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Testimonio Cristiano | A través de entender el misterio de los nombres de Dios, voy al compás de los pasos del Cordero

Por Mu Zhen, Taiwán
De pequeña, era una niña inteligente y sensata, así que siempre recibí el amoroso cuidado de mis padres, familiares y amigos. Como siempre sacaba buenas calificaciones en la escuela y era amable y de trato fácil, me llevaba bien con mis maestros y compañeros de clase. En aquella época estaba llena de esperanza en el futuro. Sin embargo, para mi sorpresa, cuando llegó el momento de hacer la prueba para entrar en la preparatoria, no pude calificar —por medio punto— para ingresar a la escuela de mujeres más importante; en cambio, me admitieron en una escuela de segunda categoría. Como no podía aceptar lo que había ocurrido me encerré en mi habitación durante dos días y me negué a ingerir ningún tipo de alimento o bebida. Esa fue la primera vez que experimenté el fracaso en mi vida: sentí como si hubiera caído en un abismo y me sentía atormentada y apesadumbrada.
Cuando volvieron a iniciar las clases, fui a orientación sintiéndome profundamente deprimida. Durante la orientación, una compañera de clase mayor que yo me predicó el evangelio del Señor Jesús. A medida que asistí a las reuniones de la iglesia y escuché más acerca de las experiencias de los hermanos y hermanas, sentí que la gracia del Señor era fiel y que podía confiar en ella. Creía que, siempre que orara al Señor Jesucristo y le suplicara, recibiría Su protección y cuidado y disfrutaría de una sensación de paz y seguridad de mi corazón. A partir de ese estado de oscura depresión, recuperé gradualmente el optimismo y la actitud positiva. Posteriormente, en el segundo año de preparatoria, me bauticé como cristiana.
Con el fin de aprender más sobre las verdades de la Biblia, asistí a un colegio religioso para mis estudios universitarios y como estudiante de primer año tomé un curso que impartía el pastor, titulado “Introducción a la religión”. Durante una de las clases, el pastor nos dijo: “El capítulo 13, versículo 8 de Hebreos dice: ‘Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos’. El Señor Jesús es el único Salvador. Él es fiel y confiable y Su nombre jamás cambiará, sin importar la era. Solo si confiamos en el nombre de Jesús podemos ser salvos…”. A partir de sus palabras, aprendí que solo a través de la salvación del Señor Jesús podemos ser liberados del mal y la muerte y solo si confiamos en el nombre del Señor Jesús podemos ser salvos. Se me ocurrió que la razón por la que mi compañera de clase que me había llevado a la Iglesia siempre parecía tan feliz y segura era, probablemente, la fortaleza de vida que obtenía de su confianza en el Señor. Después de esa clase tomé la decisión de seguir al Señor Jesús y poner todo mi esfuerzo en servirle. Con este propósito, ocupé todo mi tiempo después de las clases en participar en comunión, estudios bíblicos, obra misionera evangélica y jamás me perdí un solo sermón o reunión.
Con el tiempo, me di cuenta de que los sermones de los pastores y los ancianos siempre hablaban de las mismas cosas: no había una nueva luz en lo que decían y nosotros, como creyentes, no obteníamos el más mínimo sustento espiritual de sus palabras. Algunos hermanos y hermanas vivían en la debilidad. Jamás asistían a las reuniones y nadie se molestaba en ayudarlos o apoyarlos. Algunos hermanos y hermanas dormitaban durante los sermones y después de las reuniones trataban de vender mercancías y seguros a las personas. Había quienes, incluso, ayudaban en las campañas de los candidatos políticos que buscaban ocupar un cargo. Pensaba para mis adentros: “¿Acaso siguen siendo cristianos si creen en el Señor al tiempo que solo buscan obtener ganancias personales y no buscan avanzar en su vida espiritual? Los pastores y ancianos ni siquiera trataban de impedir que estas cosas pasaran: ¿está esto alineado con la voluntad y los requisitos del Señor?” La situación que prevalecía en la iglesia me hizo enojar y me decepcionó. Como yo no había recibido ningún tipo de provisión espiritual durante mucho tiempo, me sentía espiritualmente pobre y débil. Es más, como tenía mucho trabajo y a menudo laboraba horas extras los fines de semana, terminé por no molestarme siquiera en asistir a las reuniones. Solo cuando me topaba con algún problema leía la Biblia y oraba en el nombre del Señor. Me sentía desesperanzada y sin rumbo, perdida e impotente.
