Todos sabemos que Jesucristo se encarnó y llevó a cabo la obra redentora, y todo el que cree en el Señor afirma que Jesucristo es el Salvador. Sin embargo, la Biblia registra que después que Jesucristo fue bautizado, el cielo se abrió y el Espíritu Santo descendió sobre Jesucristo como una paloma, y una voz dijo: “[...] Este es mi Hijo amado en quien me he complacido” (Mateo 3:17). Este es el Espíritu Santo testificando que Jesucristo es el Hijo amado de Dios. Además, Jesucristo oró antes de la crucifixión, diciendo: “[...] Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras” (Mateo 26:39). Todo esto prueba que Jesucristo claramente es el Hijo de Dios. Así que, acá está la pregunta: ¿Realmente Jesucristo es Dios o el Hijo de Dios? Si Él es Dios, ¿entonces por qué Él ora a Dios en el cielo?
1.¿Realmente Jesucristo es Dios o el Hijo de Dios?
De hecho, Dios no dijo en Génesis que Él tuviera un hijo, ni Jehová Dios dijo tal cosa en la Era de la Ley. De estos pasajes podemos saber que sólo hay un Dios, que no hay una relación Padre-Hijo de qué hablar. De hecho, cuando el Señor Jesús encarnado vino a realizar la obra de redención de la humanidad, la cual es, Dios se convirtió en el Hijo del Hombre apareciendo y haciendo Su obra entre hombres, Él inició una nueva Era en la cual Dios personalmente entró al mundo humano para vivir junto al hombre. Además, con gran adoración, llamamos a Jesucristo como Cristo, el Hijo de Dios. En ese momento, el Espíritu Santo también testificó el hecho de que Jesucristo era el Hijo amado de Dios, y Jesucristo llamó a Dios en el cielo Padre. Como tal, creíamos que Jesucristo era el Hijo de Dios, y la noción de relación Padre-Hijo fue formada. ¿Entonces, realmente Jesucristo es el Hijo de Dios o Dios mismo? Debemos leer algunas escrituras. En Juan 14:8, Felipe le pidió a Jesucristo: “... Señor, muéstranos al Padre, y nos basta”. Jesucristo le dijo a Felipe: “Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo he estado con vosotros, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os digo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí es el que hace las obras. Creedme que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí; y si no, creed por las obras mismas” (Juan 14:9-11). Jesucristo dijo muy claramente: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre;” (Juan 14:9). De esto podemos ver que Jesucristo es la apariencia de Dios mismo. Jesucristo no dijo que Él y Dios tuvieran una relación Padre-Hijo. En vez de eso, Él dijo: “yo estoy en el Padre, y el Padre en mí;” (Juan 14:11) “Yo y el Padre somos uno” (Juan 10:30). De acuerdo a las palabras de Jesucristo, podemos confirmar que Jesucristo es Dios mismo, que sólo hay un Dios, que no hay una relación Padre-Hijo de qué hablar. Es solo porque no entendemos la verdad de la encarnación que creemos que Jesucristo es el Hijo de Dios. Un libro espiritual dice: “El significado de la encarnación es que Dios aparece en la carne y Él viene a obrar en medio del hombre de Su creación bajo una imagen de carne. Por tanto, para que Dios se encarne, primero debe ser carne, una carne con una humanidad normal; esto, como mínimo, debe ser verdad. De hecho, la implicación de la encarnación de Dios es que Él vive y obra en la carne; Dios se hace carne en Su misma esencia, se hace hombre”. Simplificando esto, la encarnación es solo Dios vestido en carne y convertido en hombre, y el Dios encarnado es en realidad Dios mismo.
2.Ya que Jesucristo es Dios mismo, ¿Por qué Jesucristo oró a Dios en el Cielo?
