Recientemente, estaba explorando en el internet y vi un libro titulado No tan sólo un Fanático: Convirtiéndonos completamente en seguidores de Jesucristo. Este título, me atrajo inmediatamente. Habiendo creído en el Señor Jesús por tantos años, yo nunca había pensado en esto: ¿mi fé en el Señor prevalece, soy un creyente genuino o tan sólo un fanático? Y, ¿tengo yo una fe genuina en el Señor?
Todos sabemos que el Señor Jesús pudo sanar a los enfermos y echar fuera demonios, hacer señales y maravillas, aún resucitar a los muertos. Y al final se convirtió en la ofrenda por el pecado redimiendo a la humanidad de la muerte. Aprendemos de Jesús y Sus logros de la biblia, así que los cristianos firmemente creemos que el Señor Jesús es un Dios con gran poder, quien es amante y misericordioso, otorga gracia y bendiciones a todos. Si nos enfermamos, nos dirigimos al Señor como el Gran doctor, oraremos a Él para pedir Su misericordia. En tiempos así, nuestra creencia en el Señor es para que nuestras enfermedades se curen. Cuando entendemos que el Señor otorga gracia a la humanidad, frecuentemente oramos a Él por más riquezas materiales. En tales circunstancias, nuestra fé en Él es para obtener gracia y bendiciones de Él. Cuando nuestros corazones son nutridos por las palabras de nuestro Señor, estas palabras se convierten en “la sopa de pollo para el alma” así que, dondequiera encontremos dificultades o frustraciones en la vida, frecuentemente las usamos para llenar el vacío en nuestros corazones. En tales circunstancias, nuestra fé en el Señor está meramente para obtener substancia espiritual. Cuando creemos que el Señor Jesús vendrá a arrebatarnos al reino de los cielos y llevarnos a nuestro maravilloso destino, activamente asistimos a las reuniones, oramos y leemos la biblia frecuentemente, trabajamos para el Señor diligentemente, andamos de arriba y abajo gastándonos para el Señor, padecemos y hacemos sacrificios por Él, y aún estamos dispuestos a ser puestos en prisión. En tales circunstancias, podemos decir que mantenemos nuestra fe en el Señor sólo para evitar el sufrimiento del infierno y recibir las bendiciones de los cielos… Estas son varios tipos de fé que son producidas en nosotros cuando hemos visto la autoridad y el poder del señor Jesús.
Todos pensamos de nosotros mismos como devotos creyentes, y que tenemos una fe firme en el señor Jesús en todo momento. Sin embargo, cuando las acciones de Dios no están conforme a nuestras imaginaciones, ¿nuestra fé en Él permanece firme? ¿Cuando estamos en las garras de la enfermedad y oramos al Señor para que nos cure, pero Él no responde a nuestra oración, ¿perderemos nuestra fe en el Señor? ¿Cuando oramos constantemente por las bendiciones del Señor, pero después de un tiempo no llegan, malentenderemos al Señor, nos quejaremos de Él y aún nos apartaremos de Él? Cuando las tribulaciones nos asedian, ¿continuaremos asistiendo a reuniones, orar al Señor, leer la biblia, y trabajar diligentemente por el Señor?… De todos estos tipos de nuestra fe, podemos ver un problema muy serio, el cual ha sido descuidado por muchos cristianos: ninguno de esos tipos de tan llamados de nuestra fé es por el conocer a Dios. Si no creemos en Dios para conocer a Dios y satisfacerle, entonces, ¿para qué es nuestra fé en la tierra? ¿Puede tal fé lograr la aprobación de Dios?
En este punto, tal vez nos podamos sentir algo confundidos: entonces ¿qué tipo de fé recibe la alabanza del Señor? Reflexionando en esto, no puedo evitar pensar en la experiencia de Job, documentada en la biblia, que todos conocemos muy bien. Cuando Job tuvo hijos e hijas, además de poseer una gran riqueza, y tenía un gran estatus en la sociedad, no tenía quejas para con Dios. Él no tenía que pedirle a Dios que mantuviera su familia sana y feliz para siempre, ni tampoco le pidió a Dios que protegiera su propiedad de daños o hacer su vida más próspera. Cuando él era rico, él no se dejó llevar por las riquezas pero mantuvo su integridad: temer a Dios y rechazar la maldad. Él sabía que todo lo que él poseía le había sido otorgado por Dios y no fue ganado por su propio esfuerzo, entonces calmadamente aceptó su abundancia, sin jactancia ni prepotencia, sin disfrutar avaramente los placeres de los sentidos. A sus ojos, su riqueza fue realmente algo externo, y en lo que realmente ponía atención era agradar a Dios.
