El Señor Jesús dijo: “Pero como fue en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre” (Mateo 24:37).
En la época en que Noé construyó el arca, la humanidad se alejaba de Dios, olvidándose de Su encomienda, codiciando el gozo carnal, volviéndose licenciosa por naturaleza y haciendo todo tipo de mal. Al final, Dios envió el diluvio para terminar con esa malvada humanidad.
En el mundo actual, el hombre admira la maldad y disfruta de los placeres pecaminosos, e incluso los creyentes viven en el pecado y sin considerarlo como pecado. Estos fenómenos justamente demuestran que cuando la maldad y corrupción de la humanidad se hayan desarrollado su punto culminante, vendrá el Hijo del hombre, es decir Dios regresará. La expresión “Hijo del hombre” se refiere a Aquel que nace de un ser humano y tiene una humanidad normal. Por lo tanto, no se puede denominar “Hijo del hombre” al Espíritu. Al Señor Jesús encarnado se le llamó “Hijo del Hombre” y “Cristo” porque Él era la carne encarnada del Espíritu de Dios que se convirtió en un hombre normal y corriente y vivió entre los hombres. Así pues, cuando el Señor Jesús dijo “el Hijo del Hombre” y “viene el Hijo del Hombre”, se refería a la venida de Dios a través de Su encarnación en los últimos días.
Dios Todopoderoso dice: “Dios está encarnado en el continente chino, lo que los compatriotas de Hong Kong y Taiwán llaman el interior. Cuando Dios descendió de lo alto a la tierra, nadie lo supo en el cielo ni aquí abajo, porque este es el verdadero significado de que Dios regrese de un modo oculto. Durante largo tiempo ha estado obrando en la carne y viviendo, aunque nadie se ha enterado. Incluso hasta el día de hoy, nadie lo reconoce. Tal vez seguirá siendo un enigma eterno. Esta vez, la venida de Dios en carne no es algo de lo que cualquiera pueda ser consciente. Independientemente de que la obra del Espíritu sea a gran escala y poderosa, Dios siempre mantiene la compostura, sin delatarse nunca. Se puede decir que es como si esta etapa de Su obra se está llevando a cabo en el ámbito celestial. Aunque sea algo perfectamente obvio para todos, nadie lo reconoce. Cuando Dios acabe esta etapa de Su obra, todos despertarán de su largo sueño y revertirán su actitud del pasado. […] Al amanecer, sin que nadie lo supiera, Dios vino a la tierra e inició Su vida en la carne. Las personas fueron totalmente inconscientes de ese momento. Quizás estaban todos dormidos; tal vez muchos de los que estaban despiertos y vigilantes esperaban, y es posible que muchos estuvieran orando en silencio a Dios en el cielo. Sin embargo, entre toda esta cantidad de personas, nadie supo que Dios ya había llegado a la tierra. Él obró así para llevar a cabo Su obra sin contratiempos y lograr mejores resultados, y también para evitar más tentaciones. Cuando se rompa el sueño primaveral del hombre, la obra de Dios llevará ya mucho tiempo acabada y Él se marchará, poniendo fin a Su vida de ambular por la tierra y residir en ella”.
Extracto de “La Palabra manifestada en carne”
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