Cuando Jesucristo hizo Su obra, la gente de Su pueblo lo negó y rechazó. Si hubiéramos nacido en esa época, aquella en la que Él obra, ¿lo habríamos negado como éstas personas? ¿Qué clase de inspiración obtendremos del rechazo a Jesucristo cuando predicaba en Su pueblo?
Miércoles 10 de enero de 2018
Esta mañana, mientras practicaba devoción espiritual luego de despertarme, vi estas palabras en la Biblia: “Y sucedió que cuando Jesús terminó estas parábolas, se fue de allí. Y llegando a su pueblo, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que se maravillaban y decían: ¿Dónde obtuvo éste esta sabiduría y estos poderes milagrosos? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿Dónde, pues, obtuvo éste todas estas cosas? Y se escandalizaban a causa de El. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa” (Mateo 13:53-57). Luego, recurrí al Evangelio de Lucas, capítulo 4, que también registra el rechazo de la gente hacia Jesucristo cuando predicaba en la sinagoga de Su pueblo: “Y todos en la sinagoga se llenaron de ira cuando oyeron estas cosas, y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad para despeñarle” (Lucas 4:28-29).
Estos pasajes de las Escrituras me permitieron llegar a una conclusión: en el pueblo de Jesucristo, la gente pensaba que Él, ante ellos, era una persona normal, hijo del carpintero José; no creían que Jesucristo era el Cristo, el Mesías. Con esto en mente, no pude evitar pensar: si hubiéramos nacido en la Era de la Gracia, cuando viéramos a Jesucristo ante nosotros, una persona normal por fuera que también vivía y comía con la gente, ¿lo hubiéramos negado y rechazado del mismo modo que estas personas? ¡Es muy difícil de decir!
Miércoles 10 de enero de 2018
Esta mañana, mientras practicaba devoción espiritual luego de despertarme, vi estas palabras en la Biblia: “Y sucedió que cuando Jesús terminó estas parábolas, se fue de allí. Y llegando a su pueblo, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que se maravillaban y decían: ¿Dónde obtuvo éste esta sabiduría y estos poderes milagrosos? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿Dónde, pues, obtuvo éste todas estas cosas? Y se escandalizaban a causa de El. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa” (Mateo 13:53-57). Luego, recurrí al Evangelio de Lucas, capítulo 4, que también registra el rechazo de la gente hacia Jesucristo cuando predicaba en la sinagoga de Su pueblo: “Y todos en la sinagoga se llenaron de ira cuando oyeron estas cosas, y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad para despeñarle” (Lucas 4:28-29).
Estos pasajes de las Escrituras me permitieron llegar a una conclusión: en el pueblo de Jesucristo, la gente pensaba que Él, ante ellos, era una persona normal, hijo del carpintero José; no creían que Jesucristo era el Cristo, el Mesías. Con esto en mente, no pude evitar pensar: si hubiéramos nacido en la Era de la Gracia, cuando viéramos a Jesucristo ante nosotros, una persona normal por fuera que también vivía y comía con la gente, ¿lo hubiéramos negado y rechazado del mismo modo que estas personas? ¡Es muy difícil de decir!
Viernes 12 de enero de 2018
Esta noche, al regresar a casa después del trabajo, abrí la Biblia y quise ver quienes reconocieron a Jesucristo como el Mesías venidero y cómo lo lograron. Cuando me dirigí al Evangelio de Juan, observé las conversaciones entre Jesucristo y la mujer samaritana: “Respondió Jesús y le dijo: Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga hasta aquí a sacarla. El le dijo: Ve, llama a tu marido y ven acá. Respondió la mujer y le dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: ‘No tengo marido’, porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad” (Juan 4:13-18). “Entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (Juan 4:28-29). Cuando vio a Jesucristo por primera vez, la mujer samaritana también pensó que Él era un judío común. Pero cuando Jesucristo le dijo que ella tenía cinco esposos, al considerar que el secreto escondido dentro de su corazón era algo que nadie sabría y que solo Dios inspecciona los corazones de las personas y conoce los secretos de la gente, reconoció por Sus palabras que Él era el Cristo, el Mesías venidero.