En octubre de 2016, conocí en línea al hermano Wang de la Iglesia de Dios Todopoderoso. El hermano Wang me presentó al hermano Jin y a otros hermanos y hermanas. Las enseñanzas del hermano Jin me ayudaron a comprender muchas verdades que anteriormente no había entendido. Su enseñanza en relación con la verdad de la encarnación de Dios era particularmente práctica y clara y obtuve mucho de ella. Durante muchos años, yo había creído en el Señor, había estudiado la Biblia y había escuchado incontables sermones por parte de personajes espirituales, pastores y ancianos, pero jamás había escuchado a nadie comunicar acerca de este aspecto de la verdad de una forma tan incisiva y clara. Mi espíritu recibió el riego y el deseo de buscar surgió en mi interior. A partir de ese momento, asistí a menudo a sus reuniones por internet.
Durante una de esas reuniones, el hermano Jin compartió una enseñanza y dijo: “Para salvar por completo a la humanidad, Dios lanzó un plan de gestión de 6000 años, lo dividió en tres diferentes eras y en cada una de ellas Él lleva a cabo una nueva etapa de la obra. El nombre de Dios cambia junto con las distintas obras que realiza. Por ejemplo, en la Era de la Ley, Dios llevó a cabo Su obra con el nombre de ‘Jehová’, proclamó las leyes y mandamientos y guio a los primeros israelitas en su vida en la tierra. Sin embargo, una vez que Dios finalizó Su obra en la Era de la Ley y comenzó Su obra de redención en la Era de la Gracia, Su nombre cambió de ‘Jehová’ a ‘Jesús’. Ahora nos encontramos en los últimos días y Dios está realizando la obra del juicio comenzando en la casa de Dios basándose en la obra de redención de Jesús. Ha concluido la Era de la Gracia, ha marcado el inicio de la Era del Reino y, al hacerlo, Su nombre cambió a ‘Dios Todopoderoso’”. Cuando escuché que el hermano Jin dijo que el nombre de Dios había cambiado, pensé: “La Biblia claramente dice: ‘Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos’ (Hebreos 13:8). El Señor Jesús en el que yo creo es el único Dios verdadero y el nombre del Señor Jesús jamás cambiará. Solo a través del nombre del Señor Jesús podemos ser salvos. ¿Cómo puedes decir que el nombre de Dios ha cambiado? Si en nuestras oraciones no invocamos el nombre de Jesús, sino que utilizamos otro nombre, ¿cómo podemos seguir estando en consonancia con la Biblia?” La enseñanza del hermano Jin desafió profundamente mis creencias. Hizo la siguiente analogía: “Hermana Mu Zheng, si una compañía te nombrara responsable de planeación un año y, gerente, al siguiente, entonces ya sea que fueras responsable de planeación o gerente, los requisitos de tu trabajo determinarían el cambio en tu título. Las personas te habrían llamado responsable de planeación Mu, pero ahora te llaman gerente Mu. A pesar del cambio de título y cargo, ¿habrías cambiado tú? ¿No seguirías siendo tú?” Contesté: “Seguiría siendo yo”, y no puse ninguna objeción, pero, en mi corazón, seguía sin poder aceptar lo que él decía. Pensé: “El nombre de Dios no puede cambiar jamás. Solo si confiamos en el nombre del Señor Jesús podemos ser salvos. No me convencerás tan fácilmente. Simplemente te ignoraré de ahora en adelante y ahí habrá quedado el asunto”. Cuando terminó la reunión, bloqueé en la aplicación de chat a todos los hermanos y hermanas de la Iglesia de Dios Todopoderoso.