Hay un misterio que Jesucristo llama a Dios en el cielo “Padre” en Su oración. Cuando Dios es encarnado en la carne, el Espíritu de Dios está oculto dentro de la carne, y la carne misma no es consciente de la presencia del Espíritu. Solo porque no podemos sentir nuestros espíritus dentro de nosotros. Además, el Espíritu de Dios no hace nada sobrenatural dentro de Su carne. Así que, aunque Jesucristo fuese Dios encarnado, si el Espíritu de Dios no hubiera hablado y testificado a Dios mismo, Jesucristo no podría haber sabido que Él era la encarnación de Dios. Esa es la razón por la cual la Biblia dice: “ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mateo 24:36). Antes de que Jesucristo comenzara Su obra oficial, Él vivió dentro de una humanidad normal. En realidad no sabía que Él era la encarnación de Dios, porque el Espíritu de Dios dentro de la carne no funcionaba de forma sobrenatural, sino que funcionaba dentro de los confines normales como cualquier otro humano. Así que, naturalmente, Jesucristo oraría al Padre celestial, lo cual es decir, Jesucristo oró al Espíritu de Dios desde dentro de Su humanidad normal. Esto tiene todo el sentido. Cuando Jesucristo desempeñó formalmente Su ministerio, el Espíritu Santo comenzó a hablar y proclamar, siendo testigo de que Él era el Dios encarnado. Solo entonces Jesucristo se dio cuenta de Su verdadera identidad, que Él hubiera venido a hacer la obra de redención. Sin embargo, cuando iba a ser crucificado, todavía oraba a Dios el Padre. Esto muestra que la esencia de Cristo es absoluta obediencia a Dios en el cielo. Un libro espiritual dice: “Cuando Jesús llamaba a Dios en el cielo por el nombre de Padre al orar, sólo lo hacía desde la perspectiva de un hombre creado, sólo porque el Espíritu de Dios se había vestido como un hombre ordinario y normal y tenía el envoltorio exterior de un ser creado. Incluso si dentro de Él estaba el Espíritu de Dios, Su apariencia externa seguía siendo la de un hombre ordinario; en otras palabras, había pasado a ser el ‘Hijo del Hombre’ del que todos los hombres, incluido el propio Jesús, hablaban. […] Por muy grande que fuera la autoridad de Jesús en la tierra, antes de la crucifixión, Él era simplemente un Hijo del Hombre, dominado por el Espíritu Santo (es decir, Dios), y uno de los seres creados de la tierra, porque aún tenía que completar Su obra. Así pues, que llamara Padre a Dios en el cielo, era simplemente por Su humildad y obediencia. Que se dirigiera a Dios (es decir, al Espíritu en el cielo) de esa manera no demuestra, sin embargo, que Él sea el Hijo del Espíritu de Dios en el cielo. Más bien, Su perspectiva es diferente y no es que Él sea una persona distinta. ¡La existencia de personas diferentes es una falacia! Antes de Su crucifixión, Jesús era un Hijo del Hombre sujeto a las limitaciones de la carne, y Él no poseía la plena autoridad del Espíritu. Por esta razón, Él sólo podía buscar la voluntad de Dios Padre desde la perspectiva de un ser creado. Es como cuando oró tres veces en Getsemaní: ‘No sea Mi voluntad, sino la tuya’. Antes de que lo pusieran en la cruz, Él no era más que el Rey de los judíos; Él era Cristo, el Hijo del Hombre, y no un cuerpo de gloria. Esa es la razón por la que, desde el punto de vista de un ser creado, llamaba Padre a Dios”. “Jesús oró desde la perspectiva de la carne. Como se había revestido de una carne de humanidad normal, fue desde la perspectiva de la carne desde donde Él dijo: ‘Mi caparazón corporal es el de un ser creado. Como me revestí de carne para venir a la tierra, ahora estoy lejos, muy lejos del cielo’. Por esta razón, Él sólo podía orar a Dios Padre desde la perspectiva de la carne. Este era Su deber y aquello con lo que el Espíritu encarnado de Dios debía estar equipado. No puede decirse que Él no es Dios simplemente porque oraba al Padre desde la perspectiva de la carne. Aunque se le llama el Hijo amado de Dios, sigue siendo Dios mismo, porque Él no es sino la encarnación del Espíritu y Su esencia sigue siendo el Espíritu”.