Luego, acudí al Evangelio de Juan, capítulo 1, y leí los versos 45-49, “Felipe encontró a Natanael y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, y también los profetas, a Jesús de Nazaret, el hijo de José. Y Natanael le dijo: ¿Puede algo bueno salir de Nazaret? Felipe le dijo: Ven, y ve. Jesús vio venir a Natanael y dijo de él: He aquí un verdadero israelita en quien no hay engaño. Natanael le dijo: ¿Cómo es que me conoces? Jesús le respondió y le dijo: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Natanael le respondió: Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel” (Juan 1:45-49). Estas Escrituras me dejaron pensando nuevamente: cuando oyó sobre Jesucristo, Natanael consideraba que Nazaret era un pueblo pequeño, por lo que nunca podría haber existido una persona famosa. Por lo tanto, no creyó una palabra de lo que Felipe dijo. Sin embargo, luego de que Jesucristo hablara con él, para su sorpresa, éste pudo realmente ver a través de sus pensamientos y manifestar su verdadera identidad. Debido a esto, creyó firmemente que Jesucristo era el Mesías venidero, y luego siguió al Señor.
De repente, al reflexionar estas escrituras, vi la luz: tanto la mujer samaritana como Natanael escucharon y conocieron la voz de Dios por las palabras de Jesucristo. Por lo tanto, reconocieron que el Señor Jesús era el Cristo. Pareciera que en nuestra fe en Dios lo más importante es prestar atención a las palabras y la obra de Cristo. Si sólo observamos la apariencia de Cristo, será muy sencillo que lo neguemos y rechacemos. ¡Gracias a Dios! Hoy he ganado mucho leyendo la Biblia, lo que me permitió obtener algunos caminos prácticos sobre cómo darle la bienvenida al Señor.
Jueves 8 de febrero de 2018
Hoy, volviendo a casa luego del trabajo, me encontré inesperadamente con Lin Tao, mi antiguo compañero de escuela. Él también es cristiano. Conversamos por un rato. Cuando hablamos de nuestras condiciones espirituales, me dio un libro. Le pregunté con sorpresa, “¿Qué libro es?”. Me respondió con una sonrisa, “Las palabras en este libro pueden resolver problemas que tenemos cuando se trata de nuestra fe en Dios. Cuando vuelvas a casa, puedes mirarlo, y ahí lo sabrás”. Acepté el libro con gusto y me fui a casa.
Cuando llegué, comencé a leerlo con entusiasmo. Luego, observé el siguiente pasaje: “Si el hombre sólo ve Su apariencia exterior, y pasa por alto Su esencia, demostrará la ignorancia y la ingenuidad del hombre. La apariencia externa no determina la esencia; aún más, la obra de Dios nunca se ha conformado a los conceptos del hombre. ¿No estaba reñida la apariencia exterior de Jesús con los conceptos humanos? ¿No eran Su aspecto y Sus vestiduras incapaces de proporcionar pista alguna sobre Su verdadera identidad? ¿No fue la razón por la que los antiguos fariseos se opusieron a Jesús, porque simplemente miraban Su aspecto exterior, y no se tomaron en serio las palabras que Él habló?”. Después de leer estas palabras, estaba sumamente asombrado, ya que hablaban de la razón fundamental por la que la gente de esa época rechazaba a Jesucristo. En ese tiempo, Él vino a hacer la obra como una imagen ordinaria del Hijo del Hombre. Por fuera, era una persona común y corriente. Además, lo que la gente veía era que Él tenía no solo padres sino hermanos y hermanas, etc. Era solo porque se enfocaban en Su aspecto exterior que comenzaron a condenarlo, rechazarlo y profanarlo de manera cruel, y al final, lo crucificaron, cometiendo así un crimen espantoso. Sin embargo, la mujer samaritana y Natanael oyeron que las palabras de Jesucristo eran extraordinarias. Éstas eran capaces de exponer las cosas escondidas en los corazones de la gente, y, por lo tanto, reconocieron que Él había venido de Dios. Además, otros discípulos que siguieron a Jesucristo también observaron que Sus palabras y Su trabajo tenían autoridad y poder, y que venían de Dios. Por ende, reconocieron que Él era el Cristo, el Mesías venidero, siguiendo así los pasos del Cordero.
