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Una crisis financiera en mi familia se resolvió de manera asombrosa

Fue por la tarde. Cuando volví a casa después de una reunión, vi que mi marido estaba sentado frente al ordenador, preocupado y buscando números sin parar en el teléfono. Le pregunté “¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado?” No contestó. Después, y solo tras seguir preguntándole, me respondió “Va a vencer el préstamo. El interés principal y total es de más de 500 mil yuanes. Tenemos que pagarlo en tres días”. Al oír esto, estaba aturdida y dije: “¡Tanto dinero! ¿Dónde podemos conseguirlo?” Mi marido agachó la cabeza y no dijo nada. Inmediatamente, me sentí como si la cabeza me fuese a estallar y me sentí perdida. A la vez, estaba enfadada e insatisfecha, y me quejaba por dentro: ¡Estamos acabados! Las otras deudas aún no están pagadas por completo, y ahora, otra va a vencer. Es culpa de tu padre por insistir en compra esta casa. ¡Es inútil! ¿No será el negocio embargado si no pagamos el préstamo? ¡Hemos puesto tanto dinero en nuestro negocio y no hemos tenido ningún beneficio, pero ahora la inversión se va por el desagüe! ¿Qué vamos a hacer si no tenemos dónde vivir? Debemos tanto dinero, ¿cómo vamos a vivir? De verdad que quería gritar sin parar a marido y desahogarme de todas mis quejar. Pero entonces pensé: No va a solucionar ninguno de mis problemas. Después, cuando vi que mi marido fruncía el ceño y se veía confundido, mi corazón se tornó aún más inquieto.



Con el tiempo pasando poco a poco, la fecha de vencimiento empezaba a estar ante nuestros ojos, pero,¿dónde podíamos tomar prestado semejante cantidad de dinero? ¿Qué debíamos hacer? No podía perder el tiempo, y tenía que averiguar cómo conseguir el dinero. Posteriormente, utilicé mis habilidades para aconsejar a mi marido, dejándole tomar prestado algo de dinero a mi cuñado. Pensé que mi cuñado no se negaría a ayudarnos, pero nos dejaría al menos treinta o cuarenta mil yuanes porque era rico. Sin embargo, nunca hubiera pensado que nos diría que solo nos podía dejar diez mil yuanes, y después encontró una excusa, diciendo que no tenía dinero. Aunque esta respuesta me hizo mucho daño, no me di por vencida y seguía devanándome los sesos para encontrar todo tipo de formas de pedir prestado algo de dinero. Con altos tipos de interés, conseguimos algo de parte de contactos de mi marido y míos; también utilizamos todas nuestras tarjetas de crédito. De esta manera, conseguimos algo de dinero aquí y allá, pero la cantidad estaba lejos de la del préstamo. Estaba rodeada de depresión, pérdida, impotencia y solo pensaba en solucionar este problema lo más rápido posible. Incluso deseé que el tiempo se detuviese para siempre y que el mañana no llegase nunca, porque estaba asustada de ser acusada y criticada por otros si no conseguía devolver el dinero. ¿Qué debía hacer?… La ansiedad y la tristeza en mi corazón, como una gran montaña, me estresaban hasta el punto de asfixiarme.
