia entre las cosas positivas y las negativas, estas clases de tendencias, una tras otra, lo hacen aceptar con facilidad dichas tendencias, el criterio y las filosofías de vida, así como los valores que proceden de Satanás. Aceptan lo que este les dice sobre cómo plantearse la vida y la forma de vivir que Satanás les ‘concede’. No tienen la fuerza ni la capacidad, y mucho menos la consciencia de resistirse. […] Sin saberlo, sientes que si no engañas en los negocios sufrirás pérdidas, habrás perdido algo. Inconscientemente, este engaño se convierte en tu alma misma, tu pilar y también en un tipo de comportamiento que es una norma indispensable para tu vida. Después de que el hombre haya aceptado esta conducta y este pensamiento, ¿pasa el corazón del hombre por un cambio? Tu corazón ha cambiado, ¿ha cambiado, pues, tu integridad también? ¿Ha cambiado tu humanidad? (Sí.) Entonces, ¿ha cambiado tu conciencia? (Sí.) La totalidad del hombre experimenta un cambio cualitativo, de su corazón a sus pensamientos, hasta tal extremo que son cambiados desde el interior. Este cambio te lleva cada vez más y más lejos de Dios y te conformas más y más a Satanás, y eres más y más similar a él”.
A través de aquellas palabras de Dios supe: bajo la influencia de malvadas tendencias como “lo primordial es el beneficio”, “no hay negociante honesto” y “donde digo blanco digo negro”, me había convertido en una persona ávida de dinero y había perdido la conciencia y la razón de una persona normal. Recordé: Cuando al principio teñía el pelo, tan sólo cobraba diez yuanes, y estaba satisfecho. Ahora cobro sesenta yuanes y tengo la impresión de que aún no es suficiente, y espero sacarles aún más dinero a los clientes. Cuánto más gano, más deseo. Inconscientemente, acepté y di el visto bueno al engaño al creer: en el mundo de los negocios, si no engañas ni pillas a la gente, no haces bien tu trabajo ni sacas dinero, tan sólo tendrás pérdidas. El timo es mi ley de supervivencia en los negocios. Al comprobar los hechos con la palabra de Dios, me di cuenta de que aquello de lo que yo estaba viviendo pertenecía a Satanás; estaba viviendo sin personalidad ni dignidad y sin ningún parecido humano. Al darme cuenta de esto, me presenté ante Dios para arrepentirme: “Oh, Dios, con la sentencia de Tus palabras, me di cuenta de que soy demasiado embustero. No quiero seguir viviendo así. Quiero ser una persona honesta; ya no quiero seguir las malvadas tendencias de Satanás. Pero Satanás me ha corrompido tanto que no pude evitar engañar a los demás cuando se trataba de dinero e interés. Sálvame y Ayúdame a librarme de las ataduras del veneno de Satanás y Déjame ser una persona honesta”.
Los próximos días, para poner en práctica el ser una persona honesta, tomé una medida: establecer un precio fijo para cortar, alisar y poner permanentes, siempre según la tarifa más baja del ramo: siete yuanes, ochenta yuanes y cien yuanes. Pensé: a partir de ahora, no importa quién entre para arreglarse el pelo. Ya no volveré a cobrar precios desorbitados como antes. Hago una lista con los precios establecidos y que el cliente escoja.
