La Biblia dice: “Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí. Mas si supieseis qué es: Misericordia quiero y no sacrificio, no condenarías á los inocentes: Porque Señor es del sábado el Hijo del hombre” (Mateo 12:6-8). Cuando era aún una creyente reciente, leí estos versículos. Por aquel entonces solamente sabía que Jesucristo estaba diciendo esto para recordarle a la gente que vivía según la ley, que Él es mayor que el templo y que Él es el Señor del día del sabbat. Por eso, Él sí podía curar a los enfermos ese día, y no condenaba a sus discípulos por arrancar las espigas cuando atravesaban los sembrados un sabbat. Ayer volví a leer estos versículos. El hecho de que Él trabajase un sabbat, me hizo darme cuenta con total claridad que el Señor le estaba recordando a la gente que vive según la ley, que Él había hecho obras nuevas fuera del templo, y que todo el mundo debería salir del templo para aceptar Sus nuevas obras.
Sin embargo, durante esa época, los fariseos, que habían acatado servilmente las leyes y reglas, consideraban al templo mayor que Dios. Aparentemente, servían a Dios en el templo y les explicaban las leyes a la gente, pero tan sólo les hablaban de algunas cartas, reglas y restricciones. Ellos mismos, sin embargo, nunca cumplieron la ley. Y lo que incluso es peor: renunciaron a la ley de Dios al matar a los profetas y destruir las casas de las viudas. De ahí, que a los ojos de Dios, todo lo que hacían no tenía nada que ver con Su voluntad y Sus requisitos; su función tan sólo consistía en pasar por el proceso del sacrificio y adorar ídolos. En sus corazones no quedaba sitio para Dios porque lo que ellos valoraban era el templo, su estatus, y una vida por encima de Dios y de la verdad que Él expresaba. El resultado fue que, a pesar de haber oído predicar a Jesucristo, visto varias señales y varios milagros que Él mostró, y a pesar de haber sentido Su fuerza y autoridad y Sus maravillosas obras, no tuvieron corazón suficiente para buscar la verdad o una manera de conciliarse con Dios. Es más: juzgaron a Jesucristo, diciendo que no era más que una persona normal y corriente; Le condenaron y blasfemaron al decir que Él expulsó a los demonios por mediación del príncipe de los demonios. Incluso trabajaron codo con codo con el gobierno romano para crucificar a Jesucristo. Y finalmente, cayeron presos del justo castigo y maldición de Dios y fueron destruidos en el infierno porque habían ofendido Su carácter.
Volvamos a los seguidores del Judaísmo, engañados por los fariseos. También ellos consideraban al “templo” mayor que Dios. Así, por ejemplo, consideraban a aquellos sumos sacerdotes, a los escribas y a los fariseos mayores que Dios. De modo que cuando los sumos sacerdotes los engañaron y provocaron, perdieron la sensatez y la base que todo creyente de Dios debe tener. No sólo dejaron de estar al lado del Señor, sino que siguieron a ciegas a los sumos sacerdotes y exigieron a gritos que se crucificase a Jesucristo. No supieron penetrar en el fondo de la verdad que se escondía tras la hipocresía de los sumos sacerdotes, escribas y fariseos, y no sabían que esta gente que servía a Dios consideraba su propio estatus y las palabras de la Biblia mayores que el Señor. Los llamados “siervos de Dios”, camuflándose tras “la defensa del verdadero camino”, empezaron a crear rumores y se inventaron mentiras para engañar a la gente. Tenían a la gente controlada y agarrada con firmeza; perturbaron y perjudicaron frenéticamente la obra de Dios, y compitieron con Dios por la gente. De modo que los judíos que los seguían, también acabaron pereciendo y destruidos.
Por lo tanto, ¿qué tipo de personas son aquellas que honran a Dios como grande? Se me vino a la cabeza Job. Cuando todos sus hijos habían muerto y le habían quitado todas sus propiedades, afligido como estaba, no pecó con sus labios contra Dios, sino que siguió alabando Su nombre. Dijo Job: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo tornaré allá. Jehová dió, y Jehová quitó: sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21). En el corazón de Job había un lugar para Dios. Para Job, sus ovejas y ganado, su riqueza y sus hijos, no eran comparables a Dios, porque Dios era el Único que ocupaba su corazón. Job fue capaz de honrar en su corazón a Dios como grande, y por ello recibió de Dios bendiciones mayores después de sufrir aquellas duras pruebas. Pedro fue otro ejemplo. Al seguir a Jesucristo, obedeció Su voz minuciosamente y actuaba según lo que Él le pedía. En un momento crítico, cuando los soldados estaban intentando capturar a Jesucristo, Pedro salió disparado y le cortó la oreja a uno de los soldados, menospreciando su propia vida a favor de proteger la de Jesucristo. En esto reconocí que Pedro amaba al Señor más que a sí mismo, y esto no lo alcanzan las personas corrientes. Las acciones de Pedro se ganaron la aprobación del Señor. Y por ello, Jesucristo le dio a Pedro las llaves del reino de los cielos y le confió la pesada responsabilidad de pastorear las iglesias.
Al pensar en esto, me puse a rezarle a Dios y a reflexionar: en mi corazón, ¿qué es mayor: el “templo” o Dios? El hecho de que los fariseos se resistieron a Dios me mandó un aviso. Es decir, si creo en Dios, pero en mi corazón no lo honro como grande, ni conozco ni obedezco o adoro a Su encarnación en Cristo, entonces, todo lo que habré hecho habrá sido en vano a Sus ojos; no importa cómo crea en Él, cómo le siga ni cómo me sacrifique y emplee por Él. Debo imitar a Job y a Pedro: no importa con qué pruebas me tope; debo creer en la soberanía de Dios y tener fe de verdad en Él; no importa de qué manera la obra y la palabra de Dios no se ajuste a mi propio concepto ni imaginación; debo dejarme a mí mismo a un lado para obedecerle a Él. Solamente así puedo convertirme en alguien que realmente sigue a Dios y lo honra con el corazón. Hermanos y hermanas, honremos a Dios como grande en nuestros corazones y en todo. ¡Entonces, con seguridad, las bendiciones y la gracia de Dios nos acompañarán!
(Traducido del original en inglés al español por Eva Trillo)
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Liu Zhizhong es anciano de una iglesia clandestina local de China. Lleva creyendo más de 30 años y siempre ha mantenido que "La Biblia viene de la inspiración de Dios", "La Biblia representa a Dios, creer en Dios es creer en la Biblia, creer en la Biblia es creer en Dios". La Biblia es suprema en su corazón. Por su idolatría y fe ciega en la Biblia, nunca ha estudiado ni buscado la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Hasta que un día en que impidió que los creyentes leyeran las palabras de Dios Todopoderoso en internet se encontró inesperadamente con los predicadores de la Iglesia de Dios Todopoderoso. Tras unos intensos debates sobre la verdad, ¿llegó a ver clara la relación entre la Biblia y Dios? ¿Se pudo apartar de la Biblia, comprender que Cristo es la verdad, el camino y la vida, y ser arrebatado ante Dios?
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