Para mi asombro, el día después de que bloqueé a todos los hermanos y hermanas de la Iglesia de Dios Todopoderoso, alrededor de las 8 de la noche, mientras lavaba los platos en la cocina, escuché de repente el timbre de la puerta. La abrí y delante de mí estaban dos chicas que jamás había visto. Una de ellas me entregó una información. Al principio fui muy amable con las muchachas, pero cuando vi que el panfleto que la chica me había dado decía “El regreso de Cristo: el Señor Jesús ha regresado con las nubes”, con letras grandes, de pronto me di cuenta de que venían a predicar el evangelio. Como en aquel momento yo creía que el nombre del Señor Jesús jamás cambiaría, me sentí un tanto molesta con las dos chicas y les regresé el panfleto que me habían entregado. Se veían un tanto desanimadas y, cuando se dieron la vuelta para irse, una de las hermanas me preguntó: “Hermana, ¿no puedes aceptar estas noticias porque no crees en Dios o porque perteneces a otra denominación? ¿Alguna vez has investigado y buscado cuidadosamente la verdad?”. Sin importar lo que dijeran las hermanas, yo en realidad no quería darles más de mi tiempo, así que simplemente regresé a lavar los platos en la cocina. Mientras me encontraba haciéndolo, la pregunta de la hermana siguió dando vueltas en mi mente: “¿Alguna vez has investigado y buscado cuidadosamente la verdad?”. Pensé: “Supongo que, en realidad, jamás he buscado cuidadosamente la verdad”. Recordé cómo el hermano Wang y los demás habían compartido la enseñanza de que el nombre de Dios había cambiado y luego pensé en cómo esto difería de mi propio entendimiento. Sin embargo, aun cuando no había comprendido, no había tenido el deseo de buscar la verdad y había analizado lo que él había dicho utilizando el conocimiento que yo tenía de la Biblia. Había aceptado aquellos aspectos de su enseñanza con los que estaba de acuerdo, pero no había buscado ni prestado atención a aquellos con los que discrepaba. Solo entonces me di cuenta de que mi conocimiento de la Biblia había provocado que perdiera mi pureza y sencillez de corazón. Había adoptado una actitud santurrona hacia la verdad: ¿cómo es posible que alguna vez me hubiera considerado a mí misma alguien que buscaba sinceramente la verdad?
Cuando me tranquilicé un poco, recordé algo que los hermanos y hermanas de la Iglesia de Dios Todopoderoso a menudo enseñaban: “Las ovejas de Dios escuchan la voz de Dios: si queremos recibir el regreso del Señor, debemos escuchar la voz de Dios, discernir Su voz y comprender qué es la verdad”. La enseñanza que dieron los hermanos y hermanas estaba en consonancia con la Biblia. Las vírgenes prudentes tuvieron que escuchar la voz de Dios y ¿acaso Pedro, en la Era de la Gracia, no había sido capaz de seguir al Señor Jesús gracias a que había escuchado la voz de Dios en las palabras del Señor? Cuando me di cuenta de esto, me apresuré a sacar mi Biblia y la abrí en el Libro del Apocalipsis, capítulo 3, versículos 20-22, donde dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo. Al vencedor, le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Medité cuidadosamente en este pasaje de las Escrituras y pensé: “Dios nos pide que cada vez que el Espíritu Santo hable, debemos escuchar. En este momento había tenido la gran suerte de escuchar sobre el regreso del Señor y la oportunidad de familiarizarme con la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días; así pues, ¿por qué sigo permitiendo que mis nociones me detengan? ¿Por qué me niego a escuchar cualquier idea que no comprenda o que esté en conflicto con mis nociones? Aun cuando no pueda aceptar de inmediato que el nombre de Dios ha cambiado, ¡al menos debo buscar e investigar sobre este asunto y tomar una decisión una vez que tenga un mayor entendimiento!”. Luego me topé con el siguiente pasaje que se encuentra en Mateo, capítulo 7, versículo 7: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”. “Si Dios realmente ha venido a tocar la puerta”, pensé, “y si yo, habiendo sido engañada por mis propias nociones, cierro los oídos y lo dejo fuera debido a mi insensibilidad absoluta y me pierdo la salvación de Dios en los últimos días, ¿no sería eso una pena terrible?”.
