He aquí la historia de un hermano cristiano que quería ofrendar 10 dólares al final de la misa. Sin querer colocó, en vez, un billete de 100 dólares en el arca de diezmos, arrepintiéndose por ello. Así, fue donde el Pastor, solicitándole que le diera 90 dólares de vuelta. Pero el Pastor le dijo que ese dinero había ido ya a los fondos de la Iglesia. Resignadamente, le replicó al Pastor que lo consideraría como una ofrenda extra de 90 dólares al Creador. Sin embargo, el Pastor le aclaró que, a los efectos, sólo le había dado 10 dólares.
Tras leer sobre esa historia, pensé en la Biblia, cuando dice que “Que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7). Dios ama y aprecia a la persona que amorosamente se ofrenda, se entrega y se rinde a Él. Si no nos entregamos a Él de corazón sino para aparentar, como si de un trámite se tratara, o para demostrar ante los ojos ajenos que somos “cristianos”, ¿qué pensará Dios de quienes incurrimos en tal actitud, pretendiéndola pasar como “adoración” a Él? Cuando nuestro señor Jesús desenmascaró a los hipócritas Fariseos, y dijo, “[…] Cuidaos de los escribas, a quienes les gusta andar con vestiduras largas, y aman los saludos respetuosos en las plazas, los primeros asientos en las sinagogas y los lugares de honor en los banquetes; que devoran las casas de las viudas, y por las apariencias hacen largas oraciones; éstos recibirán mayor condenación” (Marcos 12:38-40). A diferencia de Escribas y Fariseos, una viuda pobre ofrendó dos monedas, por lo que nuestro señor Jesús la alabó, diciendo: “[…] En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos los contribuyentes al tesoro; porque todos ellos echaron de lo que les sobra, pero ella, de su pobreza echó todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir” (Marcos 12:43-44).
Por el modo como el Creador valora a distintas personas, podemos ver que nuestro Señor es un Dios que es santo, fiel, y que no permite que le engañen. Cuando nos pide hacerle una ofrenda, no se sentirá complacido por cuán costosa sea, o por nuestro buen comportamiento externo, sino por la alegría pura y plena que emana de nuestros corazones, cuando la hacemos.
Vino entonces a mi mente el himno “CANCIÓN DE LOS VENCEDORES”, “Benditos son los que se entregan a Dios. Vivirán en Su reino. Benditos son los que lo conocen. A ellos les dará poder del reino. Benditos son los que lo buscan. Se librarán de Satanás. Para los que dejan todo atrás, la riqueza del reino obtendrán”.
Hoy, examinemos nuestros propios puntos de vista sobre nuestra creencia en Dios. ¿Solo esperamos obtener bendiciones y gracia, o seguimos Su camino y buscamos el conocimiento de Dios para amarlo con todo nuestro corazón, toda nuestra alma y toda nuestra mente?
En nuestra vida diaria, ¿procuramos realizar la voluntad de Dios, practicando Su palabra para lograr temer a Dios y evitar el mal? ¿O nos dejamos llevar por las tendencias mundanas para dar rienda suelta a la expansión de los placeres del pecado?
Cuando oramos a Dios, ¿abrimos nuestro corazón y le hablamos francamente y sin reservas; o pretendemos engañarlo, diciéndole unas pocas y caprichosas palabras?
Cuando leemos la Palabra de Dios, ¿contemplamos Su voluntad y Sus requisitos en cada palabra suya? ¿O la leemos sólo por encima, sólo por cumplir parte de un ritual que estamos supuestos a cumplir?
Y cuando estamos en la Iglesia, ¿sólo cumplimos con lo meramente litúrgico, o hacemos de cada encuentro una reunión de gozo que nace del corazón, buscando entender la verdad de nuestro Creador para ponerla en práctica en nuestra vida diaria?
¿Si nunca hemos tomado en serio la vivencia de nuestra fe, no deberíamos preguntarnos, entonces, si el modo como vivimos nuestra creencia satisface realmente a Dios? Y de ahora en adelante, ¿cómo debemos afrontarlo?
(Traducido del original en inglés al español por Francisco Machalskys )
Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.
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