Justo cuando estaba en apuros desesperantes, me di cuenta de repente: ¡soy cristiana y debería rezarle a Dios! Cara a cara con algo tan grande, siempre he intentado resolverlo con mis propias habilidades pero nunca he ido a Dios y se lo he encomendado. Y así, me arrodillé en presencia de Dios para orar: “¡Oh Dios! Al encontrarme con esto, ya he pensado en todo lo que puedo hacer pero es inútil. Ahora no sé qué hacer. Siento un gran dolor y no sé cómo salir de este apuro. Oh, Dios, ilumíname y guíame…”
Después de rezar, leí un pasaje: “Cuando se afrontan los problemas de la vida real, ¿cómo deberías conocer y entender la autoridad de Dios y Su soberanía? Cuando no sabes cómo entender, gestionar ni experimentar estos problemas, ¿qué actitud deberías adoptar para mostrar tu intención, tu deseo y tu realidad de someterte a la soberanía y las disposiciones de Dios? Primero debes aprender a esperar; después, debes aprender a buscar y, después, debes aprender a someterte. ‘Esperar’ significa esperar el tiempo de Dios, a las personas, los acontecimientos y las cosas que Él ha organizado para ti, esperar que Su voluntad se revele gradualmente para ti. ‘Buscar’ significa observar y entender las intenciones reflexivas de Dios para ti por medio de las personas, los acontecimientos y las cosas que Él ha establecido, entender la verdad a través de ellos, entender lo que los humanos deben cumplir y elcamino que deben mantener, entender qué resultados quiere obtener Dios en los humanos y qué logros quiere conseguir en ellos. “Someterse”, por supuesto, se refiere a aceptar a las personas, los acontecimientos y las cosas que Dios ha orquestado, aceptar Su soberanía y, por medio de ella, llegar a conocer cómo dicta el Creador el destino del hombre, cómo provee al hombre con Su vida, cómo obra la verdad dentro del hombre. Todas las cosas bajo las disposiciones y la soberanía de Dios obedecen leyes naturales y, si te decides a dejar que Dios organice y dicte todo para ti, debes aprender a esperar, a buscar y a someterte. Esta es la actitud que toda persona que quiere someterse a la autoridad de Dios debe adoptar, la cualidad básica que debe poseer toda persona que quiere aceptar la soberanía y las disposiciones de Dios. Para tener tal actitud, para poseer tal cualidad, debéis trabajar más duro, y sólo así podréis entrar en la verdadera realidad” (de “Dios mismo, el único III”). Después de leer, comprendí que en esta situación Dios me pedía poseer un corazón de búsqueda, obediencia y espera, dejar de intentar resolverlo todo por mí misma, y en su lugar experimentar Su soberanía y Sus planes. En ese momento, recordé que cuando Job perdió su ganado por la montaña no se quejó; en vez de eso, se rindió ante el señorío y los planes de Dios diciendo estas palabras: “Jehová dió, y Jehová quitó: sea el nombre de Jehová bendito”, y finalmente permaneció firme y dio testimonio para Dios. Aunque yo no alcancé una rendición como la de Job, estaba dispuesta a mantener una actitud obediente para hacer frente a este ambiente. Después de comprender un poco de las voluntades y demandas de Dios, le confié esta situación a Dios y no utilicé mis propias fuerzas para resolverla. Incluso si no conseguía el dinero y embargaban mi casa y no tenía donde vivir, no me quejaría; si conseguía tomar prestado dinero o sea cual fuese nuestro futuro, creía en la soberanía de Dios y en Sus planes, y esperé a que Dios me revelase su intención. Cuando empecé a hacer frente a la situación con esta actitud, dejé de sentir preocupada u oprimida, y me sentí extrañamente aliviada y libre. Tiempo después, le dije a mi esposo: “Ya no tenemos que preocuparnos más por esto. Solo veamos qué pasa. Hasta el dinero prestado tiene un límite”.
Cuando estuve dispuesta a depender de Dios y no encargarme de todo yo sola, dejándole a Él gobernar sobre mi vida, en el día en el que teníamos que devolver el dinero, mi marido dejó escapar un suspiro de alivio y dijo: “¡Hemos recaudado más de 500, 000 yuanes en dos días, y podremos pagar el préstamo! No me esperaba que nuestro arrendatario tuviera un año de alquiler para pagar por adelantado, o que nos fuese a prestar algo de dinero a nosotros”. Tras escuchar esto, estaba especialmente emocionada. Increíble. Cuando nos rompíamos la cabeza buscando formas de conseguir dinero por doquier no podíamos conseguir nada con tipos de interés alto, pero cuando se lo entregué a Dios con todo mi corazón, vi que de verdad Dios gobierna sobre todo, y que el corazón y el espíritu del hombre cambian según Su orquestación.