Esa noche no pude conciliar el sueño y seguí dándole vueltas en mi cabeza a todo lo que había ocurrido aquella tarde. Pensé: “He vivido aquí 18 años y esta es la primera vez que alguien viene a difundir el Evangelio. Esa hermana incluso me preguntó si alguna vez había buscado e investigado cuidadosamente la verdad: ¿podría ser que el plan de Dios era que estas dos hermanas a quienes jamás había visto vinieran a comunicarme el Evangelio? Luego, cuando me sentí inquieta tras haberlas rechazado y después de hojear la Biblia para obtener respuestas, Dios me dirigió a un pasaje donde habla de que el Señor toca a la puerta: ¿me equivoqué al rechazarlas? ¿Acaso Dios Todopoderoso realmente es el Señor Jesús que ha regresado?”. Con estos pensamientos en mente, de inmediato me levanté de la cama y oré al Señor y le pedí Su guía y esclarecimiento. Al finalizar mi oración, abrí mi computadora y visité el sitio web oficial de la Iglesia de Dios Todopoderoso, que se titula “Evangelio del Descenso del Reino” y busqué pasajes relacionados con el nombre de Dios. Encontré el siguiente pasaje de las palabras de Dios Todopoderoso: “Algunos dicen que el nombre de Dios no cambia, ¿por qué pasó, entonces, a ser Jesús el nombre de Jehová? Se profetizó la venida del Mesías, ¿por qué vino, entonces, un hombre con el nombre de Jesús? ¿Por qué cambió el nombre de Dios? ¿No se llevó a cabo esa obra hace mucho tiempo? ¿Acaso no puede realizar Dios una nueva obra este día? La obra de ayer puede alterarse y la obra de Jesús puede seguir a la de Jehová. ¿No puede, entonces, la obra de Jesús ser sucedida por otra obra? Si el nombre de Jehová puede cambiar al de Jesús, entonces ¿no puede cambiarse también el nombre de Jesús? Esto no es extraño y las personas piensan así[a] sólo debido a su simpleza. Dios siempre será Dios. Independientemente de los cambios en Su obra y en Su nombre, Su carácter y sabiduría se mantienen siempre inmutables. Si crees que se puede llamar a Dios sólo por el nombre de Jesús, entonces sabes muy poco” (‘¿Cómo puede el hombre que ha definido a Dios en sus conceptos recibir Sus revelaciones?’ en “La Palabra manifestada en carne”). Después de leer este pasaje, comprendí que Dios lleva a cabo una nueva obra en cada era y asume un nuevo nombre según Su nueva obra lo requiera. Pensé en cómo, en la Era de la Ley, el nombre de Dios fue Jehová y bajo este nombre Dios guio a los israelitas. Sin embargo, cuando el Señor Jesús vino a realizar Su obra, ¿acaso el nombre de Dios no había cambiado de Jehová a Jesús? Dios Todopoderoso había explicado este asunto con gran claridad: ¿quién podría haber revelado tales misterios si Dios no hubiera venido a expresar la verdad? Yo me había negado a buscar e investigar la idea de que el nombre de Dios había cambiado porque no se ajustaba a mis propios puntos de vista. Si realmente Dios Todopoderoso era la reaparición del Señor Jesús y yo le cerraba la puerta al Señor incluso cuando Él tocaba a mi puerta una y otra vez, ¡qué terrible pena sería si me perdiera la oportunidad de recibir el regreso del Señor! Así pues, decidí buscar e investigar cuidadosamente la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días.
Posteriormente, desbloqueé a los hermanos y hermanas de la Iglesia de Dios Todopoderoso y les conté acerca de la experiencia que había tenido aquella noche. Durante una reunión, los hermanos y hermanas compartieron el siguiente pasaje de las Escrituras conmigo: “¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se ha descarriado, ¿no deja las noventa y nueve en los montes, y va en busca de la descarriada?” (Mateo 18:12). Los hermanos y hermanas dijeron que yo era precisamente como aquella oveja perdida y que Dios había ido a buscarme y me había traído de vuelta ante Él. En verdad fue por la gracia de Dios que, cuando me desvíe del camino, Dios me guio para que desbloqueara a los hermanos y hermanas y siguiera asistiendo a las reuniones. ¡Agradezco a Dios por no abandonarme!
Justo en ese momento, la hermana Xiling me preguntó: “Hermana Mu Zheng, ¿bloqueaste de repente a todos porque no comprendías algún aspecto de la verdad?”. Asentí y dije: “La Biblia claramente dice ‘Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos’ (Hebreos 13:8). Esto prueba que Jesucristo jamás cambia. Aun cuando Dios regrese en los últimos días, Él debe seguir llevando el nombre de Jesús: este nombre jamás cambiará. Sin embargo, el hermano Jin compartió una enseñanza en la que dijo que el nombre de Dios en los últimos días es Dios Todopoderoso y yo simplemente no puedo aceptarlo del todo. Desde que me bauticé, siempre he orado invocando el nombre del Señor Jesús; así pues, ¿cómo podría llamarle por otro nombre?”. Cuando terminé, la hermana Xiling me envió el siguiente pasaje de las palabras de Dios: “Están aquellos que dicen que Dios es inmutable. Eso es correcto, pero se refiere a la inmutabilidad del carácter y la esencia de Dios. Los cambios en Su nombre y obra no demuestran que Su esencia se haya alterado; en otras palabras, Dios siempre será Dios, y esto nunca cambiará. Si dices que la obra de Dios siempre permanece igual, ¿sería entonces capaz de terminar Su plan de gestión de seis mil años? Sólo sabes que Dios es eternamente inmutable, ¿pero sabes que Él es siempre nuevo y nunca viejo? Si la obra de Dios nunca cambió, ¿podría haber traído a la humanidad hasta hoy? Si Dios es inmutable, ¿por qué ha hecho ya la obra de dos eras? […] Las palabras ‘Dios es siempre nuevo y nunca viejo’ hacen referencia a Su obra, y las palabras ‘Dios es inmutable’ tienen relación con lo que Dios tiene y es inherentemente. En cualquier caso, no puedes definir la obra de seis mil años en un punto, o representarla con simples palabras estáticas. Así es la estupidez del hombre. Dios no es tan simple como el hombre imagina, y Su obra no puede detenerse en una era. Jehová, por ejemplo, no puede representar siempre el nombre de Dios; Él también puede hacer Su obra bajo el nombre de Jesús, que es un símbolo de cómo la obra de Dios siempre progresa hacia adelante” (‘La visión de la obra de Dios (3)’ en “La Palabra manifestada en carne”).