Un día vino un forastero a que le cortase el pelo. Cuando sacó la cartera y me preguntó cuánto era, por un instante, dudé porque vi docenas de billetes de cien yuanes, y pensé: ahora todas las demás peluquerías suben los precios; tan sólo quedo yo cobrando siete yuanes. Este parece un hombre rico. Si le pido diez yuanes, ¿acaso no sacaré tres yuanes más? A él no le van a importar esos tres yuanes. Y justo en ese momento, recordé de repente las palabras de Dios: “porque siempre he actuado con justicia, con equidad y con honor. En verdad deseo que vosotros también seáis virtuosos y no hagáis nada que vaya contra el cielo y la tierra, y en contra de vuestra conciencia. Esto es todo lo que os pido” La esencia de Dios es santa.Sus acciones son justas y gloriosas. Así que, Él exige que nosotros hagamos las cosas correctamente, y que hablemos y actuemos sin impureza. El precio que he establecido por un corte de pelo es de siete yuanes. ¿Porodos los clientes de forma justa? ¿Acaso no es dar un paso hacia atrás, a los viejos tiempos? No, no puedo permitir que Satanás me tome el pelo. Tengo que abandonar por completo mis tratos anteriores, hacer borrón y cuenta nueva. Así que, le dije la verdad: que eran siete yuanes. A pesar de no haber hecho dinero en esta ocasión, me sentí aliviado e increíblemente seguro y en paz conmigo mismo. No hay dinero en el mundo que pueda pagar esa sensación. Caté el sabor del júbilo por ser una persona honesta.
Tras haber catado el sabor del júbilo por ser una persona honesta, poco a poco el dinero fue importándome menos, y además desde lo más profundo de mi corazón, y estaba dispuesta a poner en práctica la honestidad.
Un día entró una clienta en mi tienda para que le alisara el pelo. Cuando la vi, noté que su pelo no servía para alisar, así que le dije: “No se puede alisar su pelo, porque se quemará”. En otra ocasión vino otra clienta para que le cortase el pelo. Vi que tenía el largo apropiado así que le dije: “Su pelo está bien así; será mejor que no lo corte porque no va a quedarle bien”. Se marchó con una sonrisa. Un cliente que estaba allí quedó algo confundido y dijo: “Nunca he visto a una persona tan honesta como usted. Vino a que le cortaran el pelo. Si usted simplemente le hubiese hecho un corte sencillo, ¿acaso no hubiese ganado dinero? Es usted demasiada honesta”. En una ocasión encontré un par de pendientes de oro que valdrían dos mil yuanes o más. Cuando la clienta volvió preguntando por ellos, se los devolví sin dudar. La clienta me dio las gracias: “Es usted tan amable. Qué suerte que los haya perdido en su tienda. Si los hubiese perdido en cualquier otra tienda, probablemente no los habría recuperado. De verdad es usted una buena persona”. Y yo pensé: No es que yo sea una buena persona, sino que las palabras de Dios me han cambiado.
Tras haber puesto en práctica el ser una persona honesta, para sorpresa mía, mi negocio empezó a ir viento en popa. Mucho más que antes. Es más: no sólo no pocos clientes se convirtieron en clientes habituales, sino que además trajeron consigo familiares y amigos. Algunos clientes decían: “Venimos todos por su honestidad”. Mi tienda está situada en un callejón, y había otra peluquería grande y de renombre en la misma calle. Con el tiempo, muchos clientes de aquella peluquería vinieron a la mía. Decían: “En la otra tienda cobran demasiado. Todos los servicios son más caros que aquí. Además, se sirven de todos los trucos posibles para engañarnos. No son tan honestos como usted. Los precios de usted son justos y razonables”. Dentro de nada esa tienda va a cerrar mientras que la mía tiene más clientes que antes, y cada vez el negocio es más próspero. Si hubiese continuado con mi manera anterior de hacer negocios, “lo primordial es el beneficio” y “no hay negociante honesto”, hoy por hoy, mi tienda hubiese corrido la misma suerte que esa otra, y acabaría cerrando las puertas. No puedo evitar dejar de ofrecer todas mis gracias y alabanzas a Dios, desde lo más profundo de mi corazón, y mientras tanto, lo he catado de verdad: seguir la palabra de Dios y ser una persona honesta, no sólo hizo que mi negocio vaya viento en popa, sino que mi corazón ha sido liberado y eximido, y disfruta de una felicidad incomparable. Tal como dice la palabra de Dios: “Por medio de los hechos que realizo a lo largo y ancho del universo, Yo mostraré a las personas honestas la maravilla de Mis acciones, y con eso aumentaré su sabiduría, su conocimiento y su discernimiento, y provocaré que las personas mentirosas sean destruidas en un instante debido a Mis hechos maravillosos”.
Fuente: Estudiar la Biblia
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