Estamos condenados a vivir una vida lúgubre desde el nacimiento. Desde que nacimos llorando, hemos expresado gritos de angustia y tristeza durante toda nuestra vida ¡Una representación muy triste!
Cuando aprendemos a hablar y caminar, tenemos un corto período de inocencia, pero este sentimiento es solo flor de un día.
Después de crecer, tenemos que elegir de qué manera queremos vivir. Tal vez estamos contentos con nuestra situación actual, y dispuestos a ser un hombre ordinario; quizás elijamos mantenernos alejados del mundo y vivir una vida tranquila o tal vez preferimos lograr el éxito y la fama para vivir en la gloria… Sin embargo, no importa el camino que escojamos, al final nadie puede escapar del triste destino. Por ejemplo, Li Bai, famoso poeta conocido por su personalidad libertina e ingobernable de la dinastía Tang, escribió el verso de “Bebió vino a diez mil monedas por barril y se divirtió hasta la saciedad”, no pudo escapar de la lamentable condición de “Beber vino para ahogar el dolor, a pesar de que este crezca más” enfrentándose al círculo oficial lleno de luchas abiertas y secretas. Su Dongpo, un poeta de la dinastía Song, era desenfrenado y heroico. Sin embargo, cuando se sentía frustrado, tampoco podía evitar lamentarse de que “la gente siente tristeza o alegría; se separan y se encuentran de nuevo. La luna se oscurece y brilla; crece y disminuye”. Tao Yuanming, conocido poeta de la Dinastía Jin oriental, eligió una vida hermética en las montañas en su vejez, y se mantuvo alejado del mundo. De hecho, estaba bastante molesto que le hayan prohibido alcanzar su meta con el talento que posee. Parecía que vivía una vida pacífica y tranquila, pero en su corazón, la ira hacia el mundo estaba encontrando formas de salir. Du Fu, un poeta de estilo sombrío, también suspiraba sobre el mundo desolado después de presenciar el surgimiento de la decadencia de la dinastía Tang, y escribió los poemas narrativos “Sanli (Tres funcionarios)” y “Sanbie (Tres despedidas)”… Estos fueron los escritores y poetas que tanto se lamentaban por la vida. Sin embargo, ¿cómo podríamos nosotros, la gente común, escapar del doloroso final de la vida? Podemos vivir escondidos del mundo e ignorando el firmamento, o podemos llevar una vida de ocio e indiferente a todo, o incluso podemos refugiarnos en el trabajo. Pero cuando lleguemos a la vejez, no podremos hacer nada más que dejar el mundo llorando con arrepentimiento y desgana.
Después de todo, el triste destino del hombre nunca ha cambiado. Todos tenemos bodas y funerales, disfrutamos de la alegría, estamos ocupados trabajando para ganar dinero, sufrimos penurias, solo para sentirnos vacíos e indefensos.
El desarrollo del conocimiento y la ciencia es asombroso para nosotros; la absoluta astucia y falsedad en el lugar de trabajo nos agota mental y físicamente; la tolerancia y la alegría después de estar satisfechos con la comida y la bebida nos corroen y nos llevan por mal camino; los intereses y el nepotismo entre la gente nos hace fruncir el ceño y suspirar. Inevitablemente revelamos nuestra impotencia y también tenemos preguntas sobre la vida.
Todos queremos saber: ¿Por qué la vida es tan triste? ¿Es así como debería ser la vida? ¿No hay alguna manera de cambiarla?
Consulte la Biblia, para encontrar la respuesta.
En realidad, nuestra angustia surge de la tentación de Satanás. Cuando nuestros antepasados, Adán y Eva, vivían felices en el Jardín del Edén, Satanás llegó silenciosamente con falsedad hacía ellos. Habiendo olvidado el mandato de Dios, Adán y Eva escucharon las palabras de Satanás y comieron el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, y desde entonces el pecado vino al mundo. Debido al pecado, fueron expulsados del Edén y tuvieron que mantener a su familia con trabajos forzados; debido al pecado, perdimos el rumbo y la esperanza de nuestras vidas. Es el pecado lo que nos vuelve personas obstinadas y sin control, engreídas y soberbias; es el pecado lo que nos hace llevar una vida lujosa y disipada, haciéndonos caer en el vicio; es el pecado lo nos vuelve egoístas e intrigantes uno contra otros; es el pecado lo que nos hace buscar la fama y ganancia, y matarnos unos a otros; es el pecado lo que nos hace alejarnos de Dios…
Romanos 6:23 dice: “Porque la paga del pecado es muerte, […]”. El pecado conduce a la muerte, no solo de la carne, sino del alma.