De repente, al pensar en esto, recordé lo que Jesucristo dijo: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir” (Juan 16:12-13). Estas Escrituras mostraron que, en ese momento, Jesucristo aún tenía algo más que decir, pero la gente no podía recibir ni tolerar Sus palabras debido a sus pequeñas estaturas espirituales. Entonces, no habló al respecto. Cuando el Señor llegue en los últimos días, expondrá cada verdad y cada misterio, dándolos a conocer y a entender a la gente. Ahora, las profecías sobre el regreso del Señor han sido todas cumplidas. Con respecto a la venida del Señor, recuerdo que dijo: “Pero a medianoche se oyó un clamor: ‘¡Aquí está el novio! Salid a recibirlo’” (Mateo 25:6). Entonces, en los últimos días, cuando la gente testifique que el Señor ha regresado, necesito ser el virgen sabio para centrarme en escuchar la voz de “esposo” e investigar y diferenciar activamente la voz de Dios. De lo contrario, seré responsable de perder la oportunidad de ser arrebatado por el regreso del Señor, convirtiéndome así en el virgen tonto que es abandonado y eliminado por el Señor. En ese momento, será muy tarde para arrepentirse.
Luego, leí el siguiente pasaje: “[…] ya que estamos buscando las huellas de Dios, debemos buscar la voluntad de Dios, las palabras de Dios, las declaraciones de Dios, porque donde están las nuevas palabras de Dios, ahí está la voz de Dios, y donde están las huellas de Dios, ahí están los hechos de Dios. Donde está la expresión de Dios, ahí está la aparición de Dios, y donde está la aparición de Dios, ahí existe la verdad, el camino y la vida. Mientras buscabais las huellas de Dios, ignorasteis las palabras que dicen que ‘Dios es la verdad, el camino y la vida’. Y es que, cuando muchas personas reciben la verdad, no creen que han encontrado las huellas de Dios y mucho menos reconocen la aparición de Dios. ¡Qué error tan grave es ese! La aparición de Dios no se puede reconciliar con las nociones del hombre; mucho menos puede Dios aparecer por orden del hombre. Dios hace Sus propias elecciones y tiene Sus propios planes cuando hace Su obra; más aún, Él tiene Sus propios objetivos y Sus propios métodos. No es necesario que Él discuta con el hombre la obra que Él hace, ni que busque el consejo del hombre, ni mucho menos que les notifique de Su obra a cada una de las personas. Este es el carácter de Dios y, además, todos lo deben reconocer”.
Al contemplar estas palabras, sentí que eran tan profundas y significativas. ¡Cierto! Dios es todopoderoso y Su sabiduría está por encima de los cielos. Tendrá Su propio plan y elección cuando haga Su obra. No necesita pedirles consejos a los hombres, ni explicarse con antelación. Además, la aparición de Dios definitivamente no se amoldará con nuestras concepciones y imaginaciones. Por ejemplo, tomemos la obra de Jesucristo en la Era de la Gracia. La profecía decía bien claro: “He aqui, la virgen concebira y dara a luz un hijo, y le pondran por nombre Emmanuel, […]” (Mateo 1:23). Pero cuando el Señor vino, se lo llamó Jesús. Asimismo, puso a un cuerpo ordinario para que haga Su obra. Si el hombre no buscara la verdad en su corazón, sería muy difícil para él aceptar. Las palabras en ese libro nos dicen claramente que para buscar las huellas de Dios y para darle la bienvenida a Su regreso, debemos prestar atención a buscar las nuevas palabras de Dios y a escuchar Su voz. No importa lo que Dios diga o de qué formas obra, debemos mantener una actitud de búsqueda y obediencia, y no analizarlas y negarlas en base a nuestras ideas. Ésta es la única actitud que debe poseer cada persona que crea verdaderamente en Dios. Como dice la Biblia: “Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). “Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios” (Mateo 5:8). Así, queda claro que, si deseamos darle la bienvenida al regreso del Señor, tenemos que buscar la verdad humildemente. Solo así podemos obtener la iluminación de Dios y observar Su aparición y obra.
Esta noche, al regresar a casa después del trabajo, abrí la Biblia y quise ver quienes reconocieron a Jesucristo como el Mesías venidero y cómo lo lograron. Cuando me dirigí al Evangelio de Juan, observé las conversaciones entre Jesucristo y la mujer samaritana: “Respondió Jesús y le dijo: Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga hasta aquí a sacarla. El le dijo: Ve, llama a tu marido y ven acá. Respondió la mujer y le dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: ‘No tengo marido’, porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad” (Juan 4:13-18). “Entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (Juan 4:28-29). Cuando vio a Jesucristo por primera vez, la mujer samaritana también pensó que Él era un judío común. Pero cuando Jesucristo le dijo que ella tenía cinco esposos, al considerar que el secreto escondido dentro de su corazón era algo que nadie sabría y que solo Dios inspecciona los corazones de las personas y conoce los secretos de la gente, reconoció por Sus palabras que Él era el Cristo, el Mesías venidero.