La hermana Xiling dijo después: “Las palabras de Dios Todopoderoso explican esto con gran claridad: cuando decimos que ‘Dios es inmutable’, nos referimos a Su carácter y esencia. Esto no significa que el nombre de Dios nunca cambie. Dios siempre es nuevo y nunca viejo, la obra de Dios siempre va hacia delante y Su nombre debe cambiar para reflejar los cambios de Su obra. Sin embargo, sin importar cómo pueda cambiar el nombre de Dios, Su esencia nunca cambia: Dios sigue siendo Dios. No obstante, no comprendemos a qué se refiere en realidad la palabra ‘inmutable’ y no vemos cómo la obra de Dios siempre es nueva y nunca vieja, así que nos resulta muy fácil limitar Su obra e, incluso, resistirnos a Él con base en nuestras nociones e imaginaciones. Por ejemplo, los fariseos se aferraban a la noción de que ‘Jehová es el único Dios; no hay otro salvador más que Jehová’. Por tanto, cuando Dios vino a realizar Su obra con el nombre ‘Jesús’ y los fariseos vieron que el nombre de Jehová había cambiado pero que no lo llamaban ‘Mesías’ como las profecías habían predicho, negaron que el Señor Jesús fuera Cristo, que Él era Dios mismo y condenaron frenéticamente al Señor Jesús y se resistieron a Él, hasta que, finalmente, se coludieron con las autoridades romanas para crucificar al Señor Jesús. Por este, el más atroz de los pecados, sufrieron el castigo de Dios. De forma similar, si persistimos en aferrarnos ciegamente a la Biblia y nos aferramos a la noción de que el nombre de Dios no cambia y negamos la obra de Dios de los últimos días, entonces ¿acaso seremos diferentes a los fariseos, que afirmaron creer en Dios, pero tomaron la senda de la resistencia hacia Él?”.
A continuación, me pidió que leyera otros dos pasajes de las palabras de Dios: “En cada era, Dios hace nueva obra y se le llama por un nuevo nombre; ¿cómo podría hacer Él la misma obra en diferentes eras? ¿Cómo podría aferrarse a lo antiguo? El nombre de Jesús se adoptó para la obra de redención, ¿se le seguiría llamando por el mismo nombre cuando vuelva en los últimos días? ¿Seguiría haciendo Él la obra de redención? ¿Por qué son Jehová y Jesús uno, pero se les llama por nombres diferentes en eras diferentes? ¿Acaso no es porque las eras de Su obra son distintas? ¿Podría un solo nombre representar a Dios en Su totalidad? Siendo esto así, se debe llamar a Dios por un nombre diferente en una era diferente y Él debe usar el nombre para cambiar la era y representarla. Porque ningún nombre puede representar totalmente a Dios mismo y cada nombre sólo puede representar el aspecto temporal del carácter de Dios en una era dada; todo lo que necesita hacer es representar Su obra. Por tanto, Dios puede escoger cualquier nombre que encaje con Su carácter para representar a toda la era” (‘La visión de la obra de Dios (3)’ en “La Palabra manifestada en carne”). “¿Podría el nombre de Jesús, ‘Dios con nosotros’ representar el carácter de Dios en su totalidad? ¿Podría articular por completo a Dios? Si el hombre afirma que a Dios sólo se le puede llamar Jesús y no puede tener ningún otro nombre, porque no puede cambiar Su carácter, ¡tales palabras son una blasfemia! ¿Crees que el nombre de Jesús —Dios con nosotros— puede representar a Dios en Su totalidad? A Dios se le puede llamar por muchos nombres, pero entre todos estos no hay uno que pueda englobar todo lo que Él tiene, ninguno puede representarlo plenamente. Por tanto, Dios tiene muchos nombres, pero estos no pueden articular por completo el carácter de Dios, que es demasiado rico y supera el conocimiento del hombre. […] Una palabra o nombre particular no tendría poder para representar a Dios en Su totalidad. ¿Crees que puede Él, pues, adoptar un nombre fijo? Dios es tan grande y tan santo, ¿por qué no le permites cambiar Su nombre cada nueva era? Por ello, en cada era que Dios realiza, personalmente, Su propia obra, usa un nombre que encaje con la era para condensar la obra que hace. Él usa este nombre particular, uno que posee una importancia temporal, para representar Su carácter en dicha era. Este es Dios que usa el lenguaje de la humanidad para expresar Su propio carácter” (‘La visión de la obra de Dios (3)’ en “La Palabra manifestada en carne”).