Estas palabras de Dios son muy claras. Cuando Jesucristo estaba obrando entre los hombres, era en realidad el Espíritu de Dios vestido en carne como un hombre obrando y pareciendo ser hombre. Sin importar cómo Jesucristo estaba expresando Sus palabras o rezando a Dios el Padre, Su esencia era divinidad, no humanidad. Dios es Espíritu y es invisible para los hombres; cuando Dios se convierte vestido en carne, solo podemos ver carne y no podemos ver el Espíritu de Dios. Si el Espíritu Santo había atestiguado directamente al hecho de que el Señor Jesús encarnado era Dios, la gente no lo hubiera aceptado. Al momento, nadie sabía qué significaba para Dios ser encarnado, y ellos solo estaban en contacto con la encarnación de Dios y conocían poco, así que nunca imaginaron que este común Hijo del Hombre sería la encarnación del Espíritu de Dios, la aparición de Dios en la carne. Aunque Jesucristo expresaba mucho de Su palabra en el transcurso de Su obra, le dio al hombre la forma de arrepentirse y manifestó muchos milagros, los cuales revelaban completamente la autoridad y poder de Dios, los hombres aún fallaban al reconocer la palabra y obra de Jesucristo que Él era Dios mismo, la aparición de Dios. En vez de eso, sólo reconocieron a Jesucristo como un profeta o llamado Maestro. Así que, Dios sólo obraba de acuerdo con la estatura del pueblo en ese momento, y no lo hizo difícil para ellos; el Espíritu Santo simplemente testificó dentro del entendimiento del pueblo en ese momento, y llamó a Jesucristo el Hijo amado de Dios, permitiéndole temporalmente a los hombres creer que Jesucristo era el Hijo de Dios. De esta forma se adáptaba mejor a las concepciones del pueblo y fue más fácil aceptarlo. Ya que, en ese momento, Jesucristo sólo estaba haciendo la obra de redención, sin importar cuantas personas lo llamaran Jesucristo, lo importante era que ellos aceptaron a Jesucristo como el Salvador, les absolvió de sus pecados, y por tanto fueron calificados para disfrutar de la gracia de Dios. Entonces, el Espíritu de Dios testificó a Jesucristo de esta forma porque era más adecuado a la estatura de las personas en ese momento. Si comprendemos estas cosas, no veremos a Jesucristo como el Hijo de Dios por Su oración a Dios en el cielo, sino será claro que sin importar en qué posición oró Jesucristo, Él es nuestro Señor y nuestro Dios.
(Traducido del original en inglés al español por Carlos Alberto Diaz Acosta)
Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.
Leer más la palabra de Dios : "El Dios encarnado se llama Cristo y Cristo es la carne que se viste con el Espíritu de Dios. Esta carne es diferente a cualquier hombre que es de la carne. La diferencia es porque Cristo no es de carne y hueso, sino que es la personificación del Espíritu. Tiene tanto una humanidad normal como una divinidad completa. Su divinidad no la posee ningún hombre. Su humanidad normal sustenta todas Sus actividades normales en la carne mientras que Su divinidad lleva a cabo la obra de Dios mismo. Sea Su humanidad o Su divinidad, ambas se someten a la voluntad del Padre celestial. La esencia de Cristo es el Espíritu, es decir, la divinidad. Por lo tanto, Su esencia es la de Dios mismo; esta esencia no interrumpirá Su propia obra y Él no podría hacer nada que destruyera Su propia obra ni tampoco pronunciaría ninguna palabra que fuera en contra de Su propia voluntad. Por lo tanto, el Dios encarnado nunca haría alguna obra que interrumpiera Su propia gestión. Esto es lo que todos los hombres deben entender. La esencia de la obra del Espíritu Santo es salvar al hombre y es por el bien de la propia gestión de Dios. De manera similar, la obra de Cristo es salvar a los hombres, y lo es por causa de la voluntad de Dios. Dado que Dios se hace carne, Él realiza Su esencia dentro de Su carne de tal manera que Su carne es suficiente para emprender Su obra. Por lo tanto, toda la obra del Espíritu de Dios la reemplaza la obra de Cristo durante el tiempo de la encarnación, y en el corazón de toda la obra a través del tiempo de la encarnación está la obra de Cristo. No se puede mezclar con la obra de ninguna otra era. Y ya que Dios se hace carne, obra en la identidad de Su carne; ya que viene en la carne, entonces termina en la carne la obra que debía hacer. Ya sea el Espíritu de Dios o Cristo, ambos son Dios mismo y Él hace la obra que debe hacer y desempeña el ministerio que debe desempeñar." ("La Palabra manifestada en carne")
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