Luego, acudí al Evangelio de Juan, capítulo 1, y leí los versos 45-49, “Felipe encontró a Natanael y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, y también los profetas, a Jesús de Nazaret, el hijo de José. Y Natanael le dijo: ¿Puede algo bueno salir de Nazaret? Felipe le dijo: Ven, y ve. Jesús vio venir a Natanael y dijo de él: He aquí un verdadero israelita en quien no hay engaño. Natanael le dijo: ¿Cómo es que me conoces? Jesús le respondió y le dijo: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Natanael le respondió: Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel” (Juan 1:45-49). Estas Escrituras me dejaron pensando nuevamente: cuando oyó sobre Jesucristo, Natanael consideraba que Nazaret era un pueblo pequeño, por lo que nunca podría haber existido una persona famosa. Por lo tanto, no creyó una palabra de lo que Felipe dijo. Sin embargo, luego de que Jesucristo hablara con él, para su sorpresa, éste pudo realmente ver a través de sus pensamientos y manifestar su verdadera identidad. Debido a esto, creyó firmemente que Jesucristo era el Mesías venidero, y luego siguió al Señor.
De repente, al reflexionar estas escrituras, vi la luz: tanto la mujer samaritana como Natanael escucharon y conocieron la voz de Dios por las palabras de Jesucristo. Por lo tanto, reconocieron que el Señor Jesús era el Cristo. Pareciera que en nuestra fe en Dios lo más importante es prestar atención a las palabras y la obra de Cristo. Si sólo observamos la apariencia de Cristo, será muy sencillo que lo neguemos y rechacemos. ¡Gracias a Dios! Hoy he ganado mucho leyendo la Biblia, lo que me permitió obtener algunos caminos prácticos sobre cómo darle la bienvenida al Señor.
Jueves 8 de febrero de 2018
Hoy, volviendo a casa luego del trabajo, me encontré inesperadamente con Lin Tao, mi antiguo compañero de escuela. Él también es cristiano. Conversamos por un rato. Cuando hablamos de nuestras condiciones espirituales, me dio un libro. Le pregunté con sorpresa, “¿Qué libro es?”. Me respondió con una sonrisa, “Las palabras en este libro pueden resolver problemas que tenemos cuando se trata de nuestra fe en Dios. Cuando vuelvas a casa, puedes mirarlo, y ahí lo sabrás”. Acepté el libro con gusto y me fui a casa.
Cuando llegué, comencé a leerlo con entusiasmo. Luego, observé el siguiente pasaje: “Si el hombre sólo ve Su apariencia exterior, y pasa por alto Su esencia, demostrará la ignorancia y la ingenuidad del hombre. La apariencia externa no determina la esencia; aún más, la obra de Dios nunca se ha conformado a los conceptos del hombre. ¿No estaba reñida la apariencia exterior de Jesús con los conceptos humanos? ¿No eran Su aspecto y Sus vestiduras incapaces de proporcionar pista alguna sobre Su verdadera identidad? ¿No fue la razón por la que los antiguos fariseos se opusieron a Jesús, porque simplemente miraban Su aspecto exterior, y no se tomaron en serio las palabras que Él habló?”. Después de leer estas palabras, estaba sumamente asombrado, ya que hablaban de la razón fundamental por la que la gente de esa época rechazaba a Jesucristo. En ese tiempo, Él vino a hacer la obra como una imagen ordinaria del Hijo del Hombre. Por fuera, era una persona común y corriente. Además, lo que la gente veía era que Él tenía no solo padres sino hermanos y hermanas, etc. Era solo porque se enfocaban en Su aspecto exterior que comenzaron a condenarlo, rechazarlo y profanarlo de manera cruel, y al final, lo crucificaron, cometiendo así un crimen espantoso. Sin embargo, la mujer samaritana y Natanael oyeron que las palabras de Jesucristo eran extraordinarias. Éstas eran capaces de exponer las cosas escondidas en los corazones de la gente, y, por lo tanto, reconocieron que Él había venido de Dios. Además, otros discípulos que siguieron a Jesucristo también observaron que Sus palabras y Su trabajo tenían autoridad y poder, y que venían de Dios. Por ende, reconocieron que Él era el Cristo, el Mesías venidero, siguiendo así los pasos del Cordero.