La hermana Xiling dio una enseñanza: “Dios solo lleva a cabo una parte de la obra de Su plan en una era y solo expresa un aspecto de Su carácter. El nombre que Él adopta en una era en particular solo representa el carácter que Él manifiesta y la obra que Él realiza en esa era. En la Era de la Ley, por ejemplo, el nombre “Jehová” se utilizó para representar la obra que Dios hizo, así como los aspectos majestuosos, iracundos, misericordiosos y maledicentes de Su carácter. Bajo el nombre “Jehová”, Dios proclamó las leyes y mandamientos y guio a la humanidad en su vida en la tierra. A su vez, el comportamiento de las personas se volvió cada vez más regulado y aprendieron a adorar a Dios. Hacia el final de la Era de la Ley, debido a que las personas habían sido cada vez más corrompidas por Satanás, dejaron de respetar las leyes y mandamientos y corrieron el riesgo de ser condenadas y ejecutadas. Para salvar a las personas del rigor de la ley, Dios llevó a cabo la obra de redención bajo el nombre de Jesús, comenzando, así, la Era de la Gracia y concluyendo la Era de la Ley. Él expresó Su carácter amoroso y misericordioso, predicó el camino del arrepentimiento y, finalmente, redimió a la humanidad por medio de Su crucifixión. Todos aquellos que aceptaron al Señor Jesús como Salvador y oraron en el nombre del Señor para confesarse y arrepentirse fueron perdonados. A partir de esto podemos ver que el nombre que Dios elige en cada era es importante. Cada nombre representa únicamente una porción de la obra de Dios y un aspecto de Su carácter: un solo nombre no puede representar la totalidad de Dios. Si, en la Era de la Gracia, Dios hubiera venido con el nombre ‘Jehová’ y no ‘Jesús’, entonces la obra de Dios habría dejado de progresar más allá de la Era de la Ley y, nosotros, como seres humanos corruptos, jamás habríamos recibido la redención, sino que habríamos sido condenados y ejecutados por violar las leyes y mandamientos. De forma similar, si, cuando Dios regresara en los últimos días, aún se siguiera llamando Jesús, entonces la obra de Dios dejaría de progresar más allá de la Era de la Gracia. Nuestros pecados serían perdonados, pero aún viviríamos en ese círculo vicioso de cometer pecados y confesarlos y no seríamos capaces de liberarnos de los grilletes del pecado y lograr la purificación. Por ello, para liberarnos completamente de los grilletes del pecado y alcanzar la purificación, Dios se ha hecho carne una vez más para expresar Sus palabras y llevar a cabo la obra del juicio y la purificación, para establecer la Era del Reino y dar por terminada la Era de la Gracia. Con el cambio de eras, el nombre de Dios también ha cambiado a ‘Dios Todopoderoso’, lo cual cumple la profecía que se encuentra en el Libro del Apocalipsis, capítulo 1, versículo 8 que dice: ‘Yo soy el Alfa y la Omega —dice el Señor Dios— el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso’.”
A través de la enseñanza que dieron los hermanos y hermanas, pude comprender cómo el pasaje de las Escrituras que dice “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8) no significa que el nombre de Dios jamás cambiará sino, más bien, que la esencia de Dios es inmutable. También aprendí que Dios dividió Su plan de gestión de 6000 años en tres eras —la Era de la Ley, la Era de la Gracia y la Era del Reino— y que, con cada nueva etapa de la obra, Dios asume un nuevo nombre para representar Su obra y Su carácter durante dicha era. También adopta un nuevo nombre para marcar el inicio de una nueva era. ¡Cuán significativo es el nombre de Dios en cada era! Si, como yo había creído previamente, el nombre de Dios jamás cambiaba y, cuando Él regresara, siguiera llamándose Jesús, ¿acaso Su obra no permanecería detenida?