Más tarde leí otro párrafo: “Así, habrá siempre algunas personas que quieran ver por sí mismas de lo que son capaces; quieren cambiar sus destinos con sus propias manos, o conseguir la felicidad con sus propias fuerzas, ver si pueden sobrepasar los límites de la autoridad de Dios y subir por encima de Su soberanía. Lo triste del hombre no es que busque una vida feliz ni que persiga fama y fortuna o luche contra su propio destino a través de la niebla, sino que después de haber visto la existencia del Creador, después de haber conocido la realidad de que Él tiene soberanía sobre el destino humano, siga sin enmendar sus caminos, sin poder sacar los pies del fango, y endurezca su corazón persistiendo en sus errores. Preferiría quedarse revolcándose en el barro, compitiendo obstinadamente contra la soberanía del Creador, resistiéndose a ella hasta el amargo final, sin la más mínima pizca de remordimiento, y sólo cuando yace quebrantado y sangrando decide finalmente rendirse y darse la vuelta. Esto es lo realmente triste del ser humano. Así pues, digo que aquellos que deciden someterse son sabios, y aquellos que deciden escapar son testarudos” (de “Dios mismo, el único III”). A través de esta lectura, comprendí más profundamente que aunque creyese en Dios, solo admitía que Dios es el Gobernante de todas las cosas en mi corazón. Sin embargo, cuando me enfrentaba a dificultades prácticas, no creía que Dios gobierne la vida del hombre y elegía confiar en mis propias manos para cambiar mi vida. Al hacer frente al hecho de que no podíamos pagar la deuda, culpé a mi suegro e incluso quise ponerme furiosa con mi marido, oponiéndome tercamente a Dios. Como resultado, siempre acababa en un callejón sin salida, agotada física y mentalmente y sufría de manera innombrable. Tras pasar por esta situación, me di cuenta de que en realidad estaba confiando en mi propia habilidad para manejar cada situación, pero no confiaba en que Dios tuviese autoridad sobre mi todo, y que Él es mi confianza. Normalmente, en mi lectura espiritual, solo entiendo palabras y doctrinas. No aplicaba la verdad de que Dios mantiene soberanía sobre todas las cosas y no hacía de esa verdad mi realidad, sino que quería resolverlo todo yo sola, de manera que no podía ver el liderazgo de Dios o saber que Él gobierna sobre todo. A través de esta situación, comprendí la voluntad de Dios: Él quiere añadir la verdad de obedecer la soberanía y los planes de Dios en mí, permitiéndome tener verdadero conocimiento de Su autoridad y dominio.
¡Gracias a Dios! Me he beneficiado mucho de esta experiencia. La razón por la que estaba feliz y agradecida a Dios no era por ayudarme a resolver mi problema de conseguir dinero, sino lo que aprendí de esta situación. Cuando me vi cara a cara con dificultades y mantuve una actitud de espera, búsqueda y obediencia, de verdad presencié las acciones de Dios. Sinceramente creo que Dios es el gobernante de todas las cosas. Él me permitió no solo experimentar profundamente el poder de Su palabra sino también tener una comprensión verdadera de la soberanía del Creador. Como dicen los proverbios: “El hombre propone, pero Dios dispone” y “El hombre trabaja la tierra, pero la cosecha depende del Cielo”. Siento que mi devoción y esfuerzos no deciden si tengo éxito o no, sino que todo está en las manos de Dios.
En esta sociedad compleja, nos enfrentamos a todo tipo de problemas y dificultades cada día, y muchas veces simplemente nos manejamos de ellos según nuestros pensamientos, habilidades y maneras humanas. Si fallamos, consideraremos que no hemos hecho todo lo posible y que nuestra capacidad es insuficiente; si tenemos éxito, pensamos que lo conseguimos según nuestra sabiduría, trabajo y esfuerzos. No importa lo que hagamos, está desconectado de Dios. Si continuamos viviendo de esta manera, nunca tendremos un conocimiento verdadero de la soberanía de Dios, y mucho menos veremos Sus actos prácticas y conseguiremos Su aprobación. Cuando hacemos frente a situaciones en nuestro día a día, sean buenas o malas, grandes o pequeñas, deberíamos creer en el señorío de Dios y aprender a esperar por Dios, buscar Su voluntad y rendirnos a Su soberanía y planes en todo. Solo de esta manera podremos experimentar la autoridad y señorío de Dios y obtener la realidad de esta verdad.
(Traducido del original en inglés al español por Tusinean Alexandra-Daniela)

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