De repente, al pensar en esto, recordé lo que Jesucristo dijo: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir” (Juan 16:12-13). Estas Escrituras mostraron que, en ese momento, Jesucristo aún tenía algo más que decir, pero la gente no podía recibir ni tolerar Sus palabras debido a sus pequeñas estaturas espirituales. Entonces, no habló al respecto. Cuando el Señor llegue en los últimos días, expondrá cada verdad y cada misterio, dándolos a conocer y a entender a la gente. Ahora, las profecías sobre el regreso del Señor han sido todas cumplidas. Con respecto a la venida del Señor, recuerdo que dijo: “Pero a medianoche se oyó un clamor: ‘¡Aquí está el novio! Salid a recibirlo’” (Mateo 25:6). Entonces, en los últimos días, cuando la gente testifique que el Señor ha regresado, necesito ser el virgen sabio para centrarme en escuchar la voz de “esposo” e investigar y diferenciar activamente la voz de Dios. De lo contrario, seré responsable de perder la oportunidad de ser arrebatado por el regreso del Señor, convirtiéndome así en el virgen tonto que es abandonado y eliminado por el Señor. En ese momento, será muy tarde para arrepentirse.
Luego, leí el siguiente pasaje: “[…] ya que estamos buscando las huellas de Dios, debemos buscar la voluntad de Dios, las palabras de Dios, las declaraciones de Dios, porque donde están las nuevas palabras de Dios, ahí está la voz de Dios, y donde están las huellas de Dios, ahí están los hechos de Dios. Donde está la expresión de Dios, ahí está la aparición de Dios, y donde está la aparición de Dios, ahí existe la verdad, el camino y la vida. Mientras buscabais las huellas de Dios, ignorasteis las palabras que dicen que ‘Dios es la verdad, el camino y la vida’. Y es que, cuando muchas personas reciben la verdad, no creen que han encontrado las huellas de Dios y mucho menos reconocen la aparición de Dios. ¡Qué error tan grave es ese! La aparición de Dios no se puede reconciliar con las nociones del hombre; mucho menos puede Dios aparecer por orden del hombre. Dios hace Sus propias elecciones y tiene Sus propios planes cuando hace Su obra; más aún, Él tiene Sus propios objetivos y Sus propios métodos. No es necesario que Él discuta con el hombre la obra que Él hace, ni que busque el consejo del hombre, ni mucho menos que les notifique de Su obra a cada una de las personas. Este es el carácter de Dios y, además, todos lo deben reconocer”.
Al contemplar estas palabras, sentí que eran tan profundas y significativas. ¡Cierto! Dios es todopoderoso y Su sabiduría está por encima de los cielos. Tendrá Su propio plan y elección cuando haga Su obra. No necesita pedirles consejos a los hombres, ni explicarse con antelación. Además, la aparición de Dios definitivamente no se amoldará con nuestras concepciones y imaginaciones. Por ejemplo, tomemos la obra de Jesucristo en la Era de la Gracia. La profecía decía bien claro: “He aqui, la virgen concebira y dara a luz un hijo, y le pondran por nombre Emmanuel, […]” (Mateo 1:23). Pero cuando el Señor vino, se lo llamó Jesús. Asimismo, puso a un cuerpo ordinario para que haga Su obra. Si el hombre no buscara la verdad en su corazón, sería muy difícil para él aceptar. Las palabras en ese libro nos dicen claramente que para buscar las huellas de Dios y para darle la bienvenida a Su regreso, debemos prestar atención a buscar las nuevas palabras de Dios y a escuchar Su voz. No importa lo que Dios diga o de qué formas obra, debemos mantener una actitud de búsqueda y obediencia, y no analizarlas y negarlas en base a nuestras ideas. Ésta es la única actitud que debe poseer cada persona que crea verdaderamente en Dios. Como dice la Biblia: “Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). “Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios” (Mateo 5:8). Así, queda claro que, si deseamos darle la bienvenida al regreso del Señor, tenemos que buscar la verdad humildemente. Solo así podemos obtener la iluminación de Dios y observar Su aparición y obra.
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