Después de la reunión, busqué una vez más algunos pasajes del Apocalipsis: “Yo soy el Alfa y la Omega —dice el Señor Dios— el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Apocalipsis 1:8). “Al vencedor le haré una columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo” (Apocalipsis 3:12). De repente, todo se aclaró después de leer estos pasajes y pensé “Ya he leído estos dos pasajes antes, entonces ¿cómo es que no me di cuenta de lo que realmente significaban? Estos dos pasajes de las Escrituras claramente predicen cómo, cuando Dios regrese en los últimos días, ya no será llamado Jesús y Su nuevo nombre será ‘el Todopoderoso’. Siempre me había aferrado a aquella cita de la Biblia que declara ‘Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos’ (Hebreos 13:8), pues pensaba que el nombre de Dios jamás cambiaría, pero nunca pensé en examinar otros pasajes de las Escrituras, y simplemente rechacé continuamente la obra de Dios de los últimos días y me resistí a ella. ¡Cuán ignorante era!”. A través de las enseñanzas que los hermanos y hermanas habían dado, así como de las profecías que se encuentran en la Biblia en relación con el nombre de Dios, ya no albergaba ninguna duda acerca del nombre que Dios había elegido en los últimos días.
Tiempo después, durante una reunión, leímos otro pasaje de las palabras de Dios: “Una vez se me conoció como Jehová. También se me llamó el Mesías, y las personas me llamaron una vez Jesús el Salvador porque me amaban y respetaban. Pero hoy no soy el Jehová o el Jesús que las personas conocieron en tiempos pasados; Yo soy el Dios que ha regresado en los últimos días, el que pondrá fin a la era. Soy el Dios mismo que surge de los confines de la tierra, repleto de todo Mi carácter y lleno de autoridad, honor y gloria. Las personas nunca se han relacionado conmigo, nunca me han conocido y siempre han sido ignorantes de Mi carácter. Desde la creación del mundo hasta hoy, ni una sola persona me ha visto. Este es el Dios que aparece al hombre durante los últimos días, pero que está oculto en medio de los hombres. Él mora entre los hombres, verdadero y real, como el sol ardiente y la llama de fuego, lleno de poder y rebosante de autoridad. No hay una sola persona o cosa que no será juzgada por Mis palabras y ni una sola persona o cosa que no será purificada por el fuego ardiente. Finalmente, todas las naciones serán bendecidas debido a Mis palabras y también serán hechas pedazos debido a ellas. De esta forma, todas las personas durante los últimos días verán que Yo soy el Salvador que ha regresado, que Yo soy el Dios Todopoderoso que conquista a toda la humanidad, y que una vez fui la ofrenda por el pecado para el hombre, pero en los últimos días también me convierto en las llamas del sol que queman todas las cosas, así como el Sol de justicia que revela todas las cosas. Tal es Mi obra de los últimos días. Tomé este nombre y soy poseedor de este carácter para que todas las personas puedan ver que Yo soy un Dios justo, Yo soy el sol abrasador y la llama de fuego. Es para que todos puedan adorarme, el único Dios verdadero, y para que puedan ver Mi verdadero rostro: no soy sólo el Dios de los israelitas ni soy sólo el Redentor, soy el Dios de todas las criaturas en todos los cielos, la tierra y los mares” (‘El Salvador ya ha regresado sobre una “nube blanca”’ en “La Palabra manifestada en carne”).