Por lo tanto, cuando conocemos la existencia del pecado, ¿no debemos hacer nada más que dar rienda suelta a la propagación del mismo? ¡Por supuesto que no! “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El” (Juan 3:16-17). Nuestro Señor Jesucristo vino al mundo como un hombre para ser la ofrenda por el pecado, y nos liberó de nuestros pecados, para que no fuésemos destruidos por ellos. Cuando estamos en el final de nuestro ingenio y nos sentimos vacíos e indefensos, tenemos el consuelo y la misericordia del Señor, y Su perdón. ¿No es esta la mayor gracia para nosotros?
Sin embargo, la gracia no puede resolver nuestra naturaleza pecaminosa. La ofrenda por el pecado de nuestro Señor Jesucristo solo nos libró de ser ejecutados, según la ley, por nuestros pecados, pero eso no significa que nuestra naturaleza pecaminosa interna se haya purificado. Nuestro comportamiento y corazón están todavía en amargura y perplejidad. Solo el juicio de Dios en los últimos días puede purificarnos verdaderamente. La Biblia dice: Hebreos 9:27-28, “Y así como está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio, así también Cristo, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvación de los que ansiosamente le esperan”. 1 Pedro 4:17, “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; […]” Y Juan 12:47-48, “Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo; porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, ésa lo juzgará en el día final”. Además, en el Apocalipsis, Juan tuvo una visión de los últimos días, “Y la voz que yo había oído del cielo, la oí de nuevo hablando conmigo, y diciendo: Ve, toma el libro que está abierto en la mano del ángel que está de pie sobre el mar y sobre la tierra. Entonces fui al ángel y le dije que me diera el librito. Y él me dijo: Tómalo y devóralo; te amargará las entrañas, pero en tu boca será dulce como la miel. Tomé el librito de la mano del ángel y lo devoré, y fue en mi boca dulce como la miel; y cuando lo comí, me amargó las entrañas” (Apocalipsis 10:8-10).
A partir de esto, entendemos que para resolver completamente nuestra naturaleza pecaminosa, Dios hace la obra de juicio comenzando en la casa de Dios sobre la base de la obra de redención del Señor Jesús. La obra de juicio de Dios en los últimos días es abrir el “librito” del Apocalipsis para nosotros, la humanidad, y traernos el camino de la vida eterna al desechar nuestra naturaleza pecaminosa y lograr la purificación y la salvación.
El pecado entró en nuestros corazones y nos trajo muchas angustias desde el momento en que nuestros antepasados, Adán y Eva, fueron seducidos y corrompidos por Satanás. Para deshacernos de la angustia y la impotencia, necesitamos aceptar la salvación del Creador de los últimos días. Cuando experimentemos el juicio ante el trono de Cristo en los últimos días después de la redención del Señor y nos despojemos completamente de nuestra naturaleza pecaminosa, en ese momento se cumplirá la profecía de Apocalipsis. “Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: He aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres, y El habitará entre ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos. El enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado. Y el que está sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y añadió: Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas” (Apocalipsis 21:3-5). Aquellos que experimentan el juicio y la purificación en los últimos días ante el trono de Cristo serán salvados y ganados por Dios, no tendrán llanto, ni tristeza, ni dolor, ni pena ni lágrimas. Todos los sufrimientos y angustias serán eliminados debido a la obra de juicio de Dios y todos los pecados se terminarán y desaparecerán. Tendremos la paz y el gozo eterno, y viviremos en el Reino con Dios para siempre.
(Traducido del original en inglés al español por Jackeline Calderón Bernardo)
Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.
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