Job recorrió su vida caminando una vida temerosa a Dios y rechazando el mal. Recibió inspiración y confirmó la sabiduría de Dios y el gran poder de observar las leyes de cambio en el mundo natural. Aún más, confirmó la verdadera existencia de Dios de los destinos de todo tipo de personas. Él apreció la soberanía de Dios y predestinación desde sus experiencias sobre su propia vida entera. Él vió que todo está en las manos de Dios, y el hecho de que uno obtiene bendiciones o recibe desgracias no está determinado por uno mismo ni por ninguna otra persona. Así que, cuando sufrió la tribulación, él pudo obedecer las condiciones y los arreglos de Dios, sin importar que perdiera sus hijos y además tuvo una seria enfermedad. Cuando él fue encarado con la pérdida de sus hijos y propiedades, y el tormento de enfermedad, no lloró ni se irritó, ni golpeó su pecho con dolor y angustia, o se quejó contra Dios o nadie. Aunque el sufrimiento de Job sobrepasó los niveles de aguante de cualquier persona ordinaria, él no soltó palabras ligeras o de queja que Dios fuese injusto. En vez, él aceptó completamente lo que Dios había arreglado sin protestar, completamente obedeció todos los pruebas Dios había diseñado. Es justo como dijo Job cuando sufría más durante sus pruebas: “¡Quién me diera que mi petición se cumpliera, que Dios me concediera mi anhelo, que Dios consintiera en aplastarme, que soltara su mano y acabara conmigo! Mas aún es mi consuelo, y me regocijo en el dolor sin tregua, que no he negado las palabras del Santo” (Job 6:8-10). Analizando las palabras de Job, puede ser visto que él diligentemente aceptó cualquier trato insatisfactorio de parte de Dios. Aún si significara la muerte, él no abandonaría el camino de Dios y no habría dicho ninguna palabra de queja o juicio hacia Dios, más bien tomó consuelo en ésta actitud. Mientras en sufría continuamente, en su corazón todavía buscaba la voluntad de Dios, y expresó verdadera alabanzas a Dios. Él creyó que Dios es justo, y que todo es ordenado por Dios. Justo como Job dijo: “¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?” (Job 2:10). Job obtuvo tal conocimiento de su apreciación y confirmación de las pruebas del Creador en las que él fue objeto en muchas dificultades, alcanzando cimas y caídas a lo largo de su vida. Y esto fue indubitablemente la sentida voz del deseo de Job de obedecer los diseños de su Creador después que había logrado conocimiento de la voluntad y disposición de Dios.
El todo de las experiencias de la vida de Job, no importa que fuese rico o pobre, que estuviera sano o enfermo, él lo encaró todo calmadamente. Él se deleitó en buscar la voluntad de Dios toda su vida. Esta fue lo más grande Job obtuvo por creer en Dios su vida entera, y es la meta para todos nosotros. Dios aceptó la fe de Job, así que después que Job había pasado por pruebas y fuera un testigo, Jehová Dios se le apareció y le habló. Como resultado, Job vio la espalda de Dios, escuchó la voz de Dios, entendió mejor la voluntad de Dios y conoció Su disposición; al principio solo escuchaba algunas veces de existencia de Dios, y después, escuchó Su palabra con los oídos, y vio verdaderamente Su espalda. Job no solo creía que Dios es el Gobernante de los cielos y la tierra y todas las cosas, sino que también podía seguir conociendo a Dios, amando a Dios y satisfaciendo a Dios en todas las situaciones dispuestas por Él. Esta es la verdadera fé en Dios.
Después de sopesar cuidadosamente la experiencia de Job y su punto de vista en su búsqueda de la creencia en Dios, ¿cómo obtenemos algún nuevo conocimiento? Y si nosotros reflexionamos en nuestros puntos de vista de creencia en Dios y nuestras metas de búsqueda y comparación con Job, ¿no aparecemos nosotros un poco cortos de vista? Recuerdo una vez al Señor Jesús decir: “En verdad, en verdad os digo: me buscáis, no porque hayáis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el cual el Hijo del Hombre os dará, […] Porque el pan de Dios es el que baja del cielo, y da vida al mundo” (Juan 6:26-33). “Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed” (Juan 6:35). De las propias palabras del Señor, podemos ver lo que Dios quiere darnos, no es sólo comida para llenar nuestras barrigas o familia, felicidad o buena suerte. Dios quiere otorgarnos la verdad para nuestra vida y ayudarnos a conocerlo a Él y entender Su voluntad a través de la verdad. Él expresa en situaciones que Él orquesta para nosotros, así que podemos mejor obedecerlo y adorarlo a Él. Si creemos en Dios solo para obtener una vida más sana y feliz y ser exitoso en nuestras carreras o para ir al cielo después de que muramos, pero no buscar el conocer a Dios y obtener la verdad como base de nuestra vida, entonces nuestra fe ¿no es sólo ganancia de pan que llene nuestras barrigas? Y, ¿no es esta forma de fé y búsqueda en abierta oposición a la voluntad de Dios?
(Traducido del original en inglés al español por Manuel Quintero)
Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.
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