La hermana Xiling dio la siguiente enseñanza: “En los últimos días, Dios ha iniciado la obra del juicio por medio de las palabras en la Era del Reino bajo el nombre de ‘Dios Todopoderoso’ y ha revelado a la humanidad Su carácter justo y majestuoso que no tolera ofensa alguna. Las palabras que Dios Todopoderoso ha expresado exponen la realidad de que Satanás ha corrompido a la humanidad, así como la fuente de nuestra resistencia hacia Dios. Las palabras de Dios arrojan un juicio sobre nuestra rebeldía e injusticia y nos muestran la senda y la dirección que necesitamos seguir para transformar nuestro carácter. Siempre que nos enfoquemos en buscar la verdad en todas las cosas, utilicemos la verdad para sacar de raíz nuestro carácter corrupto y nos comportemos y tratemos a los demás de acuerdo con las exigencias de Dios, podemos deshacernos poco a poco de nuestro carácter corrupto y alcanzar la plena salvación de Dios. Cuando la obra de Dios Todopoderoso en la tierra finalice, todos aquellos que hayan aceptado la obra de Dios en los últimos días y hayan alcanzado la purificación y salvación de Dios serán guiados por Él a Su reino para disfrutar de las bendiciones de Dios y de Su promesa. En cuanto a aquellos que rechazaron la obra de Dios de los últimos días e, incluso, se resistieron a Él, lo condenaron, lo calumniaron y blasfemaron en Su contra, todos serán consumidos por los grandes desastres de los últimos tiempos y serán castigados y destruidos por Dios. Así pues, Dios adopta el nombre de ‘Dios Todopoderoso’ para manifestar a toda la humanidad Su carácter justo y majestuoso que no tolera ofensa alguna, separa a las personas según su tipo, pone fin a esta era de maldad y completa toda la obra del plan de gestión de Dios de 6000 años. Dios quiere que veamos que Él no sólo es el Amo y Creador de todas las cosas, sino que también puede servir como nuestra ofrenda por el pecado e, incluso, puede perfeccionar, transformar y purificar a la humanidad. Dios es el Primero y el Último y Sus maravillosas obras son insondables para el hombre. Por ello, que Dios asuma el nombre de ‘Dios Todopoderoso’ resulta particularmente significativo. Actualmente, el Espíritu Santo solo salvaguarda la obra que se lleva a cabo bajo el nombre de Dios Todopoderoso. Todos aquellos que acepten la obra de Dios de los últimos días y oren en el nombre de Dios Todopoderoso pueden recibir la obra del Espíritu Santo y el suministro del agua viva de la vida. Las iglesias de la Era de la Gracia se han vuelto lúgubres y desoladas: la fe de sus creyentes se vuelve cada vez más fría; sus sermones carecen de esencia; no se conmueven en la oración y un número cada vez mayor es seducido por las tendencias mundanas. La fuente de sus problemas yace en el hecho de que Dios está realizando una nueva obra, y la obra del Espíritu Santo ha cambiado de las iglesias de la Era de la Gracia a las de la Era del Reino. Han fracasado en ir al compás de los pasos del Cordero, no han aceptado la obra de juicio de Dios Todopoderoso y, por tanto, no pueden obtener el suministro del agua viva de vida y deben revolcarse en la oscuridad sin una puerta de salida”.
A través de la lectura de la palabra de Dios y de escuchar la enseñanza de la hermana, obtuve un conocimiento más profundo de lo que significa que Dios asuma diferentes nombres en distintas eras. También obtuve el conocimiento de la obra de juicio de Dios y del carácter que Él manifiesta en los últimos días: ¡esto es crucial para que nos liberemos de las ataduras del pecado y para que Dios nos salve! Resulta que la razón por la que no me sentía suministrada al escuchar los sermones en los últimos años y la razón por la cual la fe de mis hermanos y hermanas se había debilitado y los sermones habían carecido de esencia era porque la obra del Espíritu Santo ya había cambiado: el Espíritu Santo solo salvaguarda ahora la obra que se realiza bajo el nombre de Dios Todopoderoso. Como no habíamos aceptado el nuevo nombre de Dios y no habíamos ido al compás de los pasos del Cordero, habíamos caído en la oscuridad. Fue entonces que supe en mi corazón que Dios Todopoderoso en verdad es el Señor Jesús que ha regresado.
Posteriormente, mis hermanos y hermanas compartieron conmigo la enseñanza relacionada con cómo distinguir a las verdaderas iglesias de las falsas, cómo distinguir la obra del Espíritu Santo de la obra de Satanás y otros aspectos de la verdad. Me beneficié enormemente de estas enseñanzas. Cada vez que me reunía con mis hermanos y hermanas para ver películas y videos del Evangelio, me sentía espiritualmente satisfecha y mi corazón se llenaba con una sensación de paz y seguridad. Las palabras de Dios Todopoderoso no solo resolvieron muchas preguntas que había tenido previamente en mi creencia en el Señor, sino que, también, resolvieron muchos problemas que estaba experimentando en mi vida. También recuperé la sensación de fe que tuve cuando comencé a creer en el Señor. Me regocijé de que Dios me escogiera para aceptar Su obra de los últimos días y empecé a ir al compás de los pasos del Cordero. Ahora, leo las palabras de Dios Todopoderoso todos los días. Cuanto más leo, más siento que la luz llena mi corazón, y desde el fondo de mi alma tengo absoluta certeza de que la palabra de Dios Todopoderoso es la verdad y es la voz de Dios. Estaba completamente segura de que Dios se ha aparecido ahora y está obrando como Dios Todopoderoso y acepté Su nombre y me uní oficialmente a la Iglesia de Dios Todopoderoso. ¡Agradezco a Dios Todopoderoso por salvarme!
Nota al pie:
a. El texto original dice “que es”.

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